“Básicamente, lo que vamos a hacer es secuestrar a un tipo por un par de horas y golpearlo y torturarlo y así haremos que dé el get”, dijo el rabí Mendel Epstein a dos clientes potenciales. Fue el 14 de agosto de 2013, y él estaba sentado en su hogar en Lakewood, Nueva Jersey, con una joven mujer judía ortodoxa y el hermano de ella. Ella buscó a Epstein porque quería desesperadamente divorciarse de su marido, quien se negaba a darle un get, el documento que disuelve formalmente un matrimonio bajo la ley judía.
En el judaísmo ortodoxo, solo los maridos pueden dar gets, y aun cuando en su mayoría lo hacen, quienes se niegan ejercen un poder enorme sobre sus esposas. Incluso con una sentencia de divorcio civil en mano, una mujer no está divorciada en el mundo judío ortodoxo hasta que su marido le dé un get. Hasta entonces, ella es una agunah, una mujer “encadenada”. Si ella se enamora y decide volver a casarse sin el get, sería considerada una adúltera, y los hijos de esa unión serían excluidos.
Epstein, un rabí judío ortodoxo en Brooklyn, Nueva York, y Lakewood, tiene cierta reputación de facilitar los divorcios. Ese día de agosto, hace un par de años, le explicó a la mujer y al hermano de ella cómo persuadiría al marido para que le diera el get. Mencionó un equipo de “tipos duros” que podían torturar al marido con picanas eléctricas, grilletes y karate y sofocarlo usando bolsas de plástico. “Te garantizo que, si estás en la camioneta, le darás un get a tu esposa”, dijo él. “Con suerte, ni siquiera le dejarán marcas.”
Epstein dijo que lo que él llamaba su “buena acción” tenía un precio: 10 000 dólares para que la beth din, la corte rabínica, aprobase la maquinación, y de 50 000 a 60 000 dólares para que esos tipos duros —uno de los cuales era David, hijo de Epstein— hicieran el trabajo sucio.
En las siguientes seis semanas, la joven agunah y su hermano pagaron 10 000 dólares a Epstein para que arreglase el secuestro y la golpiza y otros 20 000 dólares para cubrir parte de los honorarios por su labor. Epstein les dijo que le dieran un cheque por los 30 000 dólares restantes el día del secuestro.
Pocas semanas después, el 25 de septiembre, el hermano habló por teléfono con Epstein para ultimar los detalles. Discutieron sobre una bodega que el rabí tenía en mente para el secuestro, así como la manera en que planeaba atraer al marido al lugar. Cuando el hermano le preguntó si era necesario que el marido de su hermana entrase en la bodega, Epstein dijo que podía no serlo: “Ellos no lo necesitan mucho tiempo, créeme. Lo tendrán en la camioneta, encapuchado, y [el get] se dará”.
Alrededor de las 8 p. m. del 9 de octubre de 2013, las ocho personas del “equipo de secuestros” de Epstein llegaron a la bodega de Nueva Jersey en dos minivans oscuras. Algunos de ellos se pusieron pasamontañas, máscaras de Halloween y pañuelos en la cara y entraron en el edificio mientras otros patrullaban afuera con linternas. Tan pronto como el equipo de secuestros estuvo dentro, revisaron su plan: cómo atarían al marido, tomarían su teléfono y lo mantendrían alejado de las ventanas mientras hacían cualquier cosa que habían planeado hacerle.
Tenían un plan meticuloso que dejó fuera una contingencia importante: sus clientes para el secuestro de esa noche eran agentes encubiertos del FBI. Cuando los oficiales de la agencia irrumpieron en la bodega y arrestaron al equipo de secuestros de Epstein, encontraron, según su formulación de cargos, cuchillas quirúrgicas, bolsas de plástico, un destornillador, una soga y artículos ceremoniales para registrar gets. Sin embargo, Epstein no estaba a la vista. Tal como él había explicado en una reunión previa con el hermano de la agunah, la cual fue grabada en secreto, él estaría en público, asegurándose su coartada en caso de que la policía se involucrara.
