DURANTE LA DÉCADA DE 1990 Y A INICIOS DE LOS 2000, un juguete conquistó el mundo: el Tamagotchi, un dispositivo electrónico portátil con forma de pequeño huevo que simulaba una mascota virtual dentro de una pantalla. El usuario debía alimentarla, atenderla y procurar su bienestar. Si la descuidaba, la mascota enfermaba o moría… aunque bastaba con reiniciar el aparato para comenzar una nueva vida digital.
Hoy, la idea de cuidar una criatura virtual adopta una versión más viva y científica. En lugar de una mascota digital, ¿qué pasaría si cuidaras bacterias? Así nace SquidKid, un juguete creado por estudiantes de la Universidad Northeastern, en Estados Unidos, que podría definirse como un “Tamagotchi orgánico”. Los niños se encargan de mantener con vida y brillo un cultivo de bacterias bioluminiscentes dentro de un juguete con forma de calamar. El propósito de sus creadores es fomentar no solo el afecto hacia un ser vivo, sino también una conexión duradera con la naturaleza.
Para conservar “vivo” a SquidKid, los niños deben proporcionarle alimento, oxígeno y movimiento constante que mantenga activas a las bacterias. El diseño se inspira en el bobtail hawaiano, un pequeño calamar que habita en aguas poco profundas del Pacífico central, especialmente en Hawái, y que mantiene una relación simbiótica con la bacteria bioluminiscente Aliivibrio fischeri. Este calamar alberga las bacterias en un órgano de luz ubicado en su parte inferior y, a cambio del refugio y los nutrientes que les ofrece, recibe una luz que le permite camuflarse durante la noche.
“Lo llamamos un ‘Tamagotchi viviente’. Al igual que el original, enseña a cuidar a través de la interacción diaria, pero en lugar de una simulación en pantalla, este contiene bacterias bioluminiscentes vivas (Aliivibrio fischeri). Cuando los niños aprietan, agitan u oxigenan el juguete con forma de calamar, las bacterias brillan suavemente, no por un código ni por baterías, sino porque están vivas”, explicó a Newsweek Katia Zolotovsky, profesora de biotecnología y diseño.
Y agrega a la conversación: “Se trata de un cambio de las mascotas digitales a una auténtica interdependencia biológica: la atención y el cuidado de los niños sustentan directamente a otro organismo vivo”.
“LITERALMENTE ESTARÍAS MATANDO A UN SER VIVO”
Por su parte, Deirdre Ni Chonaill, estudiante de maestría en Diseño de experiencias, sostuvo que “los niños no siempre tratan bien a sus juguetes. Con el Tamagotchi, a veces, si lo ignorabas, se estropeaba. En ese caso, literalmente estás matando a un ser vivo”.
El juguete tiene un recipiente transparente en su interior que contiene el cultivo bioluminiscente. Los niños deben proporcionarle oxígeno, el caldo o alimento adecuado y agitarlo constantemente. Está diseñado con un tentáculo que se puede apretar para inyectar oxígeno en el sistema.

Si bien la idea de que los menores tengan bacterias en sus manos puede parecer algo que los padres querrían evitar, el equipo presentó el diseño en el Museo de Arte Moderno como finalistas de la Cumbre Internacional del Desafío del Biodiseño y ha dedicado tiempo a perfeccionar su seguridad.
“Es completamente atóxico; de hecho, es tan seguro que los científicos afirman que se puede beber (aunque no lo recomendamos). El cultivo se encuentra dentro de una cámara sellada y permeable al oxígeno, por lo que los niños nunca lo tocan directamente”, dijo Zolotovsky.
“SI EL CONTENEDOR SE ROMPE, NO HAY RIESGO PARA LA SALUD”
El equipo colaboró con un ecotoxicólogo y el laboratorio de biofabricación de la universidad para garantizar que los protocolos evitaran la presencia de E. coli u otros contaminantes. Si el contenedor se rompiera, no habría riesgo para la salud, ya que las bacterias no pueden sobrevivir mucho tiempo fuera de su medio de cultivo y no representan ningún peligro para los seres humanos ni para el medioambiente.
Con el objetivo de enseñar cómo utilizar las biotecnologías de forma lúdica, pero impactante, los alumnos de Zolotovsky también han diseñado ropa hecha de bioplásticos, experiencias gastronómicas basadas en algas y dispositivos para el seguimiento del ciclo menstrual fabricados con biomateriales.
Según Zolotovsky, para SquidKid, el equipo probó exhaustivamente los cultivos bacterianos y realizó entrevistas informales con niños de 10 años para comprender sus percepciones sobre las bacterias y el cuidado, aunque todavía no se ha distribuido a las aulas ni al público.
“Los estudiantes lo conciben como una ‘mascota’ de aula para niños de 8 a 11 años, que viene acompañada de un kit educativo y un sistema de recarga, y están planeando futuros estudios piloto con profesores y niños antes de cualquier lanzamiento público”, aseguró.
Este juguete también podría abrir el camino a una forma innovadora y más saludable de jugar con dispositivos. “El objetivo principal es reemplazar el miedo a los microbios con comprensión, respeto y afecto, cultivando una mentalidad de cuidado por el mundo natural desde lo microscópico hasta lo macroscópico”, agregó. N
(Con información de Newsweek Internacional)