Los triunfos del Brexit y de Donald Trump confirman que 2016 fue el
año del terremoto populista a ambos lados del Atlántico, dos hechos que
tornan más imprevisibles que nunca el rumbo de la Casa Blanca y las
próximas elecciones en Europa.
Con cuatro meses y medio de intervalo, el 2 de junio y el 8 de
noviembre, millones de británicos y estadounidenses mostraron en las
urnas su “rechazo del establishment” y “un sentimiento si
milar a la
angustia” frente a la globalización, la inmigración y el terrorismo,
dijo el analista Richard Wike, del Pew Research Center.
La globalización y la inmigración son acusados de la precarización de
los empleos y de sacudir hitos demográficos y culturales. Y muchas
personas, incluso en el país del crisol de razas (Estados Unidos), “asocian inmigración y
seguridad”, apuntó.
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En Europa, de Holanda a Polonia, de Suecia a Italia, la comparación
con los años ’30 regresa como un refrán. Y el horizonte político es
desde ahora escrutado casi exclusivamente por los altibajos de los
movimientos que prometen terminar con las élites urbanas y “devolver” el
país a las clases medias.
¿Preanuncia la llegada de Donald Trump el 20 de enero a la cabeza de
la democracia más poderosa del mundo la toma de poder de los populistas
en Europa?
Como durante las campañas del Brexit o las presidenciales
estadounidenses, temas caros a los populistas como las desventajas de la
inmigración o la integración de los musulmanes, dominan los debates
preelectorales. Son debates alimentados por la llegada al Viejo
Continente de más de 1,3 millones de personas, muchas musulmanas, desde
2015, y de una serie de sangrientos atentados islamistas.
Tras la derrota del candidato populista Norbert Hofer a la eleccion
presidencial austríaca el 4 de diciembre, partidos tradicionales y
eurófilos se sintieron aliviados por la ausencia de un “efecto Trump”.
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Gran incertidumbre
Pero ellos los mismos se inquietan ahora por Italia, tercer economía
de la zona euro, tras la dimisión del jefe de gobierno Matteo Renzi, que
torna probables las elecciones anticipadas y galvaniza ya a los
populistas del Movimiento 5 estrellas y de la Liga del Norte.
Holanda organizará asimismo legislativas en marzo: el partido del
extremista anti-musulmán Geert Wilders podría ganar por primera vez,
incluso si el paisaje político holandés, muy fraccionado, podría
impedirle la formación de una coalición gubernamental.
Seguirá en mayo la presidencial francesa. Se espera que el Frente
Nacional y su candidata Marine Le Pen alcancen la segunda vuelta frente
al conservador François Fillon, aunque la decisión del presidente
saliente François Hollande de no volver a presentarse abre el juego.
En el otoño boreal, Angela Merkel volverá a presentarse ante los
electores. Tras haber resistido mucho tiempo mejor que sus vecinos a la
ola populista, la canciller alemana, que en 2015 abrió la puerta grande a
los refugiados, padece hoy el alza del partido anti-inmigración y
anti-islam AfD y también fuertes críticas en el seno de su propia
familia política.
Los sondeos dan hoy a Merkel como ganadora y a Le Pen como perdedora.
Pero todo puede cambiar aún y las encuestas, que anticipaban la derrota
del Brexit y el triunfo de Hillary Clinton, están desacreditadas.
Yascha Mounk, investigador de la escuela de gobierno de Harvard, destaca “la incertidumbre enorme” que vivimos para 2017.
“Una cosa es cierta: la elección de Trump prueba que no hay límite
natural al crecimiento de los movimientos populistas. Si las personas
piensan que es imposible que Marine Le Pen gane, cometen los mismos
errores que cometieron muchos de mis amigos al pensar que Trump no podía
ganar”, dijo.
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El tiempo lo dirá
¿Será Trump el Berlusconi estadounidense? ¿Será un pragmático capaz
de soluciones originales para reactivar a Estados Unidos? ¿O un
imprevisible narcisista a los comandos de la primera potencial mundial?
Una nueva crisis aguda y la manera en la cual los países europeos
trabajen para enfrentarla podría “hacer la diferencia en cuanto al
futuro de las fuerzas populistas” europeas, dijo.
Para Mounk, la preocupación yace sobre las mismas bases del sistema
democrático estadounidense. Trump podría “amenazar la separación de
poderes”, dijo, y tornar a Estados Unidos en “una democracia defectuosa,
como Ucrania o algunos países de América latina”.
En lo inmediato, “la victoria de Trump)otorga una cierta confianza”
a los populistas europeos y “facilita su discurso”, explica Giovanni
Grevi, analista del Centro de Política Europea en Bruselas.
Pero su progresión, afirma, dependerá mucho de la manera en la cual
el magnate inmobiliario y estrella de la telerrealidad “traduzca en
acciones las promesas de candidato”: frenar la desindustrialización
repatriando millones de empleos que partieron a China o México, y devolver a su país de origen a los inmigrantes clandestinos, prioridades compartidas por los populistas europeos.
Algunos responsables populistas europeos ya se presentaron como
aliados: Marine Le Pen fue la primera en felicitar a Trump, el líder
eurófobo británico Nigel Farage fue el primer extranjero en visitarle.
Más allá del contexto político de cada país, Europa, ya estremecida
por las crisis del euro y de los refugiados, “permanece vulnerable”,
subrayó Grevi.
Una nueva crisis aguda y la manera en la cual los países europeos
trabajen para enfrentarla podría “hacer la diferencia en cuanto al
futuro de las fuerzas populistas” europeas, dijo.
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Con información de Catherine Triomphe / AFP