Sobrevivir al asesino Charles Manson

FUE EN 1967, dos años antes de los asesinatos que harían del nombre Charles Manson un sinónimo del mal. Dianne Lake y su familia vivían en la comuna Hog Farm, en el Valle de San Fernando de Los Ángeles. Sus padres, radicalmente permisivos, habían abrazado entusiastamente la contracultura y motivado a sus tres hijos a, entre otras cosas, fumar marihuana y consumir ácido.

Resultó que el amor libre y las drogas crearon un terreno fértil para un psicópata como Manson, un aspirante a músico y criminal de poca monta que ya había pasado la mitad de sus 34 años en la cárcel. Y Lake, una adolescente emocionalmente vulnerable, era el blanco perfecto. Ella tuvo una relación tumultuosa con sus padres, quienes en esencia la cedieron a una pareja hippiecomo compañera sexual cuando tenía 14 años. La pareja la presentó con Charlie, como todos lo llamaban (como Lake todavía lo llama), y su culto de seguidoras, muchas de ellas emocionalmente afligidas.

En retrospectiva, dice Lake, las señales de alerta eran evidentes. “Si alguien habla con demasiada intensidad cuando te conoce, algo está mal”, comenta. “Charlie me hizo sentir muy especial, y conocerlos a él y sus chicas fue algo mágico”.

En su nuevo libro de memorias, Member of the Family (escrito con Deborah Herman), Lake describe que tuvo sexo con Manson horas después de que se conocieron y se mudó al hogar de La Familia Manson, un deteriorado estudio de cine en el norte de Los Ángeles. “Tengo este recuerdo de meterme ácido y pararme frente a un espejo con él. Manson me mostraba cómo se podía convertir en muchas personas diferentes, con solo mover sus músculos faciales y sonreír de cierta forma, cambiándose el cabello o usando un sombrero diferente. Era un camaleón. Abusaba de la gente, buscaba sus debilidades, y quería enseñarnos cómo hacerlo también”.

Lake pasó dos años con La Familia, y en los años que han pasado, según escribe en su libro, “enterré mi historia tan bien que casi había olvidado que una vez fui alguien más”. Eso llegó a un final dramático en 2008. Recibió una llamada en la cual le informaban que la policía de Nevada tenía permiso de buscar posibles restos en un rancho donde La Familia Manson vivió por un tiempo. “Si encontraban más cuerpos, sería un testigo en una investigación”, dice Lake.

Ella ahora es la madre de tres hijos y, como lo explica en Member of the Family, “la fachada iba a derrumbarse bajo el peso de mi vida anterior y la vergüenza que había escondido por años. Ahora tendría que decirles a mis hijos lo que realmente sucedió durante esos años traicioneros en California”. No se halló ningún cuerpo, pero Lake decidió hurgar en su pasado de todas formas para contar su historia.

Manson todavía no se hacía llamar Jesucristo cuando Lake se unió a La Familia. Él todavía no habla de iniciar una guerra racial. Pero era un amo de la manipulación que abrazaba una filosofía —un revoltijo de letras de los Beatles, el Libro del Apocalipsis y los escritos de Hitler— que a ella no le pareció tan disparatada en 1967. “Nunca podías tener una respuesta directa de él. Siempre estaba jugando con las mentes de la gente”, comenta, y las entrevistas con Manson en prisión indican que eso fue cierto hasta el final. Ahora, por supuesto, Lake tiene claro que “Manson estaba loco”.

Dianne se quedó atrás cuando miembros de La Familia cometieron los asesinatos de Tate y LaBianca en 1969. Por órdenes de Manson, siete personas (incluida Sharon Tate, la esposa embarazada del director Roman Polanski) fueron asesinadas con brutalidad frenética en dos noches diferentes. Siete meses después de esos eventos, Manson y otros cuatro fueron arrestados, y Lake se convirtió en un testigo clave en el juicio que terminó con la condena de él, una sentencia de muerte luego conmutada por nueve cadenas perpetuas simultáneas.

