Durante mucho tiempo, el mundo cripto fue para unos pocos: programadores, traders y aquellos a quienes les encanta el riesgo; un territorio donde los códigos pesaban más que las personas y donde el lenguaje, francamente, era excluyente. Como emprendedora, inversionista y fundadora de una empresa de cripto y activos digitales, he visto las enormes promesas, pero también las trampas que caracterizaron por mucho tiempo a esta industria.
Por eso, estoy convencida de que la mayor oportunidad no está en la próxima tendencia de inversión, sino en abrirle la puerta a la mayoría para que ingresen al universo de las criptomonedas.
Más del 90% de la población mundial aún no invierte en criptomonedas. Lejos de ser un fracaso, esta situación representa una oportunidad única. Si logramos que las criptomonedas sean simples y útiles, desataremos una ola de adopción capaz de transformar economías enteras y de empoderar a comunidades completas.
LAS MUJERES: UN PODER ECONÓMICO SUBESTIMADO
Las mujeres, en particular, son la fuerza más subestimada de esta industria. A nivel global, las mujeres manejamos más de 30 billones de dólares en activos; sin embargo, las estadísticas confirman que somos minoría en el mundo de la inversión cripto. La razón no radica en la falta de interés o capacidad, sino en que el producto ha sido empaquetado de forma inaccesible: demasiado tecnicismo, demasiada volatilidad percibida y muy poca confianza.
Las mujeres pensamos en el dinero y en las inversiones de forma distinta. Buscamos estabilidad, transparencia e impacto. Construimos comunidad y multiplicamos las oportunidades. Si el ecosistema cripto se alinea con esos valores, ofreciendo sencillez, menos volatilidad y recompensas con significado, las mujeres no solo participarán, sino que liderarán la siguiente ola de crecimiento.
Por eso, propongo que pensemos en el activo ideal no como un instrumento para especular, sino como un mecanismo que premie la participación y el apoyo de la gente con reglas de juego claras, cambiando la complejidad por la claridad y la especulación por la participación genuina. Cuando integramos el cripto a experiencias que nos importan: viajes, educación, bienestar, cultura, entonces deja de ser una apuesta abstracta y se vuelve parte de nuestra vida diaria. A eso le llamamos “Cripto para Todos”.
El mito más extendido en esta industria dice que la innovación solo vive en los extremos: nuevos protocolos blockchain o estrategias financieras incomprensibles para la mayoría. La realidad es que la oportunidad del mercado está en la adopción masiva: en las familias que quieren invertir con seguridad, los jóvenes que buscan alinear su dinero con sus valores y las mujeres que necesitan herramientas para construir patrimonio con transparencia y propósito. El mundo de las criptomonedas no necesita inventar más cosas complejas. Necesita, sencillamente, abrir más las puertas.
DE LA PERIFERIA AL CENTRO
Si este enfoque prospera, las criptomonedas dejarán de ser definidas por los titulares de volatilidad o las batallas regulatorias. Serán definidas por los millones —y pronto miles de millones— de personas que las integren a sus finanzas cotidianas. Gente que quiere más que una apuesta: quiere inclusión, recompensas e impacto.
Como emprendedora y como mujer, creo que este es el momento de reescribir la historia. Las criptomonedas no son solo código,deben ser más humanas y cercanas. Y cuanto antes abracemos esa verdad, antes lograremos traer a la próxima generación de usuarios, empezando por las mujeres, a la economía del futuro. N
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