¿A qué se debe que algunas personas sean excelentes conversadoras? ¿Qué hacen para interactuar con un desconocido sin la menor dificultad? ¿Qué hacen para que su interlocutor se sienta a gusto y hasta la persona más importante del lugar? ¿Cómo se las ingenian para pasar con absoluta fluidez de un tema de conversación a otro?
Te aseguro que esa destreza no viene predeterminara en el genoma. De hecho, todos tenemos a nuestra disposición habilidades y técnicas a las que podemos recurrir para sentirnos confiados en situaciones así. Al menos, eso asegura Matt Abrahams, profesor y presentador de pódcasts, quien recién escribió un libro en el que detalla las mejores estrategias para entablar una conversación espontánea.
En el siguiente extracto de Think Fast, Talk Smart: How to Speak Successfully When You’re Put on the Spot [Piensa rápido, habla de manera inteligente: cómo sostener una conversación exitosa cuando eres el centro de atención; © Simon & Schuster], Abrahams comparte sugerencias y trucos para dominar el arte del diálogo.
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Es natural que nos sintamos nerviosos en situaciones sociales y de networking —prototipos de la conversación espontánea—, ya que iniciar y concluir una charla informal se antoja increíblemente difícil y, muchas veces, hasta dudamos de nuestra habilidad para sostener una conversación trivial, pues todos queremos dar la impresión de ser oradores inteligentes e interesantes.
Es común que una charla trivial (durante una velada social, una reunión corporativa, un encuentro con colegas en una conferencia profesional, algún evento en la escuela de nuestros hijos y muchas otras situaciones) termine por convertirse en un partido de tenis verbal, plagado de comentarios espontáneos, preguntas y respuestas. Pero no tiene que ser así. Lo único que necesitamos es realizar un ajuste cognitivo muy sutil, adoptar una estructura útil y tener presentes algunos lineamientos específicos para aprender no solo a sobrevivir a una conversación superficial, sino disfrutarla.
Mi estrategia favorita para entablar conversaciones informales y espontáneas es la estructura Qué – Así que – Ahora que. Explico. Empieza por exponer un argumento o un tema (qué), después describe la importancia de esa información (así que) y termina proponiendo lo que tu interlocutor podría hacer con el conocimiento recién adquirido (ahora que).
Esta estructura es muy útil para una charla superficial justamente porque es muy genérica y versátil. Es decir, puedes utilizarla en muchísimos contextos para “enfocar” y aclarar tus comentarios.
Por otro lado, el último componente de la estructura permite que hagas preguntas a tu interlocutor, lo que, como veremos más adelante, contribuye a proyectar empatía e interés en la otra persona. Ahora, veamos cuál es la mejor manera de aplicar la estrategia a una charla informal.
CÓMO UTILIZAR LA FÓRMULA
La implementación de Qué – Así que – Ahora que nos ayuda de dos maneras. Primero, si tu intención es iniciar o continuar una conversación, bastará con que formules estas tres premisas para que la otra persona se sienta invitada a conversar. Por ejemplo, podrías decir: “¿Qué te pareció el orador principal de esta mañana?” (qué). Una vez que tu interlocutor ha respondido, puedes proseguir la charla con la segunda pregunta: “¿Cuáles crees que sean los beneficios a corto plazo de las propuestas del orador?” (así que). A partir de aquí, la conversación podría seguir una dirección inesperada e interesante, volviendo innecesaria la estructura Qué – Así que – Ahora que.
No obstante, si notas que empieza a disiparse la energía del intercambio, podrías introducir el tercer componente. Ejemplo: “¿Asistirás a la entrevista personal que el orador ofrecerá más tarde?” (ahora que).
La estrategia Qué – Así que – Ahora que también resulta de utilidad cuando la otra persona inicia la conversación y quieres mantener el diálogo. Vamos a suponer que participas en una convención para excursionistas y otros entusiastas de las actividades del aire libre, y los patrocinadores del evento han organizado una reunión informal para todos los asistentes. De pronto, alguien se acerca y te pregunta por qué has asistido a la convención. Puedes responder, “Porque hace años que practico el excursionismo [qué]. Me interesa mucho conocer las novedades en equipos y herramientas que están presentado, ya que quiero incrementar la distancia de mis recorridos sin sufrir lesiones [así que]. Y tú, ¿practicas muchas actividades al aire libre? [ahora que]”.

