El camino de Donald Trump a la casa blanca ha estado salpicado de una serie de protestas al desnudo, que han ido desde la presencia de mujeres sin sostén en un centro electoral de Trump hasta la instalación de Spencer Tunick de 130 manifestantes desnudos afuera de la Convención Nacional Republicana en Cleveland. Estos manifestantes continúan con una larga tradición de protestas al desnudo, donde la desnudez se ha empleado como una señal de desafío para resaltar la difícil situación de los oprimidos.
En una época en la que los medios de comunicación están saturados de desnudez, el cuerpo desnudo parece haber perdido su poder. Sin embargo, en medio de los temores de que el gobierno de Trump dé marcha atrás con décadas de avance en los derechos de las mujeres, es posible que las protestas al desnudo hayan recuperado su relevancia.
Cuando 100 manifestantes semidesnudos marcharon a la Torre Trump el 19 de noviembre algunos de ellos presentaron sus cuerpos con metáforas del planeta humano, sensible al cambio climático. Otros usaron sus cuerpos para expresar el temor de que las mujeres, durante el gobierno de Trump, se conviertan en un grupo marginado. La desnudez de los manifestantes es una respuesta desafiante a las revelaciones hechas durante la campaña de Trump acerca de sus actitudes hacia los cuerpos imperfectos, confrontando el supuesto papel de Trump como “hombre del pueblo” al mostrarle cómo luce el verdadero Estados Unidos. Si Trump representa a los “estadounidenses comunes”, debe aprender a aceptarlos en todos los tamaños y formas.
Sin embargo, no se trata solo de simples cuerpos desnudos. Los manifestantes han decorado sus cuerpos con heridas y cortadas falsas que representan el daño que podría causar el gobierno de Trump. Es una advertencia de que si el gobierno tiene demasiado poder, quienes no lo tienen habrán de sufrir.
La elección de Trump ha hecho que muchos estadounidenses se sientan abrumadoramente impotentes. Así, para ellos, tendría sentido recurrir a un método de protesta que, desde hace mucho tiempo, ha estado relacionado con los oprimidos y los grupos minoritarios. La desnudez es una herramienta que está a disposición de casi cualquier manifestante: una última línea de defensa accesible casi universalmente. Es un acto de desafío que sigue estando disponible incluso para aquellas personas que carecen de poder debido a su bajo estrato social, a la falta de dinero, o simplemente a que son personas ordinarias. Así, los campesinos mexicanos que protestaron en 1992 contra la apropiación de sus tierras por parte del gobierno recurrieron a las protestas al desnudo como último recurso, explicando su acción diciendo “nos desnudamos porque… no tenemos dinero para comprar un anuncio en las noticias… no tenemos más armas, lo único que tenemos son nuestros cuerpos”. Este movimiento, conocido como Los 400 Pueblos, continúa esporádicamente hasta el día de hoy.
El conflicto humano se basa en las relaciones de poder entre partes opuestas. El poder suele derivarse del control de recursos tangibles, pero también se ejercita de manera simbólica a través de gestos corporales. En el texto de Foucault sobre la subyugación, se iguala el poder con el control del cuerpo. En tiempos de conflicto, el dominio se ejerce a través de acciones que demuestran control sobre los cuerpos “dóciles” de los demás. A la inversa, evidenciar el control sobre el propio cuerpo frente a un enemigo es mantener el control sobre la propia dignidad e identidad.
Quizás el ejemplo más reconocible de protesta al desnudo está capturado en la fotografía tomada por Ladislav Bielik, en la que aparece un hombre en una protesta pacífica contra la ocupación soviética en calles de Checoslovaquia en 1968. En la imagen, el hombre aparece rasgándose la camisa para mostrar su pecho desnudo, presentándolo con actitud desafiante ante un tanque de guerra que se aproxima. El acto de desgarrar su camisa equivale a levantar el puño, y expresa una ira contenida tan avasallante que no puede ser contenida internamente y es obligada a salir del cuerpo en la forma de un gesto visible. Cuando se presiona un pecho desnudo contra un cañón, como en la fotografía de Bielik, la evidente desigualdad parece claramente injusta. El conflicto se revela como desigual, y los oponentes se presentan claramente como víctima y opresor, respectivamente.