Después de que Manson fue arrestado, ella también fue salvada de sus padres. El detective Jack Gardiner y su esposa, Carol, la acogieron en adopción temporal. Lake reconoce que ellos, al igual que las enfermeras del hospital donde se quedó después de ser retirada del culto a Manson, la ayudaron durante el largo proceso de recuperación que siguió al juicio. Recibió más ayuda en la escuela y después llegó a casarse, en 1979. “Fue mi marido, Todd, y los niños quienes me ayudaron a salir a gatas del valle de la sombra de la muerte. Es gracias a la gracia de Dios que lo logré”.


RANCHO NOTORIO: El Spahn Movie Ranch, donde La Familia vivió
durante los asesinatos. FOTO: RALPH CRANE/THE LIFE PICTURE COLLECTION/GETTY

Al paso de los años, una sola alusión podía alterarla. Cuando su hija quiso llamar Charlieal gatito de la familia, Lake trató disuadirla como pudo. “Le dije: ‘Cariño, ¿por qué no Chocolate, o Vainilla?’ Lo que fuera menos Charlie. Ella insistió, y creo que fue parte de mi terapia, aprender a asociar ese nombre con un gatito”.

Pero el nombre Manson, tan ubicuo en la cultura pop, era imposible de evitar. Después de que su marido murió de carcinoma de células de Merkel, Lake usó Match.com. durante una cita para tomar café, y un hombre comentó que una casa que había comprado se veía “como si Charles Manson hubiera vivido allí”. Lake ríe cuando cuenta esto. “Creo que simplemente aprendes a sonreír y soportarlo. Dices: ‘Oh, ¿en serio? Guau, qué desagradable’”.

Lake ve sombras en su ser más joven, en la juventud vulnerable que es el blanco y en las víctimas de pandillas y grupos terroristas. “Estas personas que ves haciendo cosas horrendas en las noticias en algún momento estuvieron solos. Ellos querían pertenecer a algo. No se sienten cómodos hablando con otras personas sobre cómo se sienten, y si son introducidos a un espejismo, solo se acumula y acumula”.

Desde que se hizo pública, Lake ha sido contactada por acólitos de Manson. “Hay mucha gente turbada, parásitos que afirman haber sido parte de La Familia, y no tengo idea de quiénes son”, comenta. “Y luego está la gente obsesionada con todo lo que tiene que ver con Manson, y son esos chiflados quienes me hacen ser cautelosa. He tenido algunos encuentros con ellos en línea, un hombre incluso llamó a mi puerta. Esta gente está abrumada por la historia, y casi me parece una perversión. Le temo a gente como esa”.

La obsesión más grande de Estados Unidos con los crímenes reales también la turban. “No pienso que el aumento de estas historias sea bueno. Ver crímenes horribles una y otra vez; la moral de la gente está desapareciendo”. Contrario a sus padres, ella trabajó duro para proteger a sus hijos de historias e impulsos oscuros; y es entendible que en ocasiones se extralimitó. Lake cuenta, divertida, las opciones que les daba a sus niños —dos hijos y una hija— y sus amigos. “No les permitía hacer juegos de disparos o algo parecido. Les decía: ‘¿Por qué no lanzan manzanas y peras allá afuera? ¿Recogen monedas o algo?’ ¡Cualquier otra cosa!”.

La muerte de Manson, expresa, “es un alivio para mí y espero que para todas las personas que lastimó. Él ha sido el coco de demasiada gente. Conocí a un joven que tenía diez años por entonces. Repartía periódicos, y dijo que cuando estaba oscuro, miraba hacia atrás y se imaginaba que Charlie lo perseguía. Ni Jack el Destripadorni el hombre lobo. Para su generación, era Charlie”.

Dianne Lake finalmente tuvo que contarles a sus hijos sus experiencias con Manson. Un hijo estaba en la universidad por entonces; ella y su marido se lo dijeron por teléfono. “Estaba conmocionado”, comenta Lake. “Se lo dijimos a mi hija en su habitación, y lo primero que respondió fue para mi marido: ‘Gracias por amar a mami’”.

Su hija es la única de sus niños que ha leído Member of the Family. “Dijo que fue el epílogo lo que tocó una fibra sensible en ella, el que yo al final hallara la familia que siempre quise. Y la hice yo misma”.

¿Y si sus hijos quisieran leer el libro de memorias? “No tengo problema con ello”, concluye Lake. “Pero sugerí que solo lean el prólogo y el epílogo. Dejemos que el resto sea historia”.

Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek