ChatGPT se ha convertido en el confidente de miles de jóvenes en México. Expertos advierten que no puede sustituir la terapia ni la conexión humana.
Por: Emilio Flores Escalona
SI TE DIJERAN QUE EXISTE UNA TERAPIA DISPONIBLE los 365 días del año, incapaz de juzgarte y, además, gratuita, ¿lo creerías? No lo hagas: por ahora, esa promesa todavía no es real.
Una noche, Juan permitió que una inseguridad pasara por su mente, pero en un abrir y cerrar de ojos ya se encontraba ahogado en un mar de dudas: “¿Y si nadie me quiere? ¿y si en realidad piensan que siempre soy una mala persona? ¿por qué nunca puedo ser feliz?”. Juan sintió una vibración extraña entre sus dedos; inmediatamente después, notó que le costaba cada vez más trabajo mantener la atención. En medio de los peores escenarios, el aire de su habitación parecía que ya no iba a bastar. El joven de 18 años cedió a la tentación de sacar su celular, encender la pantalla y conversar con la inteligencia artificial llamada ChatGPT. “Chat, me siento muy mal. No tengo con quién ir; creo que nadie me quiere ni me apoya. ¿Qué hago?” le escribió.
“Juan… eso que acabas de decir es muy honesto y también muy duro de sentir. Pero déjame decirte algo con total claridad: no estás solo, aunque ahora se sienta así. Te explico qué puedes hacer en estos momentos…”, respondió la IA. El adolescente, después de leer la información dosificada entre palabras de afirmación y de aliento, sintió un alivio inmediato.
Juan, un joven mexicano, cuenta que después de esa experiencia empezó a usar la aplicación a diario para prevenir nuevos ataques de ansiedad. Recibir una atención tan inmediata, personal y gratuita lo hizo sentir escuchado, abrazado y comprendido; algo que hacía mucho tiempo que no experimentaba de parte de un ser humano. Pero ¿qué hace que esta tecnología se convierta en la principal red de apoyo para miles de personas?
TE PRESENTAMOS A CHATGPT
Para quien todavía no conoce su funcionamiento, permitiremos que él mismo se presente:“Podría decir que soy un modelo de lenguaje entrenado por la empresa OpenAI, diseñado para entender, analizar y producir texto. No tengo emociones ni identidad propia, pero puedo adaptar mi voz, mi ritmo y mi enfoque para que el resultado se sienta humano, coherente y con propósito”.
ChatGPT no miente; además, es una tecnología disponible las 24 horas del día, gratuita en su versión básica y con una capacidad de adaptación increíble para que escuches exactamente lo que esperas. Sin duda, ha revolucionado el mundo desde su lanzamiento oficial hace 3 años. Como Juan, OpenAI informa que cuenta con 700 millones de usuarios activos a la semana, según su anuncio más reciente. Para dimensionar, esa cifra equivale a la población de toda América Latina.
En esta nueva normalidad tecnológica, no hay que olvidar que el asistente virtual, por más humano que parezca, responde así porque funciona como una búsqueda en internet, no como un experto. Jaime Gama, conocido en redes sociales como @Gotitasdepoliamor, es un psicoterapeuta que lleva más de dos años creando contenido sobre salud mental y explica así este fenómeno: “Lo primero que hay que entender es que la inteligencia artificial no es, como tal, una inteligencia: no te está dando respuestas novedosas ni mágicas. Está tomando de internet lo más popular y lo que la mayoría de la gente dice”.

En otras palabras, el modelo reúne información y la adapta de forma personalizada para que la digieras como si hablaras con el humano más empático del mundo.
UN ROBOT QUE NO TE JUZGA
Este algoritmo, diseñado para que te sientas cómodo, ha logrado que las personas lo utilicen para resolver dudas, buscar información y también atender su bienestar emocional. Eduardo Portas, investigador especializado en el uso de la inteligencia artificial en la Universidad Anáhuac, cuenta que, a partir de un estudio reciente, encontró un aumento en el número de personas que la utilizan habitualmente en su rutina para subsanar problemas emocionales.
Sobre esto, Gama compartió que cada vez más pacientes le confiesan haber usado esta tecnología como su única herramienta de apoyo emocional. En un mundo tan mediado por lo digital, su uso parece inevitable, aunque advierte un matiz importante: “Lo que pasa con la inteligencia artificial es que te va a decir lo que quieres escuchar; de cierta forma encuentras validación y empatía, que es de lo más sanador que hay. Entonces sí, te está ayudando a validarte, pero es como aliviar el síntoma: lo de abajo va a seguir ahí”.
