En el tren de Trump, los evangélicos son una potencia superior

Cuando el vicepresidente Mike Pence dio el voto decisivo que puso a la multimillonaria Betsy DeVos a cargo del Departamento de Educación, su acción volvió a poner de relieve la extraña alianza entre el presidente más libertino en la historia estadounidense y el rebaño de cristianos evangélicos con mayor poder político que Washington jamás haya visto.

Entregar a un cristiano evangélico el poder de la educación pública de los niños estadounidenses no es solo uno de los muchos dones que la derecha religiosa espera recibir de Donald Trump a cambio del apoyo que le mostró el día de las elecciones. Ochenta y uno por ciento de los cristianos evangélicos renacidos de raza blanca entregó su voto al republicano que fue pillado en una grabación jactándose de que podía “agarrar” a las mujeres “por la vagina”, mientras que solo 16 por ciento respaldó a la metodista demócrata Hillary Clinton: el margen por partido más amplio que se haya visto desde 2004.

A cambio de ayudarlo a construir, posiblemente, una verdadera mayoría popular para las próximas elecciones, el presidente más secular en la historia estadounidense dará a estos seguidores religiosos, por lo menos, un juez en la Suprema Corte que se opondrá al aborto y tal vez, más de 100 jueces que comparten esa misma opinión en las cortes menores.

Uno de los grandes misterios del trumpismo es cómo fue posible que el movimiento –y ahora, el gobierno- se haya colonizado tan rápidamente de personas que, hace apenas un año, ni siquiera habrían dado la mano al nuevo presidente. Hay, por lo menos, nueve evangélicos a punto de ser confirmados o ya confirmados en cargos poderosos dentro de la administración, y en conjunto, están en situación de imponer su sistema de creencias –una opinión de minoría- al pueblo común, y de transformar el orden seglar en Estados Unidos.

A lo largo de los años, los evangélicos se han visto obligados a ceder en algunas cosas. Sus mujeres han tenido que convivir con el aborto legal durante casi dos generaciones. Odian la decisiónRoe vs. Wade no porque les preocupen los bebés humanos reales, sino porque las mujeres que se ven forzadas a gestar y parir no pueden trabajar fuera del hogar. Conforme las estadounidenses han adquirido más poder económico y mayor capacidad de tomar decisiones propias, el poder patriarcal de la familia –un requisito indispensable del evangelismo- se ha reducido. Mientras que la legalización del matrimonio homosexual es otra afrenta a dicho sistema.

A los evangélicos les encanta quejarse de que su “libertad” religiosa está siendo atacada. Sin embargo, las encuestas demuestran que la mayoría de los estadounidenses no está de acuerdo con ellos, y debido a eso, han luchado durante mucho tiempo por la “libertad” adicional de imponer sus opiniones en escuelas públicas, dormitorios, hospitales, consultorios, fuerzas armadas y dependencias federales que se ocupan de asuntos como el cambio climático.

Una estrategia profunda, y a largo plazo, es lo que condujo al movimiento a este momento de poder. Requirió de cientos de millones de dólares, batallones de abogados, alianzas con corporaciones estadounidenses, y una presencia constante y piadosa en Washington. Pence, DeVos y sus compinches, quienes ahora cavan sus madrigueras en la Casa Blanca y en dependencias federales, pertenecen a un movimiento político que intenta degradar la tradición estadounidense de separar la Iglesia del Estado.

En 2011, el Centro de Investigaciones Pew publicó un estudio sobre el cristianismo global. Según dicho informe, la mayor concentración mundial de evangélicos (aproximadamente un tercio) se encuentra en Estados Unidos. Se trata de una minoría demográfica que representa apenas 26 por ciento de la población y, no obstante, es responsable de algunas de las tendencias más regresivas de la política estadounidense. Se han pronunciado abiertamente contra la ciencia y la crisis ambiental, y fingen creer –o realmente creen- que el prolongado colapso de la familia nuclear se debe al feminismo, más que a la disparidad de ingresos, a la decadencia del instinto comunal estadounidense, a la destrucción de los sindicatos, y a los otros desastres sociales del capitalismo tardío.

A pesar de su condición de minoría, los evangélicos de Estados Unidos están sumamente bien representados en Washington y en las cortes; aunque no han tenido muchas victorias en los últimos tiempos. Por ejemplo, sus seguidores se sienten discriminados cuando la ley los obliga a hornear un pastel para una boda gay o a vender anticonceptivos femeninos. Sin embargo, al aliarse con Trump, los evangélicos ahora están listos para tomar acciones que reviertan estos requisitos, y para lograr mucho más.

