A veces abandonamos la actividad sexual, pero no lo hacemos a propósito: tal vez pasamos por un rompimiento; nuestra pareja está enferma; o un calendario de actividades demasiado ajetreado ha paralizado nuestra vida sexual. Así, unos pocos días sin sexo se convierten en semanas, las semanas se transforman en meses, y antes de darnos cuenta, hemos hecho un voto de abstinencia involuntario. Esos periodos de inactividad sexual ocurren de vez en cuando, mas la falta de sexo puede tener efectos significativos en nuestro organismo.
MENOR IMPULSO SEXUAL
Si no hemos tenido sexo en algún tiempo, hay mayor probabilidad de que empecemos a desear menos sexo. Durante la actividad sexual, el cuerpo se inunda de endorfinas que nos hacen sentir bien y nos ayudan a relacionar el sexo con sentimientos positivos. La abstinencia sexual disminuye esta asociación y en consecuencia, reduce la necesidad de sexo.
Desde la perspectiva psicológica, la libido o impulso sexual se canaliza hacia otros ámbitos.
“La libido puede incrementar tus aspiraciones profesionales y manifestarse con más ambiciones de éxito o bien, puedes canalizar tu energía sexual en tus hijos en vez del coito”, dice la Dra. Fran Walfish, psicoterapeuta familiar y de relaciones en Beverly Hills, y autora de The Self-Aware Parent.
Walfish agrega que, no obstante el tiempo que hayamos sido abstinentes, podemos recuperar el mismo impulso, energía y apetito sexual que disfrutábamos antes. Sin embargo, previene: “No esperes un incremento repentino de la libido si nunca tuviste un impulso sexual elevado”.
MÁS ESTRÉS
La falta de actividad sexual regular puede conducir a un incremento en los niveles de estrés. Un estudio de 2005, publicado en la revistaBiological Psychology, halló que la penetración vaginal, pero no otras conductas sexuales, se asociaba con un mejor rendimiento físico y mental, y menores niveles de estrés. Las personas que no habían tenido sexo regular mostraron mayores incrementos de presión arterial en respuesta al estrés que quienes habían tenido coito reciente. Al parecer, el sexo actúa como un mecanismo de defensa para hacer frente a momentos estresantes.
BAJA AUTOESTIMA
La interrupción de nuestra vida sexual puede ocasionar que nos sintamos tristes y menos deseados. Diversos investigadores creen que el semen posee propiedades antidepresivas que contrarrestan los sentimientos de depresión. El semen contiene varias hormonas, incluidas testosterona, estrógeno, FSH (hormona foliculoestimulante), hormona luteinizante, prolactina, y varias prostaglandinas. De hecho, se han detectado estas hormonas en la sangre de mujeres a pocas horas de tener contacto con el semen.
En un estudio publicado en 2002, enArchives of Sexual Behavior, los investigadores hallaron que el uso del condón –una medida indirecta de la presencia de semen en mujeres- se vinculó con las calificaciones del Inventario de Depresión de Beck. Las mujeres que tenían relaciones sexuales sin preservativos sufrían menos depresión, en tanto que los síntomas depresivos y los intentos de suicidio de las mujeres que usaban condones fueron proporcionales a la regularidad con que usaban preservativos. Así pues, es posible que el semen disminuya los síntomas depresivos en la medida en que la vagina absorbe los componentes del semen.
MENOS INTELIGENCIA
Menos sexo puede traducirse en menos inteligencia. Un estudio de 2013, publicado enHippocampus, determinó que el sexo estimula la neurogénesis –la formación de neuronas nuevas- y también mejora la función cognitiva. Esto se debe a que las experiencias sexuales conducen al desarrollo de células en el hipocampo, región cerebral fundamental para la memoria a largo plazo. En otras palabras, el sexo ofrece el potencial de prevenir el deterioro que resulta en la pérdida de memoria y la demencia.
DEBILIDAD DEL SISTEMA INMUNOLÓGICO
La menor actividad sexual podría volvernos más propensos a padecer resfriados y otras enfermedades. En cambio, según un estudio de 2004, divulgado enPsychological Reports, el sexo regular, con moderación, podría fortalecer nuestro sistema inmunológico. Los investigadores evaluaron la fortaleza del sistema inmunológico de los participantes midiendo los niveles de inmunoglobulina A (IgA), un antígeno que se encuentra en la saliva y las mucosas. IgA es la primera línea de defensa contra los refriados y la influenza, pues se une a las bacterias que invaden el cuerpo, y luego activa al sistema inmunológico para que las destruya. Los participantes que tenían actividad sexual más frecuente mostraron niveles de IgA significativamente más altos que los otros voluntarios del estudio.
DISFUNCIÓN ERÉCTIL
La abstinencia sexual puede aumentar la probabilidad de disfunción eréctil (DE). En 2008, un artículo deAmerican Journal of Medicine reveló que los hombres que tenían sexo una vez por semana tenían la mitad de probabilidades de desarrollar DE respecto de los varones que tenían relaciones sexuales con menos frecuencia. A lo largo de cinco años, los investigadores estudiaron a 900 hombres en sus 50, 60 y 70 años, y demostraron que la actividad sexual regular preservaba su potencia de la misma manera que el ejercicio preserva la capacidad aeróbica del cuerpo.
En conclusión, el sexo puede reducir el riesgo de DE, incluso a una edad avanzada.
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Este artículo apreció originalmente en el Medical Daily.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek