El defecto del sexo

No es fácil identificar tratamientos eficaces contra el cáncer, y el mercado ofrece pocos medicamentos eficaces para todos los pacientes. Conforme el tratamiento anticanceroso se vuelve más personalizado, los clínicos empiezan a comprender que hay factores biológicos que determinan el resultado y que son ajenos al control del paciente, en particular el género. Los oncólogos saben que el tratamiento de un paciente puede fallar, no gracias a una montaña de estudios, sino por sus amargas experiencias personales.

En buena medida, esto se debe a que los estudios de fármacos anticancerosos rara vez utilizan una población de voluntarios con la enfermedad que se pretende curar. Además, los expertos concuerdan en que los estudios deben reflejar la incidencia de un cáncer en la población general, incluyendo la proporción hombre-mujer. E incluso eso casi nunca se hace. Por ello las mujeres sufren desproporcionadamente debido a esta desigualdad en los estudios y ensayos clínicos.

Un análisis de cientos de estudios publicados en la revista Cancer sugiere que las mujeres están infrarrepresentadas en tres de cada cuatro estudios. Por ejemplo, 45 por ciento de los pacientes con cáncer pulmonar son mujeres, pero apenas 31 por ciento de los participantes de estudios de cáncer pulmonar son mujeres. “Excepto por los cánceres masculinos y femeninos —el cáncer prostático es evidentemente masculino, y el de mama es predominantemente femenino—, no prestamos mucha atención al género en nuestros modelos o al analizar cómo afecta los resultados del tratamiento”, dice la Dra. Faye Johnson, del Centro Oncológico MD Anderson, en la Universidad de Texas.

Esta desigualdad interviene desde el principio, mucho antes que se pruebe la terapia experimental en los pacientes. La discriminación de género no solo es un problema en la clínica; también lo es en la caja de Petri. Antes que los investigadores prueben un medicamento con humanos, lo evalúan en un laboratorio. En general, los linajes de células cancerosas utilizados en esta etapa inicial de la investigación se clasifican según el tipo específico de cáncer. No obstante, rara vez se toman en cuenta factores como género, edad y etnicidad del individuo que proporciona el espécimen.

Gracias a los enormes adelantos en genética y biología molecular, los científicos saben que todas las células del cuerpo humano tienen distintas características que dependen del género. El genoma humano se compone de 20,000 genes, y el par de cromosomas sexuales representa casi 5 por ciento de ellos. Esto significa que todas las células tienen un sexo, incluidas las cancerosas.

Esas distinciones de nivel celular afectan la función fisiológica y desempeñan un papel en la patología del cáncer y otras enfermedades. Esto, a su vez, influye en los resultados. “La respuesta de las mujeres a una lesión, algo exterior, incluso a cualquier tipo de respuesta inflamatoria, implica una vía química completamente diferente de lo que ocurre en los hombres”, dice Doris Taylor, directora de investigación en medicina regenerativa de Instituto de Cardiología de Texas. “Y sin embargo, ni siquiera pensamos en eso cuando empezamos reunir los resultados, y los estudios clínicos y preclínicos”.

Desde hace algún tiempo, los oncólogos saben que el género del paciente puede influir en los resultados, pero no entienden por qué. En 2006, el Instituto Nacional del Cáncer y el Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano lanzaron un proyecto conocido como Atlas del Genoma del Cáncer (TCGA, por sus siglas en inglés). La misión era secuenciar el ADN de 33 tipos de cánceres comunes y raros de más de 10,000 muestras de tejidos, con el objetivo de identificar los factores genéticos comunes que caracterizan a ciertos tipos de cáncer, y encontrar tratamientos con base en esos perfiles genéticos específicos. El problema es que los perfiles genéticos de la enfermedad no sólo difieren de un cáncer a otro, sino también entre hombres y mujeres (además de entre raza o etnicidad, y edad). Aunque el total de muestras de tejido utilizadas en el proyecto se dividió de manera casi equitativa entre los sexos, no sucedió lo mismo con ciertos tipos de cáncer. Por ejemplo, las muestras de tejido masculino secuenciadas para cáncer pulmonar de células no pequeñas superan con mucho las muestras femeninas: 373 contra 131.

Jean Zenklusen, director de TCGA, explica que los investigadores obtuvieron un gran número de muestras de tejido, a veces entre 500 y 1000 muestras de pacientes por cada cáncer. Sin embargo, se vieron obligados a recurrir a “muestras de conveniencia”, es decir, tejidos obtenidos de grupos homogéneos de pacientes, que a menudo excluían mujeres y minorías raciales, porque eran los únicos sujetos disponibles.

Un análisis detenido de los datos de TCGA sustenta la afirmación de que las diferencias sexuales observadas en las células cancerosas son importantes. Con el seguimiento adecuado de la investigación, la búsqueda de estas firmas genéticas específicas podría conducir a todo un campo nuevo en la medicina oncología: el tratamiento anticanceroso con especificidad de género. Hace poco, Han Liang, profesor asociado en bioinformática y biología computacional en MD Anderson, llevó a cabo un análisis en gran escala de los datos TCGA de 13 tipos de cáncer, y comparó los diferentes atributos genéticos de muestras de tejidos masculinos y femeninos. En específico, Han y su equipo estudiaron ciertos genes conocidos por su importancia en el tratamiento del cáncer y encontraron que más de la mitad (53 por ciento de los genes) tiene firmas con sesgo genérico. Los cánceres de tiroides, cabeza y cuello, pulmón, hígado, riñón, y vejiga presentaban el mayor número de marcadores conocidos vinculados con el sexo. Estos resultados parecen respaldar la evidencia anecdótica de los médicos. Por ejemplo, un fármaco administrado a pacientes con un tipo de cáncer de pulmón de células no pequeñas ataca al gen EGFR. Y muchos oncólogos han observado que las mujeres que toman este medicamento suelen tener mejores resultados que los hombres.

Zenklusen informa que cuando publicaron los resultados en la revista Cancer Cell, la comunidad oncológica respondió con un “¡Obvio!” colectivo.

En 1993, el Congreso aprobó la Ley para la Revitalización de los Institutos Nacionales de Salud, la cual establece directrices para que los investigadores formen cohortes de estudio diversas. Según dicha legislación, los científicos que soliciten subvenciones federales tienen que describir la demografía de sus fondos poblacionales de estudio, y cuando exista la posibilidad de no incluir mujeres, minorías y niños, los investigadores tienen que dar un argumento para explicar por qué sería problemático reclutar a un grupo diverso de pacientes. A resultas de esto, un artículo publicado en Cancer reveló que los ensayos clínicos que utilizan fondos gubernamentales suelen tener una mayor representación de mujeres que los financiados por el sector privado: 41.3 por ciento contra 36.9 por ciento.

Zenklusen dice que el Instituto Nacional del Cáncer también ha comenzado a reclutar pacientes de sexo femenino y de minorías raciales o étnicas para proporcionar más muestras de tejido para TCGA, visitando lugares de reunión como iglesias, porque “estamos tratando de encontrar individuos pertenecientes a otros grupos, a fin de que TCGA sea más representativo de la población estadounidense”.

Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek