Maratón Guadalupano: Fe de resistencia

Como cada 12 de diciembre, fue un día especial para las más de 2 mil personas que participaron en el Maratón Guadalupano, uno de los certámenes deportivos de mayor tradición en Aguascalientes.

Las principales calles del Centro Histórico como Madero, Zaragoza y Av. López Mateos fueron cerradas a la circulación vehicular desde las primeras horas de este martes, lo que provocó un aumento del tráfico en otras vialidades cercanas.

El clima fue favorable, ya que el termómetro marcaba los 21° centígrados, contrario a las temperaturas registradas en los últimos días en los que el frío prevaleció.

La categoría libre comenzaba a las 3:00 de la tarde, pero desde minutos antes era posible observar sobre la calle Madero a decenas de personas, que enfundadas en sus uniformes termodinámicos comenzaban a trotar para calentar los músculos previo a la competencia.

Pero no sólo fueron los competidores, también sus familiares tuvieron un papel importante en el maratón, al apoyarlos anímicamente para terminar la carrera.

Sin embargo, si algo distingue al Maratón Guadalupano de muchos otros es la devoción que motiva a la mayoría de los participantes a competir como agradecimiento por algún “milagro” realizado por la Virgen de Guadalupe.

Tal es el caso del señor Benjamín Guerrero, quien desde el año 1995 corre en el maratón después de haber sufrido un accidente automovilístico que por poco le provocó la pérdida de la movilidad en una de sus piernas. En aquél instante le hizo un compromiso a la Vírgen, que sigue vigente hasta estos días.

“En el accidente me fracturé la rodilla izquierda y yo le prometí a ‘mi madre’ que si quedaba bien yo correría cinco años descalzo y lo cumplí y desde entonces lo hago por devoción”, comentó con voz entrecortada.

La peculiaridad de Benjamín es que año con año corre descalzo y con la imagen de la Virgen de Guadalupe estampada en la playera negra que porta con mucho orgullo, lo que le da fuerzas para seguir adelante en el camino.

“No llevo a cabo ningún entrenamiento especial, solamente la fe”.

Otra historia es la de los primos “Lomelí”, de entre 22 y 25 años de edad, para quienes la carrera tiene un sentido muy especial: significa correr como muestra de apoyo a su prima Yarenzi Marín, quien en próximos días será sometida a una operación a corazón abierto. Con una playera marcada con su nombre fue la mejor manera de tenerla siempre presente durante el maratón.

“Nosotros venimos a correr en apoyo de una de nuestras primas que le van a practicar una operación muy delicada a corazón abierto y es a ella a quien le dedicamos la carrera, lo que nos motiva es la fe y la satisfacción de llegar a la meta”, señalaron.

Minutos antes de las 3 de la tarde y con un ambiente festivo dio inicio la carrera, que para muchos significó una prueba de resistencia y para otros una oportunidad para retarse a sí mismos, como es el caso del señor Martín Carmona, quien a sus 67 años de edad continúa corriendo en el Maratón Guadalupano, como hace 50 años.

Aunque sus músculos y articulaciones ya no son tan ligeros como en su juventud, el ánimo y su devoción siguen intactos y es lo que lo motiva a seguir compitiendo.

“Ahorita ya no es lo mismo que cuando estaba chavo, ya ahorita voy con un pasito muy calmado, pero es una forma de retarme a mí mismo, de estar bien conmigo y seguiré corriendo hasta que el cuerpo me dé”.

Mientras avanzaba el contingente, el calor comenzaba a sentirse con más fuerza por lo que muchos participantes se fueron rezagando.

Ya en la recta final, al exterior del Templo de Guadalupe, el ánimo y la alegría de las familias se dejaba sentir. “Vamos, vamos, ahorita lo alcanzas”, “Corre es la última parte, ya es lo último” y “Sí se puede”, eran algunos gritos que daban fortaleza a los cuerpos cansados de los participantes.

En el podio no hubo novedad, nuevamente los kenianos demostraron el dominio que históricamente han tenido en este tipo de competencias a nivel mundial: Geoffrey Kiensi Bondi y Grace Wanbai fueron los más rápidos en las ramas varonil y femenil, respectivamente.

Sin importar el lugar en el que terminaron la carrera, si alcanzaron los 13.5 kilómetros, si llegaron sedientos, cansados o con los pies dormidos; para la mayoría quedó la satisfacción de haber llegado a la meta, de haberse superado a sí mismos y llevar su fe por delante.