¿Roosh de derecha?

ROOSH V solía salir casi todas las noches en su búsqueda para seducir mujeres, pero hoy tiene una labor mucho más sencilla: se concentra en fastidiar solo a una.

Es el día inaugural de la Convención Nacional Republicana (CNR), que se celebra en Cleveland, cada julio, y el más odiado “artista del ligue” del mundo se infiltra en un grupo de manifestantes afuera de la arena. Porta una gorra de Hillary Clinton (Roosh apoya a Donald Trump), y en un video que transmite por Periscope, él y los manifestantes chocan. “Esta chica se me acercó y trató de tocarme sin mi consentimiento”, dice ante la cámara de su teléfono inteligente, simulando la indignación políticamente correcta de la que él se burla. “Ella me dijo: ‘Regrésate a Oriente Medio’. ¡Ella es islamofóbica!”

Roosh, cuyo padre es de Irán, luego gira su cámara hacia la mujer que le grita: “Eres una mierda. ¡No te toqué!” Lo llama violador. Se forma una multitud. Otra mujer se aproxima, sosteniendo un micrófono, y dice que pertenece a Canadian Broadcasting Corp. “¿Quién eres?”, le pregunta ella a Roosh. Antes de que pueda responder, la multitud empieza a corear: “¡Violador! ¡Violador!” y la primera mujer dice: “Deberías suicidarte”.

Roosh está complacido. No solo pudo pelear con algunos de los “guerreros de la justicia social” que él desprecia, sino que también consiguió material para compartir con sus muchos seguidores. Y no olvides toda esa publicidad gratuita, la cual requiere ahora que intenta hacer su transición de “artista del ligue” (practica sin cesar el “arte” de la seducción) a un héroe del movimiento de la “derecha alternativa”.

REUNIÓN CRUDA

Al igual que el pomposo candidato presidencial dentro del salón de convenciones, Roosh considera que Estados Unidos es demasiado políticamente correcto. Sobre esto versa en gran medida su nuevo libro, Free Speech Isn’t Free, desde que se embarcó en una gira de conferencias en el verano de 2015 (“La condición del hombre”), él ha evolucionado de ser un gurú del “ligue” a ser un provocador conservador, uniéndose a figuras como Milo Yiannopoulos, el extravagante editor de Breitbart a quien Twitter proscribió recientemente por incitar al acoso. Yiannopoulos es un líder de la derecha alternativa, una subcultura nacionalista obsesionada con los memes que se desarrolló en foros en línea, se hizo de un grupo de seguidores entre los partidarios de Trump y reproduce los movimientos de derecha que se diseminan en el extranjero. Sus miembros incluyen supremacistas blancos, antisemitas y troles de internet.

Aun cuando Roosh dice que él no es parte del movimiento —solo tienen enemigos comunes—, su alianza con sus líderes fue evidente en la CNR, donde asistió a una fiesta que dio Yiannopoulos. También estuvo allí Geert Wilders, el controvertido político holandés en juicio por su discurso de odio contra los inmigrantes. Un periodista que asistió al evento lo describió como un “infierno lleno de troles maniáticos y neofascistas petulantes de todo el rincón lodoso de internet”.

Los seguidores de Roosh, cuyo verdadero nombre es Daryush Valizadeh, lo conocen como un bloguero que ha administrado sitios web dedicados al “ligue” —trucos y técnicas para seducir mujeres— desde alrededor de 2001. Su sitio web Return of Kings “busca dar lugar al regreso del hombre masculino en un mundo donde la masculinidad es cada vez más castigada y avergonzada”. Hay más de un millón de entradas en su foro, y él ha autopublicado 18 libros.

Quizás es mejor conocido —y más odiado— por proponer un Día Internacional de Reunión Tribal en febrero. Los asistentes (no se permitían mujeres ni gays) iban a congregarse en locaciones fijadas, identificarse entre sí con una frase en clave y luego irían a bares o cafés. Las 165 reuniones en 43 países ofrecerían “la oportunidad de conocer a otros hombres de mentalidad similar”, escribió él.

Citando artículos sobre la violación que Roosh había escrito, los activistas y canales de noticias (incluidos la revista New York, el Daily Mail, el Toronto Sun, Cosmopolitan y Mashable) afirmaron que los eventos tenían un propósito más perverso. Un titular típico, del sitio web de noticias locales DNAinfo: “Grupo ‘por los derechos de los hombres’ a favor de la violación planea un mitin el sábado en Chicago”. La policía supuestamente advirtió a las mujeres que evitaran las áreas cercanas a las reuniones.

Se dio una indignación global. Políticos en Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Australia hablaron en contra de Roosh, los activistas salieron en desbandada a firmar peticiones en su contra, y un legislador británico lo llamó “una vergüenza para todos los hombres”.

