SI2: el sol es el único límite

El día que este artículo sea publicado, Bertrand Piccard y André Borschberg habrán seguramente concluido el tramo más complejo de un sueño que concibieron hace doce años: dar la vuelta al mundo en un avión solar.

El Solar Impulse II (SI2), protagonista de esta aventura, es un prodigio de la aeronáutica tan ligero como un coche compacto (2300 kilogramos) y que alcanza una velocidad de exclusivamente 100 kilómetros por hora.

La envergadura de sus alas, en contrapartida, supera a la de Boeing 747. Pero a diferencia de un vuelo comercial de esta talla, su tripulación no es de cuatrocientos pasajeros, sino de solo dos individuos.

Piccard es psiquiatra y aeronauta. Borschberg, piloto de caza de las fuerzas armadas. Ambos son de origen suizo, su ADN tiene pues mucho de orden, meticulosidad y tesón. Pero no les falta genio y locura, o no habrían aceptado elevarse a 8500 metros de la tierra sabiendo que, como el faraón Akhenatón, son súbditos permanentes del sol.

Si todo marcha según lo previsto, hoy ambos pilotos habrán aterrizado ya en Hawái tras un vuelo ininterrumpido de cinco días con sus noches iniciado en Nankín, ciudad china célebre por la masacre que protagonizó en 1937.

Atravesar el Pacífico (8170 kilómetros en línea recta) es el principal reto de una travesía de 35 000 kilómetros que el avión solar inició en marzo en Abu Dabi —con escalas en Myanmar, China, India y Estados Unidos (Phoenix y Nueva York)– y que habrá de concluir en agosto en el mismo punto de partida.

El SI2 supone regresar a los orígenes de la aviación. Su cabina, de 3.8 metros cuadrados, carece de sistema de calefacción, enfriamiento o presurización. Cuando están en vuelo, los pilotos deben enfrentarse a temperaturas que oscilan entre los 40 grados centígrados bajo cero y 40 grados sobre cero.

El piloto a cargo solo puede reclinar su asiento para estirar las piernas, y cuando la naturaleza llama, debe utilizar un sencillo mecanismo que convierte una parte de su asiento en orinal.

Prepararse para esta hazaña ha supuesto un esfuerzo casi irreal. Por las características del avión y de su cabina, no hay relevos durante cada trayecto. El piloto a cargo sólo puede hacer pequeñas siestas de veinte minutos (en las que opera un piloto automático) que sumarán apenas tres horas por día. Para enfrentar la fatiga, Piccard echa mano de la autohipnosis, y Borschberg, de la meditación y del yoga.

En tierra, un ejército de noventa técnicos y científicos monitorea cada uno de sus movimientos.

¿Estamos frente a la aviación del futuro? No, realmente.

Las 17 250 celdas solares ubicadas en las alas del SI2 alimentan baterías de polímero de litio que obran un milagro tecnológico que, no obstante, debe inclinarse todo el tiempo ante inclemencias como la lluvia o el viento.

Este proyecto de 160 millones de dólares, financiado por el gobierno helvético y por un grupo de empresas europeas (ninguna de ellas del sector aeronáutico), busca más bien evidenciar la necesidad de que las energías “verdes” contrarresten paulatinamente al imbatible depredador que es el ser humano.

A principios del siglo XIX, 95 por ciento de la energía que consumía el mundo provenía de fuentes renovables. En los albores del siglo XXI, la proporción había caído a sólo 16 por ciento.

¿Dónde está ubicado México? Contra todo pronóstico, 21 por ciento de la energía que utilizamos se deriva de fuentes no contaminantes, un dato ligeramente superior a la media mundial, pero coherente con un territorio generoso en sol, viento y recursos hídricos.

México está al nivel de Rumania y Lituania, supera a Estados Unidos (19 por ciento) y está a años luz de Paraguay o Islandia (100 por ciento de su consumo energético es “verde”). La ONU estima que para el año 2030, poco más de un tercio de la energía consumida en el mundo será limpia.

El Solar Impulse II asume pues que no es un transporte de pasajeros, sino de mensajes. Uno de ellos, el transmitido por Piccard justo antes de su más reciente despegue: “Cuestionemos lo que todo mundo da por hecho”.

¿Y, por qué no? Hay ocasiones en las que sol es el único límite.