Anarquía en nuestras pantallas

El movimiento anarquista –en sus
encarnaciones pasadas y contemporáneas- está de vuelta en el primer plano
cultural, y en medida tal que se refleja en la oleada de ofrecimientos de
entretenimiento con tema anárquico desde antes de 1914.

La BBC acaba de sacar al aire una nueva
adaptación, muy popular, de la novela de 1907 de Joseph Conrad, The Secret Agent (El agente secreto). También
tenemos la película de Elie Wajeman de 2015, The Anarchists (Los anarquistas), así como la controversial Nocturama de Bertrand Bonello, estrenada
en el Festival Cinematográfico de Londres 2016. Estas tres obras de ficción exploran
los motivaciones sociales del terrorismo y la criminalidad, y presentan un
espejo a las angustias contemporáneas.

Dados los acontecimientos noticiosos que
dominan nuestros tiempos, no sorprende que la anarquía resulte tan atractiva y
esté tan de moda. Y un análisis detenido de estos tres ejemplos revelará la
razón.

The
Secret Agent

En The
Secret Agent, Conrad imagina una explosión real en Greenwich, Londres, en
1894. El anarquista francés Martial Bourdin muere cuando detona accidentalmente
la bomba que lleva a un destino desconocido, tal vez Rusia.

La novela de Conrad ofrece muchos
paralelos fascinantes entre el ayer y el hoy, y la adaptación los recrea de una
manera sublime. La narrativa general habla de un conflicto de espías rusos y
fuerzas policiacas internacionales. Y Conrad propone que la explosión de
Greenwich fue tramada por la embajada rusa como un intento para hacer que Gran
Bretaña renuncie a su tan cacareada tolerancia para los refugiados políticos
extranjeros.

Esos refugiados incluyen a cientos de
anarquistas extranjeros en una época en que el movimiento pasaba por una fase
de radicalización terrorista. La obra de ficción se remonta a un periodo en que
la inmigración y el asilo eran problemas públicos agudos, a los que se sumaba
el extremismo político. En aquellos días, Gran Bretaña adoptó una posición
liberal singular, pues era único país entre todas las potencias internacionales
que defendió a brazo partido un derecho de asilo casi absoluto para los
revolucionarios extranjeros; al menos hasta que se aprobó la Ley de Extranjería
de 1905.

Sin embargo, el atractivo actual de The Secret Agent no deriva de la
nostalgia por esa apertura liberal, pues representa a los anarquistas como individuos
lamentables e ineficaces, a pesar del “miedo negro” internacional provocado por
la oleada de terror anarquista del periodo 1870-1920.

En su lugar, ofrece una descripción
detallada y de gran precisión histórica en cuanto al uso extensivo que hizo
Gran Bretaña de la vigilancia política y su insistencia en mantener en secreto
este asunto. Como tal, hoy son obvias las razones de su popularidad. El énfasis
político, tanto de la novela como de la serie, recae en la intriga diplomática
de la ingeniería del terror: una sugerencia provocadora de que el terrorismo se
origina en las altas esferas políticas más que en las tramas revolucionarias, y
que sigue siendo incomprensible para el público.

The
Anarchists

Una cinta que arrasó con Cannes el año
pasado, The Anarchists arroja una luz
más amable sobre los anarquistas, quienes son retratados como revolucionarios
románticos en vez de amenazas.

La película está ambientada en París en
1899 (otro núcleo anarquista en aquellos días), una década después de The Secret Agent, pero en la misma época
dorada del activismo anarquista previo a 1914. Se trata de otra historia de
infiltración policiaca con consecuencias desastrosas, aunque de corte
sentimental. Jean, un joven agente de policía, infiltra a un grupo de
anarquistas “ilegalistas” –proponentes de actos ilegales como instrumento de
propaganda política- con quienes, inevitablemente, forja lazos estrechos hasta
que el deber lo obliga a traicionarlos.

Si bien hay momentos en que la recreación
del anarquismo decimonónico es un poco formularia, la evocación del anarquismo
como una revolución juvenil, romántica e intemporal es bastante convincente,
sobre todo subrayada con el uso de música contemporánea. Los anarquistas de
Wajeman predican la emancipación personal y la rebelión contra la opresión
capitalista y el trabajo inclemente, así como contra la burguesía y sus códigos
morales.

Este retrato doble del anarquismo –una
revuelta contra la brutalidad del capitalismo y una aspiración romántica- encontró
un eco notable en el movimiento “Nuit
Debout” de 2016 y también resuena con el renacimiento de los movimientos
sociales internacionales de extrema izquierda. En este caso, podría
argumentarse que la ficción histórica dio voz a una insatisfacción profunda,
pero incipiente entre la juventud francesa, demostrando que la acción
revolucionaria podría dar salida a esta energía.

Nocturama

Lo mismo podría decirse de Nocturama, una cinta con un diagnóstico
y un pronóstico mucho más sombríos. La película se centra en un ataque en
múltiples locaciones parisinas a manos de un grupo de jóvenes, quienes luego se
ocultan durante la noche en una lujosa tienda departamental (llamarlos
anarquistas puede ser problemático, pues los motivos de los protagonistas en
ningún momento son claros, ni para los espectadores ni para ellos).

Sus objetivos altamente simbólicos –que
incluyen el Ministerio del interior, una estatua de Juana de Arco y el director
de HSBC- sugieren el terrorismo anti-establishment de izquierda, aunque los
personajes solo proporcionan explicaciones superficiales para sus ataques,
diciendo que también podrían haber destruido Facebook y la federación de
empleadores de Francia. Podemos ver a uno de los personajes usando una máscara
tipo Anonymous. La película dirige su crítica más acerba al consumismo,
mientras los personajes merodean y soportan la noche entre provocadoras, pero
insulsas prendas de vestir, alimentos, juguetes y aparatos tecnológicos en la
tienda Samaritaine.

Si bien The Secret Agent y The
Anarchists son obras de época, Nocturama
es perturbadoramente actual. Comunica un auténtico sentido de desastre
inminente respaldado por su personaje profético: escrita en 2010, fue rodada en
2015, entre las matanzas de enero en Charlie Hebdo y los ataques masivos de París,
en noviembre. La película plasma la profunda inquietud de los jóvenes franceses
y las democracias occidentales en general, con un personaje afirmando
ominosamente que “tenía que ocurrir”. Nocturama,
de manera natural, es la más perturbadora, porque también es la más seductora
estéticamente y nos presenta una sociedad condenada a la autodestrucción, sin
la distancia retrospectiva que proporciona el drama
histórico.

De distintas maneras, las tres obras de
ficción muestran que el anarquismo y el terrorismo son sinónimos de la
enfermedad que aqueja a nuestra civilización, signos de la sensación muy “fin
de siglo” de que estamos parados al borde del desastre. Son la continuación de
una larga tradición de anarquismo de ficción que refracta un estado de profunda
angustia frente a la política internacional, el terrorismo, la inmigración, el
activismo de izquierda y sus causas seminales.

Constance
Bantman es académica de la cátedra de francés en la Universidad de Surrey.

Publicado en colaboración con Newsweek / Published in colaboration with Newsweek