Epstein, de sesenta y nueve años, junto con Martin Wolmark, un rabí ortodoxo que encabeza una yeshivá (escuela talmúdica) en Monsey, Nueva York; los rabíes Jay Goldstein y Binyamin Stimler de Brooklyn, y David Epstein, fueron acusados en una corte federal de Nueva Jersey de conspirar para cometer secuestro y otros cargos relacionados. Cada uno enfrenta cadena perpetua y una multa de 250 000 dólares.
Previamente este año, Wolmark se declaró culpable de conspirar para cometer extorsión. Enfrenta hasta cinco años en una prisión federal y una multa de 250 000 dólares y se le dictará sentencia en mayo. Seis coconspiradores, incluidos dos hijos de Goldstein, ya se han declarado culpables.
El juicio de Mendel Epstein, David Epstein, Goldstein y Stimler empezó el 18 de febrero en la corte federal de Trenton, Nueva Jersey. Además de esa redada del FBI, la formulación de cargos echó mano de un secuestro en noviembre de 2009, cuando una víctima fue atraída desde Brooklyn hasta Lakewood, atada en una camioneta, asaltada y conmocionada con una pistola paralizante hasta que accedió a darle un get a su esposa. Un segundo secuestro supuestamente se dio el 17 de octubre de 2010, cuando David Epstein y sus cómplices ataron a una víctima y lo golpearon para que diera el get. El 22 de agosto de 2011, David Epstein y otros supuestamente allanaron el hogar de un hombre y lo asaltaron junto con su compañero de piso; a ambos los golpearon en la cara, los esposaron, les vendaron los ojos y ataron sus piernas.
El supuesto servicio de secuestros de Epstein no es una aberración demente ni una nueva tendencia de moda en los vecindarios ortodoxos de Brooklyn. Las golpizas y los secuestros son un último recurso, del que se ha murmurado desde hace tiempo, para las agunot que enfrentan años de estar encadenadas a hombres que no quieren dejarlas ir. Controladas por maridos que manipulan su posición, ejercen poder emocional y legal, e inclinan sus matrimonios a su propia conveniencia, estas mujeres son un ejemplo espantoso de abuso doméstico.
Entonces, ¿quiénes son los verdaderos villanos de esta historia? ¿Epstein y su llamado “equipo de secuestros” o los maridos vengativos que supuestamente fueron levantados y golpeados por negarse a dar gets a sus esposas?
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El divorcio rara vez es cosa sencilla para cualquier pareja, pero en la comunidad judía ortodoxa puede ser un proceso despiadado y, a menudo, brutal, en especial para las mujeres. Cuando una beth din convoca a un marido para participar en el proceso del get, él puede responder de tres maneras: acceder a dar el get; ir a la corte, dar sus razones para negarlo y esperar la decisión de los rabíes; o ignorar la solicitud. Cuando sucede esto último, la beth din emite una orden de desacato, llamada seruv, donde declara que el marido no está cumpliendo con la ley judía y da instrucciones a su comunidad para que lo excluya con la esperanza de que el desaire social y religioso lo convenza de cambiar de opinión.
Los hombres se niegan a dar gets por cualquier cantidad de razones: dinero, custodia de los niños, ventajas en sus procesos de divorcio y por meras ganas de fastidiar. No hay estadísticas duras sobre cuánto tiempo dura encadenada la mujer promedio, pero los líderes en la comunidad ortodoxa calculan que son entre uno y cinco años, aunque algunos divorcios se alargan por décadas. “¡Hay mujeres que mueren como agunot!”, dice Sharon Weiss-Greenberg, directora ejecutiva de la Alianza Feminista Judía Ortodoxa. “Había la historia de la agunah más vieja, y ella murió de setenta u ochenta años y pasó la mayor parte de su vida como una agunah”.
