La Nueva Gubernamentalidad

Gubernamentalidad es un neologismo acuñado por Michel Foucault. Es piedra angular en sus investigaciones sobre Historia y Biopolítica. Con ello deseaba deslindar las «artes de gobernar» propiamente dichas de los discursos que legitiman del derecho del gobernante para mandar.

No importa que esas narrativas imputen a Dios o al pueblo dicho legitimidad divina o pagana. Confieso que no me agrada la obra de Foucault, a mi juicio es artificialmente compleja, pero «para que la cuña apriete debe ser del mismo palo» dice la conseja popular. Con ese constructo, deseaba llamar la atención sobre la diversidad de personas que han ejercido el mando a todo lo largo de la Historia. Denotación y connotación: Este término implica el uso de técnicas racionales para regular el comportamiento de individuos y poblaciones. Dichas técnicas incluyen la disciplina, el registro, la normalización, el uso de la fuerza legítima, la vigilancia y el control, entre otras.

También incluyen actos menos formales como la creación de subjetividades y la formación de identidades a partir del discurso. Acciones igualmente efectivas que tienen consecuencias en la forma en que los individuos se perciben a sí mismos y se relacionan con los demás para crear comunidades, vínculos y estructuras sociales, desde cultos hasta guerrillas, desde partidos políticos hasta organizaciones delictivas. Como categoría analítica, hace énfasis sobre la racionalidad en el ejercicio del imperium es decir el «poder de mando y castigo». Racionalidad que otorga coherencia a las prácticas gubernamentales y a las políticas públicas tratándose de Estados democráticos de corte liberal pero también, racionalidad a las prácticas de caciques tropicales o tiranos boreales.

Foucault y sus comentaristas asumen la gubernamentalidad como un enfoque para analizar los detalles empíricos de gobernar tales como los discursos y narrativas, las suposiciones y mitos que animan a quien ejerce el poder. En el autor francés, dichas prácticas apoyan un «una forma razonada de gobernar mejor». Tipología: El término arraigó y evolucionó. Hoy se entiende como un conjunto de prácticas sociales que intentan moldear, guiar y afectar el comportamiento de las personas. Autores sucedáneos a Foucault han desarrollado una tipología.

Así, existe una gubernamentalidad soberana que se refiere las técnicas a mano del poder del Estado moderno. Hay otra «disciplinaria» que se refiere al poder que se ejerce en ejércitos, internados, escuelas, prisiones, buques, órdenes religiosas, etc. y una más denominada «neoliberal» para estudiar la creación de mercados y la promoción de la competencia y la libertad individual de emprender. Entonces, según el sabio marxista, lo gubernamental es una práctica ejercida no solo por presidentes, reyes, senadores, munícipes, almirantes, jueces, generales o diputados. Al transpolar el concepto, también participan del ejercicio del mando: madres de familia, capitanes de empresa, maestros de escuela, magnates de medios, custodios de prisiones, gurús de tecnología, policías y en México, también delincuentes. Cabría entonces teorizar, junto con Bondi, Noem, Ribio y Trump, sobre una «gubernamentalidad mafiosa». Implicaciones: Ese constructo sirve para entender la práctica social normalizada en Culiacán de que un exrector y un gobernador hayan buscado zanjar sus diferencias políticas bajo el arbitrio inapelable de un capo. Sirve para entender que ambos se plegasen al poder de la violencia y el dinero criminales porque el capo ejerce imperium en ese territorio, ¡la coreografía perfecta de la captura de instituciones públicas en ejecución! Sirve también para enmarcar la entrevista pagada por el árbitro-capo para promover su autoimagen como «pacifista» (sic). Empero todo se derrumbó el 25 de julio de 2024. Reconozco que el neologismo de Faucal funciona.

Así, el primero de septiembre de 2025 debe ser recordado como el primer día de la nueva gubernamentalidad mexicana, el equivalente folclórico del 1 Vendimiario del Año I. Cambiará la narrativa y la autoimagen de quienes ejercen el poder formal y el poder real. Se transformará la liturgia y el abecedario del poder único. Se acotará la legalidad y el diálogo, se profundizarán las técnicas de control de prosélitos y de adversarios, se sepultará el equilibrio y el contrapeso, se tamizará a la población en puro e impuros. La operación política, entendida como praxis que moldea, dirige, guía, coopta, castiga y acota al ciudadano, al justiciable y al elector; florecerá en cada aula, en cada medio de comunicación, en cada esquina, en cada mensaje de influencer.

La consigna callejera saltó a la tribuna, al salón de plenos y a la oficina de trámite. La arenga se transformó en sentencia, la sospecha en intervención de comunicaciones privadas, el esperpento exlíder del Senado, el sesgo ideológico en libro de texto, el mito fantástico en Historia patria, la promesa electoral en indicador presupuestario, el plagio en doctorado honoris causa, la toga en jorongo, el resentimiento social en política exterior, la denuncia ciudadana en hate hashtag, la prisión preventiva oficiosa en sentencia perpetua y la extradición en abducción. Se reconocerá en un futuro que el desprecio a las formas y procedimientos republicanos, complica nuestra coordinación sin subordinación, descarrila nuestra convivencia, incapacita para atender las crisis venideras. Ello es así, porque las instituciones y la liturgia propia del Estado Democrático de Derecho están diseñadas para crear confianza basada en regularidades. En la gubernametalidad estudiada por Foucault, la autoridad pública se comportaba de forma sistemática y racional, acotada por la ley y vigilada por la sociedad civil organizada, donde la decencia política tenía un peso decisivo.

* Doctor en Derecho Internacional (Cédula 4258715), egresado BITAC DHS, analista estratégico (EC0329 folio 3728223) y educador.