LA ESTRUCTURA PARA LA BUENA CONVERSACIÓN
Ahora bien, aun cuando la estructura Qué – Así que – Ahora que resulte muy provechosa para iniciar una conversación, veremos que no siempre es la más adecuada para causar una buena impresión durante una charla. A fin de dominar el arte de la conversación, tenemos que ser muy conscientes de que nuestro papel como hablante y escucha se modifica constantemente.
La charla superficial no es otra cosa que un intercambio en el que los participantes se turnan para hablar, de manera que es necesario tener muy presentes los cambios de rol que ocurren mientras los participantes se abren paso entre una serie de temas. Para hacer un buen papel durante una charla espontánea, debemos maximizar cada una de nuestras intervenciones como hablante. Y lo mejor que podemos hacer para asegurarnos de ello es implementar lo que he denominado el “Primer mandamiento de la charla superficial”. A saber…
LO IMPORTANTE ES TU INTERLOCUTOR
Es frecuente que nos esforcemos en impresionar a los demás dando la sensación de ser ingeniosos e interesantes. Sin embargo, ese impulso nos lleva a exagerar y a tratar de tomar el control de la conversación, por lo que dedicamos un tiempo excesivo a hablar de nosotros mismos.
Si bien es posible que algunas personas estén realmente interesadas en conocernos mejor, lo más común es que quieran hablar de sí mismas, sentirse escuchadas y comprendidas. Cuando nos situamos en el centro de la conversación negamos a nuestro interlocutor la oportunidad de hacerse escuchar y entender, dejándole con la impresión de que está hablando con un individuo egocéntrico, poco empático, arrogante y hasta ignorante. Y, por supuesto, no queremos dar esa impresión.
Cada vez que tomamos nuestro turno como hablantes tenemos una oportunidad para hablar no de nosotros, sino de la otra persona. Y, en ese sentido, los expertos del campo hacen una distinción entre las respuestas que apoyan lo que dice la otra persona y las que vuelven a dirigir la conversación hacia nosotros.
Por ejemplo, si tu interlocutor se queja del vecino enfadoso que vive en el apartamento de arriba, tienes la opción de responder: “¡Ay, sí! Y no imaginas lo que he tenido que aguantarle a mi vecino. La fiesta de anoche terminó después de las tres de la mañana”, lo cual desviará la charla hacia ti y tus intereses, en vez de invitar a tu contraparte a aportar más información. En cambio, una respuesta de apoyo demostrará que empatizas con la otra persona; y así, por ejemplo, podrías pedir más detalles sobre la mala conducta del vecino, y la manera como tu interlocutor enfrentó su problema.
EVITA EL CÍRCULO VICIOSO DE “¿QUÉ TAL” O “¿CÓMO ESTÁS?”
Cuando centras la conversación en la otra persona y no en ti, puedes superar dos situaciones complicadas que caracterizan todos los intercambios: el inicio y la despedida. Si vas a iniciar una conversación, debes evitar las “muletillas” genéricas y superficiales como: “¿Cómo estás?” o “¿A qué te dedicas?”.
En cambio, puedes aprovechar el inicio de la charla como una oportunidad para mostrar interés en tu interlocutor y sus puntos de vista. Así pues, preguntarle sobre las circunstancias o el entorno social puede ser de gran utilidad. Por ejemplo: “¿Alguna vez has visto tanta gente con camisas azules?” o “¿Qué opinas sobre la cantidad de ventanas que hay en este edificio?”.
El objetivo es que los dos estén en la misma sintonía y conecten desde el principio, y eso se logra mostrando interés en la otra persona o en la experiencia que comparten en ese momento. Cuando vayas a encontrarte en una situación en la que seguramente tendrás que participar en una conversación superficial, lo más conveniente es que, antes de llegar al evento, pienses en un par de opciones que te ayuden a iniciar una charla y que, a la vez, te permitan proyectar calidez y curiosidad.

NO RESPONDAS CON PRONTITUD
Si tu interlocutor es quien inicia la charla, ten cuidado de no responder con excesiva prontitud y sin pensar, ya que esto podría conducir a lo que algunos expertos denominan el círculo vicioso de “¿Qué tal?” o “¿Cómo estás?” (una persona inicia con “Hola, ¿cómo estás?” y la otra responde: “Bien gracias, ¿y tú?”. A todas luces, semejante intercambio no tiene nada de fascinante).