Un estudio reciente del Grupo Mellman dio una perspectiva más concreta: entre 2005 y 2010 hubo 462 casos de agunot a lo largo y ancho de Norteamérica. Un tercio de esos casos ocurrió en el año final del estudio, y la mitad tardó entre uno y cinco años en resolverse. El 35 por ciento de las organizaciones encuestadas fueron incapaces de calcular cuánto demoraría una resolución.
Siglos atrás, las comunidades judías eran enclaves estrechamente unidos con una autoridad rabínica centralizada. Por entonces, a los judíos se les dificultaba más asimilarse dentro de la sociedad, por lo que a la comunidad le era más fácil vigilarse a sí misma. Si un marido ignoraba el consejo del rabí y se negaba a darle un get a su esposa, él sería excluido y no tendría dónde ir. Hoy, el problema de la agunah es una historia por entero diferente. “El marido está disponible —está justo delante de nosotros—, pero no está preparado para dar un get”, dice el rabí Shlomo Weissmann, director de la Beth Din de América, una de las principales cortes religiosas ortodoxas en Nueva York. La literatura rabínica describe cómo manejar la negación del get, pero estos tratamientos están limitados a situaciones arcaicas, como un marido perdido en el mar o en una acción de guerra, no en casos donde él retiene el get para controlar los procesos de divorcio.
En Israel, los hombres que se niegan a dar el get a sus esposas pueden perder sus privilegios de manejo o ser puestos en prisión. Sin embargo, en Estados Unidos las cortes seculares no pueden inmiscuirse en los procesos judíos de divorcio. Grupos como la Organización para la Resolución de las Agunot (ORA) organizan escándalos públicos y reúnen apoyo en nombre de las agunot. Sus tácticas incluyen montar protestas en frente del hogar y la oficina del marido, instando a la comunidad de él y a la sinagoga a que lo dejen fuera, haciendo conciencia en los medios y aplicando presión financiera y legal.
En febrero pasado, el rabí Jeremy Stern, director ejecutivo de la ORA, entró en un minyán (servicio de oración) en la Universidad Yeshiva de Manhattan, vio a Yechiel Friedman y lo retiró en público del servicio. Friedman supuestamente se ha negado a darle un get a su esposa por dieciocho años. “¡No eres bienvenido! ¡Puedes irte ahora!”, se ve decir a Stern en video en YouTube del evento, el cual se hizo viral. “Dale a tu esposa un get. Dieciocho años, Yechiel. ¡Es ridículo! ¡Eres un rashá [persona malvada]!”
La ORA condena todos los actos de violencia, y aun cuando hay circunstancias en que la ley judía permite el uso de la fuerza, dice Weissmann, “en una sociedad civil donde prevalece el imperio de la ley, el uso de la fuerza no es una opción”. Así, la realidad imposible se establece. Como lo dice Beverly Siegel, la cineasta detrás del documental de 2011 Women Unchained: “He aquí la vida de una mujer pendiendo de un hilo. La ley estadounidense no puede ayudarte. La ley judía ha llegado a los límites de lo que puede hacer por ti. ¿Qué vas a hacer?”
Teléfonos inteligentes kosher
La comunidad ultraortodoxa batalla para navegar por el mundo de hoy y que cambia rápidamente. El año pasado, en la ciudad de Nueva York, por lo menos cuatro bebés desarrollaron herpes, y muchos señalan al ritual ortodoxo del metzitzah b’peh, en el que un rabí succiona sangre del pene circuncidado de un bebé, como la causa. El año pasado, un grupo de hombres ultraortodoxos retrasó un vuelo de El Al de Nueva York a Israel cuando se negaron a tomar sus asientos asignados. ¿La razón? No pueden sentarse junto a mujeres.
