La visita de la misericordia

La visita del papa Francisco a nuestro país ha generado
muchas expectativas en el pueblo mexicano, pero también mucho nerviosismo en la
clase política y en la propia jerarquía católica.

“(…) el México de la corrupción, el México del tráfico
de drogas, el México de los cárteles, no es el México que quiere nuestra madre,
y por supuesto que yo no quiero tapar nada de eso, al contrario, exhortarlos a
la lucha de todos los días contra la corrupción, contra el tráfico, contra la
guerra, contra la desunión, contra el crimen organizado, contra la trata de
personas”.

Esa es parte de una de las respuestas que ofreció el
Pontífice a las 33 preguntas que le presentó Notimex, la agencia de noticias
del Estado mexicano, recabadas en ciudades de diez estados del país y
presentadas en forma de una entrevista colectiva virtual, en la víspera de su
arribo a territorio nacional.

“Violencia, corrupción, guerra, niños que no pueden ir a
la escuela por sus países en guerra, tráfico, fabricantes de armas que venden
armas para que las guerras en el mundo puedan seguir (…) más o menos este es
el clima que hoy vivimos en el mundo, y ustedes están viviendo su pedacito, su
pedacito de ‘guerra’ entre comillas, su pedacito de sufrimiento, de violencia,
de tráfico organizado”, contestó el obispo de Roma al cuestionamiento de cómo
nos ayudaría a afrontar esta violencia que está pasando aquí.

“Si yo voy ahí es para recibir lo mejor de ustedes y para
rezar con ustedes, para que los problemas de violencia, de corrupción y todo lo
que ustedes saben que está sucediendo, se solucione”, atajó el jefe del Estado
Vaticano.

Para tranquilizar al gobierno de Enrique Peña Nieto, el
nuncio apostólico Christophe Pierre agregó que el papa Francisco “no hará
política” en México. Se dirigirá a las víctimas de la violencia y a los
migrantes, pero no tiene la pretensión de resolver esos y otros muchos problemas
que enfrenta el país, aclaró.

“Él está enterado de lo que está pasando en México. No
viene para resolver, no viene como juez. Viene para encontrar, para compartir,
para consolar”, agregó el representante diplomático.

El presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano
(CEM), Francisco Robles Ortega, envió un videomensaje a Jorge Mario Bergoglio
en la víspera de su llegada al país, en el que aceptó implícitamente que hará
referencia a los grandes problemas que enfrenta nuestra sociedad.

Es más, dijo que viene precisamente a confortarnos.
“Quiere acercarse a los mexicanos y mexicanas para consolarnos en estos
momentos difíciles que estamos viviendo a causa de la inseguridad, la
iniquidad, la pobreza, la corrupción y la violencia, y mostrarnos el camino que
hace posible un desarrollo integral que no excluya a nadie, en el amor
misericordioso”.

Mientras, el embajador ante la Santa Sede, Mariano
Palacios Alcocer, apuntó que el primer papa latinoamericano llegará a un México
que tiene disparidades, dolor y sufrimiento, pero que también está en plena
transformación y en lucha por mejorar su sistema político y hacer más justo su
proyecto económico.

El diplomático dijo que el gobierno federal está
consciente del activismo diplomático y de los mensajes de repercusión social
del jefe de la Iglesia católica mundial, por lo que las autoridades “estarán
atentas a sus mensajes en los temas que atañen a México como son la migración,
las desapariciones, la violencia e inseguridad”.

Incluso, reveló que previamente se hizo un análisis de los
discursos que ha dado en sus 12 giras previas, lo que permitió comprobar que
“sus palabras no tienen una pretensión de intromisión en las políticas internas
de las naciones, sino evidenciar los conflictos a la luz de la doctrina católica”.

Estudiosos del fenómeno religioso en México descartaron
que la presencia de Jorge Mario Bergoglio en el país permita al presidente
Enrique Peña Nieto mejorar la imagen de su gobierno.

“Si pensaron que su llegada era como un salvavidas para
tener a la gente embobada con que vino el Papa, están en un error”, precisó
Elio Masferrer, presidente de la Asociación Latinoamericana para el Estudio de
las Religiones.

Y si bien no vendrá a expiar las culpas de los políticos,
tampoco lavará la cara del Episcopado Mexicano. De ahí que muchos obispos
estaban inquietos, pues esperaban que el Santo Padre les diera una sacudida y
hasta un “jalón de orejas”.

LOS RENGLONES TORCIDOS DE DIOS

Una de las muchas virtudes que se deben reconocer al papa
Francisco es la autocrítica. En la víspera de la Navidad de 2014 fue inflexible
al detallar los 15 pecados de la burocracia vaticana.

Obispos y cardenales reunidos en espera de un intercambio
de cumplidos, se quedaron estupefactos al escuchar que las intrigas y la
codicia los habían infectado de un “alzhéimer espiritual”; denunció a quienes
se dejaron cautivar “por dioses mundanos y por el poder”, y señaló a los que
sucumbieron ante objetivos superficiales en una “esquizofrenia existencial”.

