El gobierno jamaiquino por años gastó millones en educación pública e implementó
severas leyes antidrogas para paliar la fama de ser la meca de la marihuana. De
poco le valió, porque su imagen internacional con Bob Marley a la cabeza, cuya
fe rastafari considera fumar un “porro” como un acto religioso, ha sido más
fuerte que lo demás.
Ahora, en lugar de arrestar y rechazar a los rastas del país, las
autoridades jamaiquinas van a apoyarse en ese sector de la población. Y más
todavía; desde el año pasado se acabaron las penas por posesión de pequeñas
cantidades de la hierba; Jamaica también legalizó el uso medicinal y promulga
una serie de medidas que buscan incentivar el “turismo de bienestar”, y la
fuente de ingresos que podría representar.
Motivos le sobran: Jamaica presenta una de las tasas de crecimiento económico
más bajas de los países en desarrollo, en franco y triste contraste con el
éxito que ostentan los locales en materia de deporte y música.
Después de tomar casi todas las medidas que, según los expertos, deben
implementar los países con grandes deudas, como apegarse a planes fiscales
austeros, adoptar políticas macroeconómicas prudentes y crear un ambiente
amigable para los inversionistas extranjeros, le agrega la marihuana a su
arsenal.
Nadie tiene claro cómo se desarrollará la industria. Se sabe que ahora
que Estados Unidos y Canadá se acercan a permitir el consumo de la droga,
Jamaica quiere ser parte. “Aún hay que ver dónde está el verdadero mercado y el
dinero de verdad”, dijo Mark Golding, antiguo ministro de Justicia, quien
generó la legislación que permite la producción de marihuana medicinal en
Jamaica. “Apenas nos estamos preparando para eso”.
Todo esto ha despertado los miedos sobre la desigualdad que tienen los
campesinos rurales de escasos recursos, quienes desde hace mucho tiempo han sido
perseguidos por hacer justo lo que el gobierno ahora quiere echar a andar.
Muchos temen que las grandes industrias entren, monopolicen el mercado y los
dejen al margen.
Los líderes jamaiquinos dicen que están intentando prestarle atención a
las advertencias. La mayoría está de acuerdo en que los campesinos deberían
tener acceso al capital, así como estar exentos de gravosas tarifas de licencia
y otros costos iniciales.
“Jamaica ha estado asociada con esta planta durante mucho tiempo”, dijo
Doug Gordon, quien organizó la primera conferencia CAnEx, una reunión de
líderes locales y gubernamentales. “Ahora, es un negocio, una oportunidad que
puede cambiar el futuro de este país mediante empleos e ingresos”.