En enero pasado, el periódico israelí ultraortodoxo HaMevaser borró a Angela Merkel, canciller de Alemania, de una foto de líderes mundiales marchando en contra del terrorismo en París. En 2011, un periódico ultraortodoxo en Brooklyn editó a Hillary Rodham Clinton, secretaria de Estado, y Audrey Tomason, miembro del Consejo de Seguridad Nacional, de una foto en el Salón de Estrategia de la Casa Blanca durante la redada en contra de Osama bin Laden. Ambas decisiones se hicieron a causa de las normas de modestia dentro de la tradición ortodoxa. Y en 2013 surgió un video viral que presentaba a hombres ortodoxos jóvenes admitiendo cuán asustados estuvieron una vez ante la posibilidad de casarse con mujeres mayores que ellos. “Cuatro meses mayor”, dice uno. “Exactamente un año y tres días mayor”, dice otro. El anuncio de servicio público no fue producido por The Onion (organización estadounidense de noticias satíricas); se hizo para convencer a los jóvenes judíos de que está bien casarse con “mayorcitas”.
Ya sea que se trate del “teléfono inteligente kosher”, y la controvertida y nueva aplicación Shabbos, o apoderarse del Citi Field de Nueva York para protestar por los peligros de internet, o abordar la crisis actual de las agunot, hay un hecho desalentador para la comunidad ortodoxa: la ley judía no puede ser alterada.
“Nadie que afirme ser ortodoxo dirá: ‘Solo vamos a anular esta parte de la ley’. No puedes hacer eso”, dice Mark Bane, socio y presidente del Departamento de Reestructuración de Negocios de Ropes & Gray, quien cofundó Kayama, una organización sin fines de lucro que motiva a las judías no practicantes en proceso de divorcio a obtener gets. “Estamos comprometidos con las reglas. Solo queremos hallar una manera de evitar que la gente abuse de las reglas. ¡Un hombre que se niega a dar un get es una mala persona! Las leyes no impiden que la gente sea gente mala”.
El año pasado una corte rabínica en Israel concedió un tipo especial de get a una mujer de treinta y cuatro años cuyo marido había estado en coma por siete años. El get zikui, como se lo conoce, involucra a una corte religiosa que actúa en nombre del marido para darle a su esposa un get. “Aun cuando el marido dice: ‘No quiero dárselo’, la corte dice: ‘Sabemos que en el fondo sí quieres hacerlo, así que queremos actuar en tu nombre’”, dice el rabí Asher Lopatin, presidente de la Escuela Rabínica Yeshivat Chovevei Torah en Nueva York, una de las principales yeshivás ortodoxas modernas. Pero el enfoque, que se originó en la Europa de preguerra, es raro hoy.
Una solución más moderna a la crisis de las agunot es el acuerdo prenupcial halájico. El acuerdo prenupcial, que es aplicable en Estados Unidos, manifiesta que la pareja debe ir a la Beth Din de América si decide divorciarse y hace al marido financieramente responsable de su esposa hasta que se dé el get. “Aborda específicamente el get, y ha funcionado 100 por ciento de las veces en casos de negación del get”, dice Stern.
Según una encuesta de 2009 hecha por el Consejo Rabínico de América, el cual representa a los principales rabíes ortodoxos modernos en Estados Unidos, 70 por ciento de los encuestados fomentaron o exigieron el uso de un acuerdo prenupcial halájico antes de llevar a cabo una ceremonia matrimonial. “En los casos que manejamos, es muy raro que una joven pareja ortodoxa moderna casada en los últimos diez años pase por un problema de agunah, porque es típico que hayan firmado el acuerdo prenupcial y funciona sin dificultades para solucionar el problema”, dice Weissmann. “Dentro de comunidades más jaredíes, el acuerdo prenupcial no ha sido adoptado ampliamente, pero es posible que conforme continúe presentándose el problema y no mejore, podría ser más aceptado.”
El acuerdo prenupcial sí tiene limitaciones, “especialmente para la gente para quienes el dinero no es objeción”, dice la rabá Sara Hurwitz, decana de Yeshivat Maharat en Riverdale, Nueva York, la primera yeshivá que ordena mujeres como clérigas ortodoxas. “Pero pienso que cualquier clérigo que realice una boda sin un acuerdo prenupcial religioso es inadmisible.”
