“Ser héroe y ser infeliz van de la mano”

Vea Kaiser es una joven escritora austriaca que se considera una gran lectora de la obra de Gabriel García Márquez, cuya novela Cien años de soledad, asegura, ha leído infinidad de veces. Las dos primeras novelas de Kaiser, la primera de las cuales publicó hace cuatro años, han vendido en conjunto unos 200,000 ejemplares solo en lengua alemana, además de que le han merecido varios reconocimientos. Por ejemplo, su novela Blasmusikpop fue presentada en el Festival du Premier Roman de Chambéry como el mejor debut en idioma alemán y fue nominada para el premio literario Aspekte.

“Para mí, Cien años de soledad es el libro más grande, más bonito y más perfecto de todo el mundo y de todos los tiempos”, dice, de visita en la Ciudad de México, en charla con Newsweek en Español. “Es un libro que me ha dado mucha inspiración y que, de una u otra manera, he leído más de 200 veces, pues lo leo cada vez que escribo”.

A la escritora, nacida hace 28 años en Sankt Pölten, la asiste la razón si de lo que se trata es de contrastar la legendaria narración de García Márquez con su más reciente obra, Los héroes felices, una novela que ya ha sido galardonada con el premio al mejor libro de la Fundación Ravensburger Verlag.


FOTO: ANTONIO CRUZ/ NW NOTICIAS

Publicada recientemente por la editorial Alianza de Novelas, Los héroes felices cuenta las peripecias de una familia griega desde la década de 1950 hasta el presente. El escenario que abre las puertas a la narración es un pueblo de la frontera grecoalbanesa dividido por la guerra, en donde vive Yaya María, abuela y casamentera por excelencia y a quien no echa atrás ninguna intriga cuando se trata de asegurar la continuidad de su linaje. Empero, en cierto momento Yaya María interpreta mal los augurios y eso arrastra al infortunio a varias generaciones de una familia que va dejando sus huellas en muchos lugares y en los que su temperamento mediterráneo se complementa con otras identidades.

De esta manera, en la novela se generan odiseas particulares que tienen como escenario grandes núcleos de emigración en los años 70: Alemania en plena ebullición industrial y Estados Unidos; el corazón de la provincia en Austria en los años 80 y la refinadísima Suiza actual; y la isla griega Makarionissi en la que, de acuerdo con la mitología griega, habitan los héroes felices,pero donde la playa y el sol no ocultan la cara menos amable de la crisis económica reciente.


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“Estoy segura de que nunca voy a escribir un libro tan bueno como Cien años de soledad, pero, de todos modos, uso la inspiración que me da ese libro como un antecedente, que se vea como la base de todo mi deseo de escribir y de seguir las mismas líneas, aun sabiendo que no será lo mismo. Por supuesto, tengo otras inspiraciones también, pero ese libro para mí es mágico. Cuando lo leo no capto ni entiendo cómo se pudo escribir semejante obra, es mágica. He pensado que Gabriel García Márquez le vendió su alma al diablo”.

Sobre su nueva novela Kaiser explica que, contrario a la tradición literaria, construyó primero el final y luego el resto del cuerpo. Recuerda que, en un viaje de Viena a Berlín en tren, en medio de los espléndidos paisajes a campo abierto sorpresivamente descubrió a un hombre que manipulaba un detector de metal. “Eso captó mucho mi atención porque había un hombre solo en medio de la inmensidad de la nada, y esa escena la incluyo en el final del libro. Este hombre es como un amuleto porque el libro se trata de la felicidad, todos los personajes quieren ser felices, y ese hombre con el detector de metal busca también su felicidad, aunque a su modo”.


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—Para ti, Vea, ¿quiénes son y por qué son los héroes felices?

—Yo pienso que los héroes felices es como un chiste, porque los héroes obviamente no son felices. Por ejemplo, el gran error de la historia, Aquiles en la guerra de Troya. Aquiles era la persona más infeliz en todo el mundo; era el héroe más grande, pero también el más infeliz. En toda la historia, Aquiles siempre está triste, se la pasa llorando, molesto, es un personaje que nunca es feliz. Lo mismo pasa con Ulises, en toda la historia es un personaje que se la pasa llorando. Cuando leía las historias originales de estos héroes (la Ilíada) me preguntaba por qué se la pasaban llorando y siempre infelices. Pienso que el ser héroe y el ser infeliz van de la mano en general porque los héroes son las personas que hacen algo incluso sabiendo que ese algo los puede dañar o que no va a ser bueno para ellos, pero aun así lo hacen.

—¿Por qué los augurios y la interpretación de señales son tan recurrentes en tu obra? ¿Así lo decidiste o tiene que ver con tu cultura?

—Soy una persona muy supersticiosa. Cuando es viernes 13 todo el día estoy pensando en qué pasará. Normalmente uso zapatos con tacón, pero en viernes 13 no porque uno se puede romper la pierna. Y creo mucho en las señales, incluso cuando debo tomar una decisión busco de alguna manera encontrar una señal en algo, y ese rasgo lo pongo en mis personajes. Especialmente, Yaya María es un personaje que cree mucho en eso. Los augurios son algo muy presentes en la mitología griega, entonces por eso también tenía que incluirlos por esa parte.


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—Creo que los augurios rebasan las fronteras de la mitología griega…

—Sí, para mí el augurio es una de las razones más importantes y más poderosas que hay en toda la historia. En la historia griega, para muchas personas era una razón muy importante para actuar. Un ejemplo es el rey Hermes, que hablaba de la importancia de los augurios y de cómo se interpretaban. Por ejemplo, a Hermes le dijeron: si tú cruzas ese río vas a acabar con un gran imperio, y como él quería acabar con los persas, pensó: ah, si cruzo ese río voy a acabar con el imperio persa, pero lo que sucedió es que cuando lo cruzó acabó con un gran imperio, el suyo. Entonces, tenía razón el augurio, pero es muy importante darle una correcta interpretación.

—¿Qué eliges: la novela latinoamericana o la alemana?

—Eso es difícil de responder porque es diferente en todos los países. Lo que sí no me gustan son los libros pequeñitos que se llaman novelas. Una novela debe ser un libro grande, me enoja cuando leo un libro de cien páginas que quiere ser novela. Algunas veces tienes obras que son como colecciones de historias, pero no, una novela es una historia grande, no pequeñas narraciones. Otra cosa que pienso es que los lectores de Latinoamérica son muy diferentes a los de Alemania, sobre todo en la ficción. Por ejemplo, algunas cosas de mi libro no son posibles en el mundo real, y los lectores alemanes me han escrito: querida señora Kaiser, no es posible, es un error, tiene que investigar mejor… Y yo digo: ¡gente, esto es una novela, es ficción! Eso es diferente con los lectores latinoamericanos que conocen el realismo mágico y saben de ficción. Los lectores alemanes son muy técnicos, les gusta mucho investigar, no se dejan llevar a la fantasía y aman corregir a los demás. Y los latinoamericanos sí entienden que el autor tiene derecho a escribir ficción.


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