Tales gestos parecen transformar la imagen de un cuerpo frágil y expuesto en una muestra de fuerza bruta, donde el poder supera a la fuerza opositora.
Poder desnudo
Al desnudarse en público, los manifestantes reafirman el poco poder que aún les queda. La desnudez no solo implica quitarse la ropa, sino que es un gesto significativo que expresa un cambio de actitud de la obediencia al desafío. Al mismo tiempo, es una provocación directa a aquellos que, como Trump, son proclives a cosificar el cuerpo femenino.
La desnudez ha sido utilizada para propósitos similares por el grupo Femen, en protestas contra la cosificación, especialmente contra el sentimiento de que las mujeres han sido “despojadas de la propiedad” de su propio cuerpo. Femen aprovecha el poder de la desnudez para contraatacar “los significados ornamentales de la desnudez femenina”, aunque no porque piensen que la desnudez posea un poder innato; ellas obtienen poder con el cuerpo desnudo, y no a través de él. Estas manifestantes presenta su cuerpo no como objeto pasivo y erótico, sino como un Otro impredecible e intimidante.
La otredad de la forma femenina se basa en que resulta poco familiar. Históricamente, el cuerpo femenino ha sido extraño y misterioso y, como resultado, ha sido tema de numerosos mitos e ideas equivocadas, algunas de las cuales persisten hasta el día de hoy en Estados Unidos.
En épocas anteriores, las mujeres han sido capaces de aprovechar la percepción de su cuerpo como algo peculiar e incluso monstruoso. Por ejemplo, la leyenda irlandesa de Cú Chulainn describe cómo, cuando éste se vuelve contra su tío el rey Conchobor durante un brote de rebeldía juvenil, el rey le envía una compañía de mujeres para “exponer… su audacia ante él”. El joven guerrero se siente tan intimidado por lo que ve que opta por retirarse. De manera similar, en El diablo de la isla Papa Fig, de Jean de La Fontaine (1674), una mujer puede evadir al diablo enseñándole su “tajada”. Al creer que la “tajada” de la mujer es una herida infligida por un acto de terrible violencia, el diablo imagina que el marido de la mujer es aún más monstruoso que él mismo, por lo que huye con espanto.
Cuando los supresores masculinos desconocen el cuerpo femenino y lo que puede hacer, las mujeres como ésta pueden aprovecharse de los rumores y de la desinformación para deserotizar su cuerpo.
Esto no quiere decir que el cuerpo tenga que ser deserotizado para que se vuelva poderoso. De hecho, la presentación erótica del cuerpo encierra un tremendo poder, como puede atestiguarlo cualquier artista de burlesque. Los próximos Juegos Mundiales de Burlesque demostrarán lo poderoso que es invitar a la cosificación en un entorno adecuado. Público y artistas de neo-burlesque ubican al striptease en un mundo posfeminista, en el que cuerpos de todas formas, tamaños y géneros merecen ser objeto de una murada erótica.
Los manifestantes anti-Trump revelan que este ideal posfeminista sigue siendo un ideal distante para la corriente principal de Estados Unidos. El simple hecho de que su desnudez atraiga la atención de la prensa es una prueba de que Estados Unidos aún está a la zaga de las partes más liberadas del mundo en cuanto a su enfoque de la desnudez femenina. Si el gobierno de Trump realmente hace retroceder al feminismo como muchas personas temen, las protestas al desnudo seguirán siendo una herramienta adecuada y eficaz para las mujeres estadounidenses durante la presidencia de aquél. En tanto el gobierno cosifique el cuerpo femenino, las manifestantes podrán usar su propio cuerpo para confrontar al status quo.
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