El término proviene del griego “humor
alterado”, los afectados por la distimia suelen continuar con su rutina durante
años sin recibir ningún tipo de tratamiento o asistencia. Presentan signos de
abatimiento, una especie de melancolía constante, pero nada que denote un
trastorno psicológico. Es un trastorno afectivo, y la tasa de eficacia de los
tratamientos es muy alta.
Afecta a un dos por ciento de la población,
con una mayor tasa de incidencia entre mujeres. No hay que confundirla con un
episodio de pesadumbre; cualquiera es susceptible de sentirse así; para que la
tristeza se considere distimia debe durar al menos dos años.
Los síntomas más usuales en los
pacientes afectados son la melancolía; consideran casi imposible encontrar la
felicidad y la satisfacción en su rutina diaria. Presentan, además, baja autoestima,
no son capaces de tomar decisiones, y la concentración y la memoria se ven
afectadas. El cansancio y la baja actividad también aparecen, junto con
patrones de alimentación y sueño alterados.
Es usual que los afectados empiecen
a aislarse socialmente poco a poco, lo que a la larga acarrea incapacidad
social y, en casos extremos, fobia social.
Existe cierta controversia sobre las
causas del trastorno distímico; investigaciones apuntan a una prevalencia del
factor hereditario, y nuevos estudios sugieren que las causas son ambientales:
reveses puntuales de la vida y situaciones de estrés prolongadas.
La peculiaridad única del trastorno
distímico es que más del 75 por ciento de los afectados padecen alguna otra
problemática crónica; una dolencia física, drogadicción, u otro desorden
psiquiátrico. El personal médico tiene dificultades en establecer cuál problema
se dio primero, ya que los tempos de inicio los síntomas son dispersos.
Para tratar este padecimiento se
requiere de un trabajo intenso con el afectado en aras de detectar las causas
subyacentes. Los dos tratamientos más eficaces son la terapia
cognitivo-conductual y la psicoterapia, y en ocasiones, ayuda de fármacos.
La diferencia entre una persona con distimia y
uno con depresión, es que la primera sigue con su vida, mientras que la segunda
no puede continuar. En el trastorno distímico no se experimenta falta de
interés, y se registra incluso placer. No se presenta agitación, ni tampoco
lentitud motora. No son usuales los arrebatos o pensamientos recurrentes sobre
el suicidio o la muerte.
La distimia es una tristeza queda, que no se va; una neblina que no
permite apreciar la realidad a cabalidad.