Brasil, que estuvo hasta hace poco entre los emergentes de referencia, se despidió con pompa de los primeros Juegos Olímpicos de Sudamérica y enfrenta ahora la dura realidad: el desenlace del juicio de destitución de su presidenta Dilma Rousseff, que puede acabar con 13 años de la izquierda en el poder.
Y la gran pregunta es: ¿cómo sucedió esto?
Del mito de Lula al descalabro económico
En sus dos mandatos consecutivos, Lula se benefició de los efectos del ‘boom’ de los commodities, que hizo que en 2010 Brasil creciera un impresionante 7.5 por ciento, gracias también a programas sociales del gobierno de izquierda que permitieron sacar de la pobreza a más de 40 millones de personas y llevaron el empleo a niveles récord.
El descubrimiento en 2007 del ‘presal’, gigantes yacimientos de petróleo en aguas ultraprofundas, completó la narrativa de que Brasil sería imparable. Envalentonada, la mayor economía latinoamericana peleó entonces con éxito para ser la sede del Mundial de fútbol en 2014 y para que Rio de Janeiro recibiera los Juegos Olímpicos en 2016.
Pero rápidamente las expectativas demostraron ser demasiado altas. Con un modelo de crecimiento basado principalmente en el consumo interno, la desaceleración china y los precios de las materias primas -incluido el crudo- en declive, siguieron cuatro años de magro crecimiento.
En plena Copa Confederaciones en Rio de Janeiro, millones de brasileños salieron a las calles para expresar su descontento con el deterioro de la economía, un llamado de alerta que los movimientos sociales consideran fue desoído por Rousseff.
Desde el segundo trimestre de 2015, el gigante sudamericano entró en recesión y la máquina de malas noticias se aceleró: las agencias calificadoras de riesgo quitaron a Brasil el sello de buen pagador, la economía se contrajo 3,8%, el desempleo cerró el año en 9 por ciento y la inflación se disparó hasta un 10.67 por ciento.
En todos esos rubros, Brasil registró en 2015 las peores estadísticas en 30 años.
Aliados en fuga
Su ahijada política, la exguerrillera Dilma Rousseff, fue reelecta en 2014 por un estrecho margen, con la promesa de retomar el crecimiento sin recortar beneficios de las clases trabajadoras.
Pero acorralada por la crisis, Rousseff emprendió un rígido ajuste fiscal resistido por la izquierda, que finalmente no pudo concretar debido a las trabas que le impuso el Congreso, donde sus detractores ya comenzaban a pavimentar el camino hacia el impeachment.
Acusada de manejar irregularmente las cuentas públicas, Rousseff iba perdiendo aliados políticos, una desbandada que se precipitó tras la ruptura con su propio vicepresidente.
Hasta ese momento en las sombras, Temer la acusó de haberlo tratado como si fuese “un vice decorativo” y se llevó consigo el gran partido de centro PMDB.
Corrupción
“Como ocurrió hace una década, con el escándalo del ‘mensalao’ (que descubrió un sistema de compra de votos en el Congreso por parte del PT) la corrupción en Petrobras mostró que el gobierno de Lula y Dilma tenía no sólo un conjunto de partidos aliados profundamente comprometidos con la corrupción política, sino que el propio PT está involucrado”, opinó Antunes.
Aún sin pruebas concretas de la participación de Lula y Dilma en la red de sobornos, el caso alcanza con sus tentáculos a numerosos partidos políticos y amenaza con crear más inestabilidad a medida que el proceso avanza en los tribunales.