De la misericordia a la piedad de Tláloc en una megalópolis rebasada por su maltrecha infraestructura hidráulica.
En 2024, los habitantes de Ciudad de México pedían a Tláloc, dios azteca de la lluvia, que aliviara la sequía que vaciaba las presas. Un año después, la súplica ha cambiado: ahora imploran que las tormentas den tregua.
Las lluvias en esta metrópoli de 9.2 millones de habitantes (más de 22.5 millones en toda su región metropolitana) están rompiendo récords históricos. El domingo pasado, en el centro de la ciudad, se registraron las precipitaciones más intensas desde 1952, de acuerdo con datos oficiales. Solo en junio, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) reportó que fue el tercer mes más lluvioso desde 1985.
En los últimos días, las tormentas han provocado inundaciones en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez —por donde transitan 45 millones de pasajeros al año—, en el metro y en diversas avenidas y viviendas.
CAMBIO CLIMÁTICO: LA PRESENCIA SILENCIOSA DE LAS LLUVIAS
Expertos advierten que el cambio climático está detrás de estas variaciones cada vez más extremas. A la expansión urbana descontrolada y la pérdida de áreas verdes se suma la contaminación, lo que agrava el problema en un valle donde viven más de 22 millones de personas, considerando la zona metropolitana.
Francisco Estrada, del Programa de Investigación en Cambio Climático de la UNAM, señala que los eventos de precipitación “muy extremos” son cada vez más frecuentes, al igual que los períodos de sequía. También ha identificado “islas de calor”, zonas sin vegetación donde la temperatura se eleva por encima del promedio.
El meteorólogo Isidro Cano añade que las lluvias intensas están ocurriendo en áreas donde antes no eran comunes, mientras que otras regiones que solían recibir más agua ahora sufren una disminución de precipitaciones. A esto se suma un desfase en las estaciones: las lluvias pueden adelantarse o retrasarse respecto a los patrones históricos.
FACTORES METEOROLÓGICOS QUE POTENCIAN LAS TORMENTAS
La Sierra Madre Oriental, que recorre México de norte a centro, calienta la atmósfera durante las mañanas, lo que genera vapor que por la tarde se transforma en nubes de hasta nueve kilómetros de altura sobre el Valle de México. En estas nubes se forman campos eléctricos, lo que explica los truenos cada vez más potentes que sorprenden a los capitalinos.
Las ondas lluviosas que llegan desde el Caribe y cruzan la península de Yucatán hasta el centro del país refuerzan la intensidad de las precipitaciones. El calentamiento de los océanos, que ya alcanzan temperaturas superiores a los 30 grados, incrementa la evaporación y, con ello, el riesgo de tormentas tropicales y huracanes en los próximos años.
UNA CIUDAD CONSTRUIDA SOBRE AGUA Y VULNERABLE AL AGUA
El problema no es nuevo. Los mexicas construyeron Tenochtitlán sobre un lago conectado por ríos, pero con el paso del tiempo esa ciudad lacustre fue cubierta por asfalto. Hoy, la falta de filtración natural agrava el riesgo de inundaciones.
La infraestructura actual, advierte Estrada, será insuficiente frente al aumento del volumen de lluvias que traerá el cambio climático. A esto se suma la acumulación de basura en las alcantarillas y el deficiente mantenimiento del drenaje, que en algunos sectores ya genera olor a cloaca tras cada aguacero.
CIUDAD DE MÉXICO: DE LAS SEQUÍAS A LAS TORMENTAS
La capital enfrenta una paradoja: de la escasez al exceso en menos de un año. La combinación de cambio climático, crecimiento urbano y factores meteorológicos hacen prever que las lluvias extremas seguirán siendo parte del futuro inmediato de la ciudad, que necesitará rediseñar su infraestructura para enfrentar un desafío cada vez más urgente. N
(Con información de AFP)