Las oscuras profundidades oceánicas suelen ser descritas como la última frontera de la Tierra, pero un investigador asegura que la tierra que pisamos es igual de misteriosa. “Sabemos más de la superficie de Marte que de los océanos o de los suelos de nuestro planeta”, acusa Marc Kramer, quien considera que obtener más información sobre la tierra podría derivar en beneficios enormes para el mundo entero.
En un estudio publicado en noviembre, Kramer, profesor auxiliar de química ambiental en la Universidad Estatal de Washington, en Vancouver, profundiza en lo que ya conocen los científicos sobre el almacenamiento de carbono en el suelo, y explora algunas estrategias para extraer dióxido de carbono de la atmósfera, el gas de invernadero que está causando niveles de temperatura récord en todo el orbe. Los investigadores saben que los árboles absorben dióxido de carbono, igual que los cultivos y los microorganismos de la tierra. Pero en su estudio, publicado enBiogeochemistry Letters, Kramer revela que también puede almacenarse en los minerales del suelo, a más de 30 centímetros bajo la superficie.
La investigación que Kramer y otros científicos han estado desarrollando podría ayudarlos a adaptar los usos agrícolas y otras prácticas para sacar carbono de la atmósfera. En un estudio anterior de Kramer, publicado en 2015, los agricultores incrementaron el nivel de carbono de sus tierras al mismo nivel que tienen los suelos forestales nativos, y en apenas seis años.
Hacer que la tierra limpie el aire es una paradoja interesante, pero algunos científicos están lanzando fango al paradigma. Investigadores de la Universidad de California, Irvine, hallaron que la capacidad del suelo para absorber carbono era muy sobreestimada. Otra advertencia: aunque puede almacenar carbono, también se ha observado que el suelo libera pulsos de dióxido de carbono conforme la temperatura aumenta. En la década de 1990, unos científicos elevaron en varios grados la temperatura del suelo de algunas parcelas boscosas y determinaron que el carbono que liberaba la tierra aumentaba de manera drástica. Basado en 26 años de datos, este estudio demuestra que, aunque el suelo se usara para absorber dióxido de carbono, las temperaturas más cálidas podrían ocasionar que liberara más carbono y depositara más dióxido de carbono en el aire.
Kramer señala que el estudio a largo plazo analizó la capa superior de tierra, la cual interactúa más fácilmente con la atmósfera, mientras que su reciente estudio se centró en suelos situados al menos a 30 centímetros de profundidad, y los minerales de esa capa le permiten retener el carbón con más persistencia. También arguye que esa y otras objeciones no consideran el futuro. “Hay oportunidades para incrementar la cantidad de carbono que se almacena en el suelo con las prácticas agrícolas correctas; solo que todavía no sabemos cuáles son”, insiste. “Opino que esto es el principio de la conversación, y que todavía nadie sabe qué puede lograrse”.
En junio, la Organización de las Naciones Unidas anunció que se espera que la población mundial sume 9,800 millones para 2050, lo que representa 2,200 millones de bocas más que alimentar. Aumentar nuestro conocimiento del suelo ayudará a que los agricultores desarrollen cultivos de manera más eficaz, a mejorar la retención de agua en la tierra, y a retener carbono en el suelo, explica Kramer.
“Abre la posibilidad de considerar prácticas agrícolas que enriquezcan ese mecanismo y retengan más carbono en el suelo, al tiempo que sustenten y aumenten la producción alimentaria”, prosigue Kramer. “La oportunidad de conjuntar eso y minimizar el uso de agua también es crítica, y es algo que puede alcanzarse”.
—
Publicado en cooperación conNewsweek / Published in cooperation withNewsweek