Quienes están fuera del judaísmo ortodoxo a menudo se preguntan por qué las agunot simplemente no dejan su comunidad y siguen adelante. “La gente dice: ‘¿Por qué ella no solo se olvida de este sistema patriarcal retrógrado? ¡Ella tiene su divorcio civil!’”, dice Stern. “Nuestra respuesta a ello es: lo que en esencia está detrás de la negación del get es el poder y control. La negación del get es una forma de abuso doméstico.
“Pedirle a ella que renuncie a su religión es pedirle que acepte el abuso y hacer que este se extienda a todos los aspectos de su vida y el concepto de sí misma”, continúa Stern. “Es señalar con el dedo en dirección de la víctima en vez de la del agresor.”
“El escuadrón golpeador
ortodoxo”
El juicio que involucra a Mendel Epstein, David Epstein, Goldstein y Stimler ha llenado los titulares tanto por los detalles escabrosos como por las tradiciones ortodoxas en gran medida desconocidas en el centro del caso. Epstein y sus supuestos coconspiradores han sido llamados como “el escuadrón golpeador ortodoxo”, y sus acciones han sido equiparadas con “una escena sacada de Los Soprano”. Menachem Teitelbaum declaró que fue despertado una noche por un hombre que lo golpeaba en la cara mientras otros dos o tres lo agarraban y trataban de atar sus brazos y piernas. En cierto momento dijo que alguien le metió calcetines sucios en la boca. Al fondo, Teitelbaum podía oír a hombres golpeando a su compañero de piso, Usher Chaimowitz, y exigían que le diera un get a su esposa. Teitelbaum dijo que sus golpizas duraron dos horas.
En su presentación del caso, el abogado de Epstein, Robert Stahl, describió a su cliente como un “defensor de los derechos de las mujeres” (Epstein escribió el libro de 1989 A Woman’s Guide to the Get Process). “Esta no es una conspiración criminal para tener un divorcio espurio y quitarle su dinero a la mujer. Al gobierno le gusta presentar esto como si estuviera relacionado con el dinero. No lo es. Se trata de la mujer y permitirle seguir adelante con su vida, divorciándose”, dijo Stahl.
Aidan O’Connor, quien representa a Goldstein, dice que el caso ha sido “sobrecargado”. Las sanciones por secuestro e intento de secuestro, que van de cualquier cantidad de años en prisión hasta cadena perpetua, son más significativas que los cargos federales por extorsión, que van desde cero hasta veinte años de cárcel. Los cargos federales por asalto varían según el grado del asalto y pueden ir de uno a cinco años, hasta veinte años en prisión o cadena perpetua. O’Connor explica que el tipo de asalto alegado en este caso posiblemente tenga una sentencia máxima de diez años en prisión.
“Este no es un caso típico de secuestro donde alguien agarró a alguien y dijo: ‘Dennos dinero o nos les regresaremos a su hijo’”, dice. “Estas personas tal vez hayan tratado de asustar a estos tipos para que les dieran los gets a sus esposas, pero no hubo intención de secuestrar.”
El juicio de Epstein ha ilustrado un problema comprometedor: ¿cuál será el futuro para las agunot atadas por su Dios y sus leyes a hombres de los que quieren divorciarse? ¿Cómo podemos proteger mejor a las mujeres atrapadas en el limbo marital? “Una cosa que espero [que el juicio de Epstein] saque a la luz es la vulnerabilidad de estas mujeres”, dice Stern. “Necesitamos darles soluciones que no las hagan sentir que no tienen más opción que recurrir a la violencia.”
“No darle a una esposa un get es una cosa horrenda que puede destruir vidas”, dice Lopatin. “Ni siquiera estoy justificando el actuar ilegalmente, pero en una escala moral, no estoy seguro, no juzgaría qué es peor. Soy muy solidario con una mujer desesperada que trata de liberarse. Ello no excusa el actuar ilegalmente pero…”, su voz se apaga. “No resolveremos este problema con solo hacer pagar a Epstein.”