Las campañas y las finanzas públicas: ¿se vale innovar?

Cada vez cobra mayor importancia y atención de la
ciudadanía la manera en que en México se administran las finanzas públicas de
las entidades federativas y de los municipios. Hoy es motivo de análisis
político, periodístico y de cotidianidad entre los ciudadanos el nivel de deuda
que poseen las instituciones públicas; la calidad, funcionalidad y momento
propicio de las inversiones realizadas con esos pasivos; el diseño y el
ejercicio de los presupuestos públicos; y desde luego, las pifias que con el
dinero público cometen un día sí y otro también nuestras autoridades y sus
funcionarios. Esos alcaldes que acostumbran llegar a diciembre sin solvencia
para que los municipios cumplan con los pagos obligatorios a los empleados ya
por nada se salvan del escarnio público. Poco a poco se va construyendo cultura
al respecto.

Lo comento porque cometer equívocos en el uso de los
recursos públicos asignados no es la única irresponsabilidad financiera en la
que pueden caer un gobierno o un servidor público. Me refiero a que, durante
los procesos electorales, la efervescencia que se suscita por intentar
conquistar el voto ciudadano —sobre todo el de las personas indecisas que votan
en función de la información disponible y no de una costumbre—, máxime ahora
con la moda de los candidatos amnésicamente llamados independientes, llevará a
que muchos contendientes nos ofrezcan una baraja de propuestas interesantes.
Sobra decir que todas ellas serán tan necesarias y atractivas, como inviables para
realizarse en su totalidad.

Los presupuestos públicos son tan escasos como abundantes
resultan las necesidades de todo gobierno. Ello no sólo representa un principio
económico básico, sino una realidad innegable para la que todo candidato —y
ciudadano— debe de encontrarse preparado.

Las limitaciones que impondrán las finanzas públicas a
todos los nuevos gobiernos conllevan a que los candidatos establezcan, desde
ahora, las prioridades que se enfocarán en atender si resultan electos. O
deberían, dado que la lógica no nos permite concebir otras posibilidades más
allá de los márgenes disponibles. Aunque, bueno, luego la realidad de las
emociones electorales dicta otros caminos. Y por eso estas líneas, porque su
escribidor considera que a la sociedad ya nos toca un ejercicio más responsable
de propuesta política.

¿Qué pasaría si se convocara, en cada estado o municipio
que corresponda, a un foro con seriedad, de análisis de las finanzas públicas
locales, en donde, una vez pintada la cancha de juego, los candidatos se
comprometieran a respetar las líneas gruesas del diagnóstico, estableciendo y
dando a conocer sus prioridades en caso de llegar a ser gobierno, y dejando,
por ende, comprometidos los límites de sus promesas electorales?

Nótese que al tratarse de un espacio en donde tendrían
cabida todos los candidatos independientes —e insisto en que les permitimos ese
mote por amnesia de su trayectoria e intereses— y de los partidos políticos,
estaríamos ante un ejercicio plural cuyo único beneficiado sería el interés
colectivo. Y si nos apuramos, hasta los propios candidatos y sus equipos se
beneficiarían, pues el ahorro en creatividad, tinta y papel sería
significativo. Vaya, bastaría con apegarse a lo prioritario dentro de lo
posible. ¿O acaso el ejercicio de gobernar es algo muy distinto a esto último?

Por supuesto que la participación ciudadana no debe de
limitarse a ser reactiva, sino ejecutiva; pero considero que igual deben de
visualizarse el hartazgo social y la constante queja ciudadana, pues mucho
ayudaríamos si, aparte de inconformarnos, proponemos alternativas y generamos
los espacios para que el nivel de compromiso político deje de ser retórico y se
vuelva más sustentable.

¿Se atreverían los candidatos a realizar algo de esta
naturaleza? ¿Aceptarían ligar su oferta electoral con las posibilidades que
brinde un diagnóstico sensato de las finanzas públicas de su comunidad? Quizá valga
la pena preguntarles, porque al final del día es a lo que deberán de
enfrentarse quienes resulten triunfadores. La diferencia es que les iríamos
ahorrando las explicaciones próximas de por qué no cumplieron con todo lo que
creían que podría realizarse.

Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una
alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado le corresponde a usted.