Un robot no puede juzgarte. Esa incapacidad, sumada a su capacidad de personalización, hace que resulte adictivo escucharlo. Después de todo, ¿quién no se sentiría cómodo al hablar con alguien que siempre le da la razón?
Pero este modelo puede ser tanto una herramienta útil como una ilusión que te hunda más profundo de lo que ya estabas. La falta de juicio es la razón principal por la que las personas se sienten cómodas al utilizarlo como terapia, aunque también hay otras razones que hacen tan fácil confiar nuestro equilibrio emocional en un robot.
NUNCA SE DESPEGA DE TI
Cada vez más jóvenes crecen rodeados de esta tecnología; sin embargo, aunque los parámetros de lo que consideramos “normal” hayan cambiado, los riesgos de su uso excesivo siguen siendo los mismos. En Canadá, una encuesta con 14,726 adolescentes publicada en Springer Nature a principios de este año reveló que un mayor uso de redes sociales o pantallas se asocia con más soledad, ansiedad y depresión. Otro estudio, realizado en Italia el año pasado y publicado en MDPI, identificó que los adolescentes “hiperconectados” tenían 1.4 veces más probabilidad de experimentar estados psicológicos negativos.
Según los datos recabados por el equipo de investigación de Portas, un mexicano promedio pasa entre siete y ocho horas diarias frente a alguna pantalla. En este panorama, la sociedad mexicana está muy cerca de vivir una pandemia de soledad y dependencia tecnológica, tal como ya ocurre en otros países occidentales.
Eduardo Portas coincide: “Yo intuyo que el uso de la inteligencia artificial como terapia está de alguna forma ligado a ese fenómeno mundial, donde la gente pasa demasiado tiempo detrás de las pantallas. Yo le llamo un uso excesivo, y eso aísla a la gente de manera natural”.
Por esa exposición, cada vez es más común ver a jóvenes recurrir a la IA para resolver tareas cotidianas o emocionales, en lugar de consultar a un profesional o una persona de confianza. Es una herramienta que, literalmente, está pegada a nuestro bolsillo, a nuestras paredes y, a veces, a nuestra muñeca. Cuando Juan piensa “me siento solo”, prefiere decírselo a su acompañante digital de todos los días que a una persona con la que solo convive en ciertos momentos.
Otro dato que ilustra esta tendencia: las personas que utilizan ChatGPT en México lo hacen, en promedio, 10 veces al día, sin un horario específico. Es decir, lo consultan a lo largo del día cuando lo necesitan, como un asistente que nunca duerme, pero tampoco siente.
Mientras que ir a terapia, conversar con un amigo o buscar conscientemente información requiere una hora acordada o un esfuerzo físico mayor, ChatGPT está ahí cuando lo necesitas y por el tiempo que quieras, sin compromiso alguno.
PARECE QUE NO TE CUESTA NADA
A lo largo de las últimas décadas, en México, el sector salud ha lanzado diversas campañas para desalentar la automedicación. En 2010, por ejemplo, la Secretaría de Salud presentó la iniciativa “Más por tu receta médica” para alertar sobre los riesgos de consumir fármacos sin supervisión profesional. Aun así, la práctica sigue siendo común: se estima que más del 80 por ciento de la población mexicana se automedica de manera habitual, según datos oficiales.
ChatGPT funciona de forma similar. Cuando Eduardo Portas preguntó a la gente sobre su uso como sustituto de la terapia en una situación de escasez monetaria, las respuestas se dividieron: el 50 por ciento consideró que era una buena alternativa y el otro 50 por ciento que no lo era.
En un país con un sistema de salud en crisis, las alternativas no profesionales baratas o gratuitas se vuelven la única opción de muchas personas. De acuerdo con datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en 2023 se otorgaron más de tres millones de consultas de salud mental, pero la demanda es mucho mayor. Según la Secretaría de Salud, tres de cada diez personas en México han padecido algún trastorno mental a lo largo de su vida, y más de la mitad lo vive con alguna carencia, ya sea por falta de medicamentos o de acompañamiento profesional.