A partir de la década de 1980, un núcleo de evangélicos políticos se infiltró en la capital del país mediante una organización secreta que se hacía llamar “la Familia”. En su libro sobre el grupo, publicado en 2008, el reportero Jeff Sharlet comparó a la Familia con un “gobierno de sombra” que promovió sus objetivos anti-gay y antifeministas no solo dentro de Estados Unidos, sino en países de todo el mundo. El Desayuno de Oración Nacional de la Familia se ha vuelto un acontecimiento anual obligado para el presidente y otros políticos de los dos partidos.

Gran parte del financiamiento de la Familia proviene de “la Reunión”, un encuentro anual en Scottsdale, Arizona, que inició a mediados de la década de 1980. En ese evento, teócratas profesionales organizan e inspiran a evangélicos y católicos súper ricos para que abran sus billeteras y entreguen enormes cantidades –según informes, hasta mil millones de dólares al año- con la finalidad de hacer que Estados Unidos se acerque más a Dios.

La Reunión es para la derecha religiosa lo que los hermanos Koch son al movimiento Tea Party antigubernamental. Y la familia DeVos ha donado a la Reunión (el hermano menor de Betsy es Erik Prince, fundador de Blackwater, una infame fuerza mercenaria privada que cambió su nombre después que condenaron a los empleados por masacrar a 17 iraquíes).

Otros financiadores de la Reunión incluyen a la familia Green de Oklahoma, propietarios de Hobby Lobby, que presentó un caso de libertad religiosa ante la Suprema Corte (Burwell vs. Hobby Lobby Stores Inc.), el cual resultó en un dictamen expresando que requerir que los empleadores cubran los anticonceptivos viola la libertad religiosa de algunas personas. El nombre de Hobby Lobby apareció en la demanda, pero el caso fue organizado por un grupo legal financiado por una organización privada, Alliance Defending Freedom, que obtiene su presupuesto anual de 40 millones de dólares de la Reunión y sus mecenas.

Los Green también han pagado 800 millones de dólares para un museo de alta tecnología sobre la Biblia, cerca del Mall Nacional de Washington, el cual tiene el potencial de llenar las cabezas de millones de visitantes anuales con un montón de ficción no histórica, según acusaron diversos eruditos entrevistados porNewsweek. Es más, los Green financiaron un programa para un libro de texto bíblico que esperan implementar en las escuelas públicas de Estados Unidos.

Nacidos y criados en Michigan, Betsy DeVos y su hermano, Prince, son vástagos de la familia más rica del estado; su padre fundó Amway, la compañía multiniveles de productos de belleza. Fueron educados en la iglesia reformada cristiana, que considera la educación una responsabilidad de la familia. No conforme con sostener la educación doméstica dentro de su secta religiosa, DeVos –quien no tiene título alguno ni experiencia en impartir educación pública o privada- ha utilizado la fortuna y la influencia de su familia para desviar fondos públicos, críticamente necesarios, del sistema de educación pública de Detroit a escuelas chárter.

Según un informe, miembros de la familia DeVos gastaron 1.45 millones de dólares en solo dos meses -25 mil dólares diarios, a lo largo de siete semanas- para detener los esfuerzos de redistribuir dichos fondos en escuelas públicas. Aunque las escuelas privadas y chárter a menudo obtienen mejores resultados que las escuelas públicas, también son predominantemente blancas y muy a menudo sirven como versiones modernas de las “academias de segregación” del sur: escuelas privadas para ricos, blancos e influyentes.

El voto decisivo de Pence para meter a DeVos en el Gabinete fue histórico, pero seguramente no será la última vez que los evangélicos de Trump intenten hacer que Estados Unidos se atragante con sus posturas de minoría. Sin embargo, el abuso de poder podría terminar por debilitarlos más de lo que estaban antes de subirse al tren de Trump. El autor Michael Wear, quien asesoró al presidente Barack Obama en temas de religión, dice que los evangélicos están ansiosos de disfrutar ahora de las recompensas terrenales de Trump, pero predice que su pacto con el demonio podría costarles muy caro a la larga.

“Al seguir adelante, los evangélicos deben tomar consciencia de que, aunque Trump les dé un respiro de su actual asedio cultural y legal, y aunque consigan logros políticos a corto plazo, el precio de esos logros en una alianza con Trump terminará siendo muy alto a largo plazo si no pueden presentar una oposición clara y audaz a sus otras políticas, como la prohibición contra los musulmanes, las deportaciones masivas, la aplicación draconiana de la justicia criminal y otros objetivos manifiestos de la Casa Blanca Trump”, advierte Wear.

“Los próximos cuatro años”, agrega, “darán a los evangélicos la oportunidad de separar su identidad política del Partido Republicano, y más vale que la aprovechen, a menos que quieran arriesgarlo todo por el oportunismo político”.

Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek