Los investigadores saben desde hace décadas que losrecuerdos a menudo son imprecisos, y
que a veces se guardan recuerdos de hechos que nunca llegaron a suceder.
Los falsos recuerdos pueden ocurrir de forma espontánea, o es probable que lo hagan
cuando alguien planta la semilla de una falsa sugestión, y crece más y más a
medida que se piensa en ello.
Los recuerdos falsos influyen en la manera de actuar
de un individuo de la misma manera que los recuerdos ciertos. Un experimento
demostró que las falsas sugestiones sobre la comida que gustaba o enfermaba de
pequeños pueden afectar lo que se come de adultos, y que incluso se llega a creer
que “se recuerda” ese falso recuerdo.
No resulta exagerado decir que, en principio,
cualquiera podría implementarle a alguien un falso recuerdo de forma deliberada.
Algunos analistas incluso han imaginado llevar la idea un paso más allá y hacer
una “dieta de falsos recuerdos”. Aunque fuera científicamente posible, queda resolver
si sería éticamente justificable.
Una investigación financiada por Wellcome Trust, que se
publicó en la Revista de Psicología Cognitiva Aplicada, describe una “terapia
de falsos recuerdos” ficticia a casi mil personas en Reino Unido y en Estados
Unidos.
En el estudio se les solicitó a los participantes que
imaginaran el caso de un paciente obeso en busca de ayuda profesional para
perder peso. Sin el conocimiento del paciente, el terapeuta tenía que intentar
implantarle un falso recuerdo de eventos de su niñez, destinado a cambiar su
relación enfermiza con los alimentos grasos. El terapeuta sólo revelaría el
engaño meses después de completar la terapia.
La pregunta axial para los participantes fue: ¿Sería aceptable este tipo de terapia?
El 41 por ciento de los encuestados dijo que sería, en
general, inaceptable, que un terapeuta tratara así la obesidad; 48 por ciento dijo que sería “aceptable”.
Sólo un cuarto de ellos dijo que la terapia sería “totalmente antiética”, y el
dato más difícil de creer es que uno de cada 10 pensó que sería “totalmente
ético”.
No se diferencian mucho de una investigación de 2011
en la que se analizaban las actitudes de la gente hacia lo que se conocen como
medicamentos ‘amnésicos’. En ese estudio, más de la mitad de los entrevistados
dijo que, si fueran víctima de un gran
trauma, les gustaría tomar un fármaco que atenuara su recuerdo traumático.
Si los tratamientos para modificar los recuerdos son
posibles, y si una parte sustancial de la población encuentra atractiva la idea
de fabricar recuerdos falsos, ya no resulta tan descabellado recurrir a los
recuerdos, ciertos y falsos, para diversos fines, como perder peso.