Quienes etiquetan a Roosh como un “defensor de la violación” señalaron su entrada de blog de 2015 “Cómo detener la violación”. La solución, escribió él, era legalizarla en propiedad privada para que las mujeres hicieran más para protegerse a sí mismas. Luego llamó al texto “una disquisición satírica”, pero en un artículo diferente escribió: “Un ‘no’ cuando tratas de quitarle a ella las bragas significa… ‘¡No te rindas ahora!’” En otro se quejó de que la sociedad les da injustamente a las mujeres todo el poder para determinar si el sexo es consensuado.

La Liga Contra la Difamación lo ha acusado de antisemitismo, y el grupo feminista Femínistafélag Islandia ha llamado a uno de sus libros una “guía para violar”. El Centro Legal para la Pobreza Sureña, el cual monitorea grupos de odio y extremistas, incluyó su escrito en un reporte sobre sitios web que “abundan en ataques misóginos”.

“Él es una parte importante de un mundo que es increíblemente misógino, que versa enteramente sobre el odio a las mujeres”, asegura Mark Potok, alto miembro del Centro Legal para la Pobreza Sureña. “Si solo fuera un cretino interesado en seducir mujeres con mentiras variadas, eso no nos interesaría”.

Roosh insiste en que sus reuniones no iban a ser mítines a favor de la violación. “Eran solo para que los hombres se reunieran, como en una típica hora feliz”, dice a Newsweek en su primera entrevista desde la controversia. Al principio se rió de las acusaciones de estar “a favor de la violación”, pero cuando el colectivo de hackeo cibernético Anonymous publicó en línea información personal de él y de su familia, se preocupó por la seguridad de los asistentes a sus reuniones y decidió cancelar los eventos. “Todo es un gran malentendido”, dice él.

¿En cuanto a la supuesta disquisición “Cómo detener la violación”? “Tal vez me pasé de la raya. No sé”.

¿DESCALZO Y FURIOSO? Roosh insiste en que no es misógino, explicando que él simplemente piensa que las mujeres deberían apegarse a los roles tradicionales en la sociedad. FOTO: ROOSH V

“LA CONSPIRACIÓN GLOBAL”

Cuando me reuní con Roosh en un Starbucks en Washington, D.C., llegó temprano. Resulta sorprendente pues suele decirle a sus lectores que se presenten cinco o 10 minutos tarde a las citas. (“Ella tendrá sentimientos de ansiedad enfocados en tu llegada, en vez de las dudas que tendría con respecto a ir a verte”.) Es menos sorprendente que grabe la entrevista. “Tu editor, ¿es parte de la conspiración global?”, pregunta Roosh. [Nota del editor: Sí.] “¿No? Pero permíteme preguntarte esto: ¿quién lo contrató a él? ¿[Y] quién lo contrató a él?” Roosh es alto y tiene una barba tupida con algunas canas. Usa una gorra roja de “Hagamos a EE. UU, grandioso de nuevo” y una camiseta, jeans y tenis negros. Creció cerca de Washington y dice que regresó a visitar a sus padres; ha saltado entre países la última década y últimamente se ha aficionado a Rusia, Polonia y Ucrania.

El enfoque de Roosh ha cambiado, y Free Speech Isn’t Free lo demuestra. Sus libros anteriores explicaban cómo “acostarse” con mujeres, pero su más reciente opta por un tema bastante familiar para los seguidores de Trump: cómo la gente de grupos minoritarios puede decir lo que quiera mientras que los hombres blancos heterosexuales no pueden. “Hay intentos activos de silenciar a los hombres, de marginarlos, y al mismo tiempo de elevar todas estas agendas y puntos de vista izquierdistas”, me dice.

Ese cambio de pensamiento ocurre por toda la “hombresfera”, la red informal de sitios web, blogs y foros en línea que tratan la masculinidad, las citas y los derechos de los hombres. “En cuanto aprendes a tener suerte con las mujeres, entonces aprendes a entender los problemas políticos y filosóficos más profundos”, dice Mike Cernovich, otro líder no oficial del movimiento y amigo de Roosh, en un correo electrónico. “Empiezas a preguntarte por qué las relaciones de género son tan tóxicas, y de allí te metes en honduras enteramente nuevas”. Pocos exploran esas ideas tan bien como Roosh, añade Cernovich. “Roosh es un alivio bienvenido a la banalidad del pseudointelectualismo que pasa como ‘pensamiento libre’ hoy día”.

Con la elección de la primera presidenta de EE. UU. como una posibilidad en ciernes, tiene sentido que Roosh y sus seguidores se vuelvan más políticos. “La misoginia y el mundo de la hombresfera se han vuelto una gran parte de lo que ahora llamamos derecha alternativa”, dice Potok. “En los 15 años o más que he hecho este trabajo, una verdadera misoginia y odio a las mujeres e incluso una defensa de la violación y las palizas a mujeres se han vuelto más y más parte de la derecha radical en Estados Unidos”.