Habló del trabajo en exceso, la fosilización mental, la
sobreplanificación, la indiferencia, el oportunismo y el exhibicionismo; se
refirió a los cardenales retirados que se consideran “inmortales, inmunes e
incluso indispensables”, pues pretenden influir en las decisiones de la Curia
Romana.

Les pidió dejar de ser “sembradores de cizaña, como
Satanás. ¡Cuidémonos del terrorismo de los chismes!”, y aprovechó la audiencia
para ofrecer perdón “por los escándalos que han manchado la imagen de la Santa
Sede”.

Ese mensaje es el que temen los prelados mexicanos. El
llamado a “ensuciarse los zapatos” y a hacer de la Iglesia una institución más
misionera y misericordiosa que se involucre activamente en la ayuda a los
pobres y los oprimidos.

“Prefiero una Iglesia golpeada, lastimada y sucia porque
ha estado en las calles que una Iglesia insalubre por haberse confinado y
aferrado a su propia seguridad. No quiero una Iglesia preocupada por permanecer
en el centro y después terminar atrapada en una red de obsesiones y
procedimientos”.

“Más que el temor de desviarnos, mi esperanza es que nos
motive el temor de permanecer encerrados dentro de estructuras que nos dan un
sentido falso de seguridad, dentro de reglas que nos hacen jueces severos,
dentro de hábitos que nos hacen sentir seguros, mientras a nuestras puertas la
gente se está muriendo de hambre y Jesús no se cansa de decirnos ‘Denles algo
que comer’”, escribió en su encíclica Evangelii
Gaudium(La alegría del Evangelio).

Además de estas expresiones, en el Episcopado había una
preocupación adicional. A diferencia del pasado, ahora ya no son los obispos
mexicanos quienes escribirían los discursos a los que el Papa les daría un
“retoque personal”. Quienes redactan ahora esas tarjetas son los jesuitas y
dominicos, principalmente quienes tienen posiciones importantes en
universidades y escuelas privadas, aquellos que respaldaron en su momento al
obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz, aseguró Masferrer.

El antropólogo agregó que el Papa, muy al estilo de los
jesuitas, “viene a poner los problemas en la agenda. Va a mencionar los asuntos
que molestan a políticos, y va a llamar a los feligreses a que desobedezcan a
los obispos que no hacen su chamba”.

El sociólogo de las religiones, Alberto Barranco,
concluyó: “Muy probablemente Francisco venga a sacudir la Iglesia mexicana, a
cuestionar estilos, a hacer llamados por cambios importantes”.

No obstante, coincidieron que estos señalamientos no serán
en tono de reprimenda o de regaño, pues como Francisco ha asumido, su mensaje
es de misericordia.

PERDÓN SIN JUZGAR

Quienes consideran que el papa Francisco viene a México a
juzgar y a condenar a la clase política, a la sociedad y a la jerarquía
católica, no conocen ni su pensamiento, ni su actuar.

“El Señor jamás se cansa de perdonar: ¡jamás! Somos
nosotros los que nos cansamos de pedirle perdón. Entonces debemos pedir la
gracia de no cansarnos de pedir perdón, pues Él jamás se cansará de perdonar”,
expresó el santo padre el 17 de marzo de 2013, durante su primer homilía con el
pueblo tras su elección como obispo de Roma.

De acuerdo con Andrea Tornielli, un reconocido vaticanista
y periodista del diario La Stampa,
desde aquella primera homilía, la misericordia se colocó como el eje central
del pontificado de Francisco: una Iglesia que no reprocha a los hombres su fragilidad
y sus heridas, sino que las cura con esa medicina.

En su libro Francisco.
El nombre de Dios es misericordia,el también responsable de la página
Vatican Insider describe que quienes conformamos la sociedad actual no estamos
acostumbrados a reconocer nuestras responsabilidades: “Los que se equivocan (…)
son siempre los demás. Los inmorales son siempre los demás, las culpas son
siempre de otro, nunca nuestras (…) Una actitud siempre dispuesta a condenar
(…) Siempre dispuesta a juzgar”.

En marzo de 2015, el santo padre anunció la convocatoria
para el Año Santo extraordinario dedicado a la misericordia y el perdón. “Sí,
creo que este es el tiempo de la misericordia. La Iglesia muestra su rostro
materno, su rostro de madre, a la humanidad herida. No espera que los heridos
llamen a su puerta, sino que los va a buscar a las calles, los recoge, los
abraza, los cura, hace que se sientan amados”, señaló Bergoglio.

Y eso es lo que creo que debemos esperar de esta visita.
Sí, un señalamiento a los males que enfrenta la sociedad mundial y de los que
no está exento nuestro país: corrupción, narcotráfico, crimen organizado, trata
de personas, guerras y desunión. Pero nunca, nunca, una condena.

Por el contrario, anticipo que su santidad nos abrazará
con su mensaje, nos dará palabras de aliento, nos impulsará a alcanzar esa paz
que tanto anhelamos y nos dará perdón. Será esta la visita de la misericordia.