Yuriria: entre el olvido y el lirio

En la ciudad de Yuriria,
hoy incluida en el grupo de los denominados pueblos mágicos, el dolor crece, y
la indignación y la desesperanza están a flor de piel. Como telón de fondo de
la violencia que se vive en el municipio, se encuentran los problemas y rezagos
estructurales: pobreza, marginación, hambre y, de manera notoria, un ecocidio
que amenaza con destruir el capital natural de la zona.


Meses sin trabajo

En el embarcadero de
Yuriria trabaja una cooperativa sobre la que se tienen pocos datos: la fundaron
lugareños que en realidad no son pescadores, sino dueños de autobuses de
transporte público, y actualmente la integran entre ocho y 12 personas que
poseen pequeñas lanchas en las que ofrecen —cuando se puede— recorridos de
entre 25 minutos y una hora al interior de la Laguna.

Sin embargo, durante
largos meses la invasión del lirio acuático vuelve literalmente imposible la
navegación: «cuando el viento sopla hacia el embarcadero, no hay poder humano
que nos deje salir a pescar o a dar los paseos», narra uno de los entristecidos
integrantes de la cooperativa, quien pide el anonimato.

Otro de los habitantes,
don Pancho, describe así la situación: «aquí lo que viene pasando es que el
gobierno nada más no quiere que esto se arregle. Cada año les llega el recurso
para que se meta la máquina para sacar el lirio, y cada año pasa lo mismo. Mírela,
ahí está parada, ya hasta con planta alrededor de que nomás no la mueven que
porque no viene el operador o que no hay para el diésel, o quién sabe».

En efecto, la imagen es
inaudita: miles de kilogramos de lirio estancado que impiden incluso la
circulación de oxígeno, provocando la muerte de cientos de peces, carpas y
charales, que son las más comunes en la Laguna.

«Mire, arrímese, lo que
nos queda es este pedacito que nosotros limpiamos y donde todavía podemos
pescar unos días». El hombre me muestra el pequeño claro de agua que queda ante kilómetros de agua invadida por el
lirio.

Una tragedia histórica

La Laguna de Yuriria fue
construida en 1548 por Fray Diego de Chávez, uno de los frailes agustinos que
llegaron a América unos años después de concluida la conquista de Tenochtitlán.
Tiene una dimensión de 180 kilómetros cuadrados y, se supone, 150 kilómetros
cuadrados de superficie protegida.

Desde el año 2004 fue
incluida en la Convención de Ramsar, relativa a la protección de los humedales
en todo el mundo. La razón es que no solo se trata de uno de los cuerpos de
agua más importantes del país, sino que además es refugio de especies
endémicas, y de otras migratorias, como el pato canadiense, especie que año con
año cumple su ciclo migratorio desde el bajío mexicano hasta Canadá.

La Laguna es, de acuerdo
con el Instituto de Ecología de Guanajuato, santuario de 165 diferentes
especies de aves, entre las que destacan los patos, las garzas, los pelícanos y
algunas especies de gallinas acuáticas de singular belleza y que forman parte
del patrimonio ecológico de la región y del país.

Desde hace años todos ellos,
junto con las especies vegetales de la zona lacustre, se encuentran en peligro,
pues, de acuerdo con diversos estudios de expertos, la Laguna de Yuriria enfrenta
un acelerado y peligroso proceso de envejecimiento que exigiría una acción
decidida de las autoridades para su rescate y protección.


Oportunidad desperdiciada

La Laguna de Yuriria es
uno de los espacios lacustres del país de mayor potencial de desarrollo
turístico. Es, en ese sentido, también una de las zonas menos aprovechadas, en
detrimento de sus habitantes. Con un clima privilegiado y una posición geográfica
inmejorable, Yuriria podría ser un atractivo turístico del mismo calibre que
San Miguel de Allende.

Desarrollar la zona
implicaría apoyar a sus habitantes y promover la organización comunitaria. «El
seguro nos cuesta 2,700 pesos al año, más el permiso, otros 700. Échele además
el equipo: salvavidas, chalecos, cuerdas y el mantenimiento de las lanchas.
Pero estamos tres o cuatro meses parados… por eso nadie quiere ya meterse a
esto; nomás no es negocio», sostiene don Carlos, otro de los afectados por la
situación.

Y agrega: «échele
cuentas, armar la lancha le sale en 70 mil: el motor con los caballos de fuerza
que se ocupan, el cascarón, el techo, la pintura y la gasolina para operar. Nomás
de equipo se ocupan unos 250 mil. Conviene en ese caso más uno de esos ‘ubers’
que ya andan creo que en León; se me hace que se sube más gente».

En Yuriria hay pocas
opciones de empleo. En una de las tienditas del centro histórico, Maura, una de
las empleadas asegura que no hay trabajo: «si no tienes una palanca y entras a
la presidencia [municipal] o a alguna escuela, no te va bien. Yo aquí saco
apenas 400 a la semana y llego desde las nueve, y eso que fui al Conalep».

A la orilla de la Laguna
hay una ladrillera; ahí trabajan niños. De acuerdo con Nashieli Ramírez,
experta en temas de derechos de la infancia y quien fuera recientemente elegida
como Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, Guanajuato
es una de las pocas entidades en donde siguen funcionando ese tipo de negocios
con la presencia ilegal de trabajo de niñas, niños y adolescentes.

La cuestión es simple: en
Yuriria la Laguna más importante del centro del país se hunde entre la
incapacidad del gobierno municipal, una muy débil e incipiente movilización
social de exigencia y rescate ecológico de la zona, y también, debe decirse,
entre el olvido y el desinterés del gobierno estatal y de la CONAGUA para
generar soluciones estructurales y de largo plazo para el desarrollo social y
ecoturístico de la zona.


En la otra orilla

Del otro lado de la
Laguna, particularmente en la localidad de la Angostura, en el municipio de
Valle de Santiago, la realidad es distinta. Existe un pequeño conglomerado de restaurantes
y negocios, en los cuales se pueden comer platillos desde 30 pesos.

Se trata de un espacio de
bajo costo que le permite a las personas de localidades cercanas acceder a
servicios turísticos y recreativos, como los paseos en lancha, cuyos precios
van desde 300 hasta 500 pesos.

A pesar de no estar
enfrentando en estos meses una crisis como la que se presenta en el embarcadero
de Yuriria, la afectación es igualmente importante y también impacta en las
ventas y, sobre todo, en la capacidad de pesca de las cooperativas locales.

Evidentemente en ese lado
hay una mayor organización, tanto social como comercial, la cual puede
potenciarse aún más para captar turistas con mayor poder adquisitivo,
incrementar la derrama económica y generar mayores capacidades para el
desarrollo sostenible de toda la zona.

Sin embargo, no hay una
estrategia dirigida desde el gobierno estatal para promover la asociación de
los habitantes de la localidad y no existen acciones coordinadas de referencia
y aprovechamiento compartido del patrimonio cultural y ecológico que se tiene.


Comentarios de cierre

La laguna de Yuriria no
puede mantenerse como está. Urge hacer mucho más, porque además funciona como
un regulador del Río Lerma, el más extenso del país, y puede ser uno de los
principales instrumentos para resolver, en el mediano y largo plazos, los
problemas de almacenamiento y protección
del agua superficial en el centro de México.

Lo que se tiene a la vista en
Yuriria es justamente la ausencia de visión. No ha habido, ni en lo local ni en
lo estatal, interés para desarrollar la zona, aprovecharla al máximo y generar
un centro de desarrollo ecológico ejemplar para el país.