Roosh insiste en que él no es un activista por los derechos de los hombres, tampoco está contra las mujeres. Que solo cree en los roles de género “tradicionales”: “Pienso que estoy a favor de las mujeres por el hecho de que quiero que ellas vivan una vida que sea acorde a su genética biológica”. Los hombres también deberían vivir la vida de acuerdo a los roles tradicionales, dice. “[Él] debería encabezar un hogar. Pienso que una mujer debería ser sumisa con su marido; me atacan porque digo eso”.

Una de esas críticas es Sara Singh Parker-Toulson, una activista canadiense quien inició una petición en contra de Roosh en el verano de 2015 que reunió casi 50 000 firmas. Considera que hay un peligro real en las ideas que Roosh disemina. “Hay muchos jóvenes vulnerables en internet quienes buscan una explicación de por qué el mundo es como es”, dice ella, “y él se las da”. Menciona a Elliot Rodger, el joven de 22 años que mató a seis personas en Isla Vista, California, en 2014. Este había dicho que quería castigar a las mujeres por rechazarlo, y frecuentó un sitio web de la hombresfera. En 1989, un canadiense de 25 años mató a 14 mujeres después de anunciar que “combatía el feminismo”. En 2011, un hombre de Massachusetts se prendió fuego afuera de una corte después de perder un caso de custodia infantil. “El gobierno federal le declaró la guerra a los hombres”, escribió él antes del incidente. “Es hora, muchachos, de darles una probada de guerra”.

Roosh está demandando a una de sus críticas, una mujer anónima que afirma que él la violó. S. Jane Gari, una autora, publicó una entrada de blog con la acusación de la mujer en febrero. La mujer alegaba que él la siguió a su casa desde un club nocturno en Islandia y le preguntó si podía usar su baño (una táctica de “ligue” sobre la que él ha escrito). La mujer dijo que cuando le permitió pasar, él “la subyugó” y la violó. La mujer nunca hizo una acusación formal, según Gari.

“Esa es la pila más grande de mierda que he leído jamás. Eso no sucedió”, dice Roosh. Gari se negó a comentar “debido a la situación legal potencial”.

Roosh ha contratado guardaespaldas y a veces usa disfraces en público. “A lo único que le temo en la vida es a una turba”, dice él. “Solo se requiere de una persona loca en esa turba que quiera ser un héroe… para que saque un cuchillo y te apuñale”. Es fácil enviar amenazas, gracias a internet, y él ha recibido muchas. “Odio decirlo”, dice con una sonrisa de suficiencia, “pero la manera real de detenerme es matándome”.

“EL ODIO PAGA”

Después de pasar a un restaurante ruso cercano al Starbucks (“linda, pequeña, delgada”, dice él de nuestra mesera), Roosh guía el camino hacia un área con bares que él conoce de sus primeros días en que trataba de “ligar” mujeres. También quiere presumir su gorra de Trump en una ciudad donde solo 6 por ciento de los votantes son republicanos. El primer bar, un tugurio, no tiene la suficiente gente que pudiera prestarle atención, por lo que decide seguir adelante. En el siguiente bar, un amigo se le une. El amigo también usa una gorra de “Hagamos a EE. UU. grandioso de nuevo”.

Después de unas cuantas cervezas, tomamos el Toyota del amigo, adornado con pegatinas de Trump en la defensa, hacia el noroeste de Washington, a otro bar. Un segundo amigo de la “escena bloguera” se nos une. Después de ordenar un gin and tonic, Roosh retira un fajo de billetes de su bolsillo. Hay un billete de 100 dólares entre varios de cinco y uno. “El odio paga”, bromea, arguyendo que toda la indignación ha aumentado las ventas de sus libros. Sus seguidores en Twitter se dispararon durante la controversia por las reuniones de febrero y siguen aumentando, creciendo en miles desde la primavera, según el rastreador analítico Twitter Counter. Dice que su libro más reciente vendió más copias en su primera semana que cualquiera de sus libros previos.

“Voy a ser conocido, a causa de [los medios], como un defensor de la violación por el resto de mi vida, hasta que muera”, dijo durante el disturbio en febrero. “Pero al mismo tiempo, me van a conocer”.

Pero no es por ello que está incursionando en política, insiste Roosh. Dice que quiere mudarse a un pequeño poblado en el extranjero y abrir un negocio, algo fuera de línea, aunque no dice más. Después de más de una década de hacer una carrera del dormir con tantas mujeres como fuera posible, ha sentado cabeza con una compañera (no le llama “novia”) y asegura que ya no está en el juego. “Ya tengo 37 años”, dice. “¿Cuánto sexo necesitas?”

Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek