El viernes pasado, Donald Trump pronunció un discurso en la fábrica Boeing de North Charleston, Carolina del Sur para desvelar el nuevo “Dreamliner” 787 del fabricante de aviones. Y, como cabía esperar, felicitó a Boeing por construir un aeroplano “allí mismo”, en Carolina del Sur.
Por supuesto, fueron puras fantasías. Y te explicaré la razón en un momento.
Trump aprovechó la oportunidad para promocionar su economía “Primero Estados Unidos”, declarando que “nuestro objetivo como nación debe ser depender menos de las importaciones y más de los productos hechos aquí, en Estados Unidos”, y “queremos productos hechos por nuestros trabajadores en nuestras fábricas, estampados con estas cuatro magníficas palabras, ‘Made in the U.S.A.’ [Hecho en Estados Unidos]’”.
Para alcanzar dicho objetivo, Trump impondría “una sanción muy sustancial” a las compañías que despidieran a sus empleados, se mudaran a otro país para fabricar un producto, y después trataran de venderlo en Estados Unidos.
Mientras que los alicientes serían bajar los impuestos y reducir las regulaciones “que envían nuestros trabajos a esos otros países”.
El problema es que Trump es un absoluto ignorante en el tema de la competencia global, y de lo que realmente está frenando a los trabajadores estadounidenses.
Empecemos por el propio Dreamliner de Boeing. Primero, no está “hecho en Estados Unidos”. Fuearmado en Estados Unidos. Sin embargo, la mayor parte de sus refacciones proviene del exterior. Y esas refacciones extranjeras representan casi un tercio del costo total del avión.
Por ejemplo:
La compañíaitaliana Alenia Aeronautica fabrica el fuselaje central y los estabilizadores horizontales.
La compañíafrancesa Messier-Dowty fabrica los trenes de aterrizaje y las puertas de la aeronave.
La compañíaalemana Diehl Luftfahrt Elektronik produce los elementos para la iluminación de la cabina principal
La compañíasueca Saab Aerostructures fabrica las puertas de acceso para carga.
La empresajaponesa Jamco fabrica elementos de los sanitarios, los interiores de la cubierta de vuelo y la cocina.
La compañíafrancesa Thales crea el sistema de conversión para corriente eléctrica.
En 2005, Thales eligió a la empresajaponesa, GS Yuasa, para que proporcione las baterías de iones de litio que utiliza su sistema.
La compañíabritánica Rolls Royce fabrica muchos de los motores.
Una empresacanadiense produce el borde posterior movible de las alas.
Cabe señalar que estas empresas no pagan salarios bajos a sus empleados. De hecho, si añades el valor de los beneficios de salud y pensión –bien el que estas compañías pagan directamente a sus empleados, o en forma de los beneficios públicos a los que contribuyen estas empresas-, la gran mayoría de estos trabajadores extranjeros sale mucho mejor parado que los empleados de Boeing (el salario promedio de los obreros de producción y mantenimiento de Boeing en Carolina del Sur es de 20.59 dólares por hora, o 42,827 dólares al año). Y, encima, disfrutan de más días de vacaciones pagadas.
Esos países también brindan a sus jóvenes una educación y capacitación técnica excelentes; actualizan las destrezas de sus obreros de manera continua; y ofrecen atención universal de la salud.
Para costear todo esto, esos países imponen tasas fiscales más altas a sus corporaciones y ciudadanos ricos que Estados Unidos. Y sus reglamentos de sanidad, seguridad, ambiente y trabajo también son más estrictos.
No es casualidad que sus sindicatos laborales sean muy fuertes.
Entonces, ¿por qué gran parte del Dreamliner de Boeing procede de esos lugares de altos salarios, altos impuestos y altos costos?
Porque las refacciones que fabrican los trabajadores de esos países son mejores, duran más tiempo y son más confiables que las refacciones fabricadas en otras partes.
Y aquí hay una lección importante.
La manera de lograr que la fuerza de trabajo estadounidense sea más competitiva no estriba en levantar muros económicos alrededor de Estados Unidos, sino en invertir más y mejor en la educación y las destrezas de los estadounidenses; en capacitación en el lugar de trabajo; en un sistema de salud que abarque a una mayor población y se asegure de mantenerla sana. Y en dar a los trabajadores voz y voto en sus compañías a través de sindicatos fuertes.
En otras palabras, Estados Unidos conseguirá una fuerza de trabajo de primera si invierte en la capacidad productiva de los estadounidenses, y si los recompensa con salarios elevados.
Y eso es todo lo contrario a la propuesta de Trump.
Por cierto, la primera entrega del Dreamliner está programada para el próximo año, y será para Singapore Airlines. Las órdenes recibidas hasta el momento incluyen a Air France, British Airways y la aerolínea insignia mexicana, Aeroméxico.
Boeing también tiene esperanzas de que China compre hasta un billón de dólares de sus modelos comerciales a lo largo de las próximas dos décadas, incluyendo jets de gran fuselaje como el Dreamliner 787. De hecho, China representa la quinta parte de las ventas de Boeing.
No obstante, si Trump consigue levantar un muro económico alrededor de Estados Unidos, las aerolíneas de estos otros países podrían vacilar en comprarle a Boeing. Tal vez incluso decidan optar por aviones de alguna nación más abierta a sus exportaciones; digamos, el Airbus europeo.
La economía “Primero Estados Unidos” de Trump es pura demagogia. La politiquería xenofóbica no fortalece la competitividad de los trabajadores estadounidenses. Y tampoco fortalece a las compañías que operan en Estados Unidos.
A lo sumo, fortalece a Trump.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek