JOHN OROZCO rompió en llanto cuando obtuvo un lugar en el equipo de gimnasia olímpica de Estados Unidos en junio pasado. En los 18 meses anteriores, su madre había muerto repentinamente y él se había recuperado de un desgarro en el tendón de Aquiles. Pocas semanas después, sufrió otro desgarro, pero ahora en el ligamento cruzado anterior (LCA) y en los meniscos de la rodilla izquierda en el campo de entrenamiento del equipo olímpico. No iría a Río de Janeiro después de todo.
El LCA es el ligamento que conecta el fémur con la tibia y confiere a la rodilla la mayor parte de su estabilidad. Se calcula que cada año se producen unos 200 000 desgarros de LCA en Estados Unidos y la mayoría de ellos afectan a las personas que practican algún deporte, especialmente el baloncesto, el fútbol americano, el esquí y el fútbol soccer. “No creo que se pueda subestimar el impacto de una lesión de LCA”, señala la Dra. Martha Murray, cirujana ortopedista e investigadora del Hospital Infantil de Boston.
Murray ha dedicado muchos años a estudiar el LCA, tratando de comprender por qué no sana por sí mismo, y a trabajar en una nueva manera de tratar los desgarros. Actualmente, el procedimiento estándar es la reconstrucción: los cirujanos retiran el LCA desgarrado del paciente y usan un injerto del tendón patelar o del muslo, o un tendón cadavérico, para reemplazar el ligamento. Sin embargo, Murray se preguntó si había alguna forma de ayudar al LCA a sanarse a sí mismo. Varios años de estudios realizados en cerdos han llevado a realizar las primeras pruebas en seres humanos de lo que ella denomina técnica de reparación mejorada mediante Puente (BEAR, por sus siglas en inglés). Los cirujanos usan una sutura para conectar los huesos del muslo y de la espinilla para colocarlos en la posición correcta. A continuación, cosen una esponja especial hecha de colágeno y otras proteínas que se encuentran en los ligamentos. Se utiliza otra sutura para tirar del extremo inferior del LCA hacia la esponja, que está inyectada con una pequeña cantidad de la sangre del propio paciente. Con la técnica BEAR solo es una parte del cuerpo la que necesita sanar, lo que podría permitir un rápido regreso de la fuerza alrededor de la rodilla.
Hasta ahora se han tratado las rodillas de diez personas utilizando la técnica BEAR, y el equipo de Murray recluta ahora a 100 pacientes para realizar una segunda prueba aleatoria. Ella dice que habrán de pasar al menos cinco años antes de que el procedimiento se encuentre ampliamente disponible. “Ver algo que parecía tan promisorio —señala acerca del tejido sanado que se observa en las imágenes por resonancia magnética obtenidas tres meses después de la lesión sufrida por el primer paciente sometido a la técnica BEAR —resulta un gran alivio”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek