Tijuana, Baja California.- Los recientes ajustes en la distribución de carriles fronterizos entre Tijuana y San Ysidro no son un simple ejercicio de vialidad. Detrás de los nuevos trazos hay un proyecto más amplio: reconfigurar la movilidad sin fracturar el tejido económico que sostiene el intercambio diario entre México y Estados Unidos.
Una frontera que se repiensa
Para Kenia Zamarripa, vicepresidenta de Asuntos Públicos Internacionales de la Cámara de Comercio de San Diego, el rediseño de los accesos fronterizos representa un paso técnico y simbólico hacia una frontera más ágil, moderna y humana.
“La frontera evoluciona todos los días. Estos ajustes buscan mantener el flujo, hacerlo más eficiente, pero sin afectar al comercio ni a quienes cruzan por trabajo o familia”, explicó.
El proyecto, coordinado entre autoridades de ambos países con apoyo de la Secretaría de Desarrollo Territorial, Urbano y Ambiental de Tijuana (Sedeti) y del Gobierno de Baja California, incluyó una estrategia de comunicación y socialización previa para evitar caos vial o afectaciones mayores al sector productivo.
El comercio y la transformación del consumo
Aunque algunos comerciantes temían una caída en ventas, Zamarripa aclara que los factores reales de cambio se encuentran en la digitalización:
“El consumidor fronterizo ha migrado hacia el comercio electrónico. Ese es el verdadero giro de fondo, no los cruces ni la movilidad.” En San Diego, el entorno laboral se mantiene estable, aunque persisten presiones en el sector agrícola de California. “Aquí se ha logrado un equilibrio: las autoridades locales defienden derechos y promueven inclusión, sin importar el origen de las personas”, subraya.

Desde Tijuana, el presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Roberto Lyle Fritch, ha insistido en que el desarrollo de infraestructura fronteriza debe concebirse como un eje de competitividad nacional y no sólo regional, sino con una perspectiva empresarial compartida. Para él, la economía de Baja California depende de una frontera que funcione como plataforma logística binacional, donde la eficiencia aduanal, la movilidad de personas y la certidumbre regulatoria sean condiciones básicas para atraer inversión y sostener el crecimiento industrial.
“Baja California debe fortalecer su vínculo con Estados Unidos y con la capital del país. Estamos a tres mil kilómetros de donde se toman las decisiones más importantes, y necesitamos que la voz de la frontera se escuche con claridad”, ha dicho en distintos foros.
Lyle Fritch considera que proyectos como el nuevo puerto internacional consolidan esa visión: no se trata únicamente de agilizar el tránsito, sino de redefinir la frontera como motor económico del país.
El nuevo cruce: horizonte 2027
De acuerdo con Kenia Zamarripa, los documentos bilaterales para el nuevo puerto ya fueron firmados y su construcción podría comenzar en 2026, con operaciones previstas hacia 2027. La obra busca reducir tiempos de espera, descongestionar los accesos actuales y facilitar el paso de mercancías perecederas, clave para la economía regional. Cabe mencionar que entre San Diego y Tijuana, más de 230 mil personas cruzan diariamente. Cada ajuste, cada infraestructura, cada acuerdo binacional impacta el pulso de dos economías que se necesitan mutuamente.
En ese sentido, Zamarripa y Lyle Fritch coinciden en la misma premisa: la frontera ya no puede verse como una línea divisoria, sino como un ecosistema compartido, donde la logística, la innovación y la cooperación política determinarán la competitividad de la próxima década.
“No basta con abrir más carriles”, resume Zamarripa. “Hay que repensar la frontera como un sistema vivo, donde economía y comunidad avanzan juntas.” N