Hay un medicamento que elimina los malos recuerdos

No es ciencia ficción ni el argumento de alguna película, es un estudio
que realizó la Universidad de Basel (Suiza) en 2013, en colaboración con varias
casas de estudio, y que sirvió para encontrar los compuestos químicos que
regulan la expresión de los recuerdos. Permitió, además, comprobar cómo ciertas
moléculas administradas a través de fármacos afectan al organismo mediante una
reducción de los recuerdos desagradables. El artículo con las conclusiones acaba
de ser publicado en la revista PNAS.

La investigación utilizó como punto de arranque los mecanismos genéticos
que regulan los recuerdos; partiendo de los conocimientos que se tienen acerca
de la información codificada en ADN humano, los investigadores fueron capaces
de determinar sobre qué compuestos químicos presentes en el organismo deben
actuar los fármacos relacionados con la recuperación de remembranzas.

Se aplicó un proceso de filtro por descarte a un grupo de 20 genes, que se
redujo a 9 tras pasar por diferentes revisiones, bajo criterios variados, y
luego se comprobó cuál de los 9 genes está más relacionado con evocaciones
traumáticas de 349 supervivientes de genocidio. Se llegó al gen HRH1, y se
detectó que interviene en la creación de receptores de histamina H1, de ahí que
se eligiera un antihistamínico para el tratamiento farmacológico.

Los efectos del fármaco, llamado difenhidramina, fueron puestos a prueba
en varias personas; a unas se les suministró una vez esta sustancia y a otras
se les dio un placebo.

Quienes habían consumido el antihistamínico mostraron una tendencia a
recordar menos imágenes desagradables a las que habían sido expuestas hacía tan
sólo cinco minutos, sólo tres horas después de haber tomado una única dosis. El
fármaco no produjo efectos en la recuperación de recuerdos asociados a un tono
emocional neutro o positivo.

Más allá del debate científico, siempre queda el prurito sobre la
pertinencia de reducir la huella que dejan los malos recuerdos. Los científicos
reconocen que para algunas personas, como las que sufren trastorno por estrés postraumático,
puede ser en verdad benéfico este tipo de recursos, pero no dejan de
cuestionarse si no resulta perverso hacer que los fármacos lleguen hasta el
último rincón de la existencia y ser asociado directamente con la felicidad,
apunta el psicólogo catalán Adrián Triglia.

Los malos recuerdos, además de ser complicado etiquetarlos de forma
precisa, forman parte de las lecciones que se reciben a través del roce con el
mundo real y, por tanto, es fácil encontrarles una utilidad, señala Triglia.