Un gobierno que no se da abasto, un sector privado cada vez más caro y una cultura deficiente en salud mental generan el caldo de cultivo para buscar alternativas que parecen resolverlo todo. “El gran riesgo es que creas que te estás haciendo bien cuando, en el fondo, te estás provocando un daño irreparable. Y ese daño, muchas veces, es muy difícil de detectar porque todo lo mental no se ve de un día para otro”, advierte Eduardo Portas, investigador de temas digitales en la Universidad Anáhuac.
LOS RIESGOS DE SUSTITUIR A UN PROFESIONAL
El problema de una tecnología tan avanzada como la inteligencia artificial es que no se percibe como una máquina, sino como una persona empática, especializada y accesible. Esa falsa sensación de humanidad puede alejar a muchos de buscar ayuda profesional realmente capacitada.

Jaime Gama, que además cuenta con una maestría en psicoterapia Gestalt, explica que una de las lecciones más importantes de su formación fue que “lo que se daña en relación se resuelve con relación”. Es decir, los problemas emocionales que surgen de experiencias dolorosas con otras personas solo pueden sanarse mediante una nueva relación funcional y humana, generalmente con un terapeuta. La inteligencia artificial no puede ofrecer eso, porque no puede genera conexión humana.
Hace unas décadas habría parecido absurdo tener que explicar la diferencia entre una máquina y un especialista, pero con los avances actuales, esa frontera se ha diluido. Gama menciona algunas cosas que un terapeuta, a diferencia de la IA, sí puede hacer: interpretar silencios, comprender contextos culturales, aplicar metodología y estrategias psicológicas.
LA VOY A SEGUIR USANDO, ¿CÓMO LO USO?
Sin embargo, Gama no desestima por completo el uso de ChatGPT. Al final, nadar contracorriente es casi imposible, pero sí hay formas de no dejarse llevar. Por ejemplo, cuando aparecieron los medicamentos para tratar trastornos mentales, también hubo preocupaciones; con el tiempo se entendió que el problema no era el medicamento, sino su uso descontrolado.
“Creo que ChatGPT puede funcionar como un espejo, una herramienta para la catarsis o la introspección. No digo que esté mal usarlo ni que haya que evitarlo por completo. Pero es como el clonazepam: si lo tomas cuando estás ansioso, la ansiedad baja; el problema es que si no atiendes la causa de fondo, cada vez vas a necesitar más y más. Y entonces ya no te estás relacionando con una persona, sino con la sustancia”, dice Jaime.
La IA refleja lo que le enseñas, usa información no verificada de internet y la adapta a lo que tú mismo proyectas. Rebotar ideas contigo mismo puede ser útil, pero no es lo mismo que ir a terapia. Todo ese bagaje profesional y humano que el psicoterapeuta tiene, y la inteligencia artificial simplemente no puede adquirir, es lo que marca la diferencia entre un apoyo y una solución.
Jaime Gama y Eduardo Portas sugieren una forma de relacionarnos con la tecnología de manera sana: la alfabetización mediática. “La alfabetización mediática es la capacidad de cada individuo para conocer los límites de uso de cada tecnología. Cuando entiendes para qué sirve y para qué no, el uso que le das será mucho más cercano al correcto”, la define así el investigador.
Esto se traduce en ser conscientes de cuánto tiempo usamos ChatGPT, cuándo conviene apagarlo, escuchar al cuerpo cuando se siente incómodo e investigar cómo funciona. Son formas de ejercer control sobre una herramienta y no al revés. Podemos hacer que nos haga preguntas, que nos cuestione, que busque información, pero depender totalmente de él es la trampa en la que no hay que caer.
Jaime Gama dice: “No se trata de dejar de usarlo, sino de aprender a usarlo correctamente. Lo pienso como cuando daba clases y les decía a los alumnos: ‘No usen el celular’. Al final, lo iban a usar. La clave es aprender a utilizarlo como herramienta. Yo, como terapeuta, podría decir: ‘Pídele que te haga preguntas, en lugar de solo responder las tuyas’. Pero también hay que ser muy consciente de lo que realmente necesitas. Sí, puede ser útil y te puede ayudar en ese momento a procesar lo que estás sintiendo, pero dependerá de lo que tú sabes y conoces”.
Juan puede calmar su ansiedad con ChatGPT, pero las respuestas que curan solo llegan de la interacción humana. La tecnología puede acompañar, reflejar, ofrecer consuelo inmediato, pero nunca reemplazar la complejidad de un encuentro con otra persona que escucha. En un mundo que nos empuja a depender de la tecnología, la tarea no es rechazarla, sino aprender a usarla en su lugar correcto: como una herramienta, no como un sustituto. N