Ruleta ecológica

El 11 de marzo de 2011 comenzó como cualquier otro día para muchos mejillones del litoral oriental de Japón: adheridos a los muelles y filtrando su alimento del agua. Pero a las 14:46 horas, dos segmentos de la corteza terrestre chocaron y desataron un violento terremoto que duró seis minutos, seguido de una serie de olas gigantescas y lo bastante poderosas para arrasar con edificios de tres pisos y arrancar los muelles de sus anclajes.

Aquel terremoto con tsunami mató a unas 18,000 personas y causó daños por más de 200,000 millones de dólares. La tarea de despejar los escombros demoró cuatro años. Pero no todos los despojos permanecieron en Japón, y la historia inenarrable de lo que quedó a la deriva en el mar ofrece un vistazo revelador de cómo los desastres naturales modifican el mundo; muchas veces, de las maneras más inopinadas.

El tsunami señaló el momento en que miles de esos mejillones emprendieron una aventura increíble a través del océano Pacífico. En los últimos seis años, restos procedentes de Japón han alcanzado las playas de Hawái y de toda la costa occidental de América del Norte. Y según un estudio sobre las consecuencias del tsunami, publicado el 29 de septiembre en la revista Science, una pequeña muestra de los despojos –mayormente, plásticos- acarreó consigo especímenes vivos de casi 300 especies.

El informe presenta un “cuadro mínimo” de los restos del tsunami transportados hasta América del Norte, explica James Carlton, autor principal del proyecto y ecólogo marino de Williams College. Y esos restos siguen llegando, asegura. “No teníamos idea de que persistirían hasta 2017 y mucho más”.

El extenso rastro de los escombros se traduce en que cientos de especies han arraigado en ecosistemas nuevos. Los científicos siempre han sabido que las especies viajan en troncos, pero es increíblemente difícil rastrear un fragmento de escombro desde su origen hasta su destino final. “Este es, realmente, el primer acontecimiento [de migración] en gran escala que estamos presenciando mientras ocurre”, comenta Martin Thiel, ecólogo que estudia el movimiento de especies en la Universidad Católica del Norte de Chile, quien no intervino en la investigación.

Los ecologistas pudieron rastrear casi todos los escombros del tsunami porque eran relativamente fáciles de identificar. En muchos casos, todo un muelle o un barco fueron arrastrados hasta una playa, conteniendo sus números de registro u otros medios de identificación.

Para el estudio, el equipo examinó 634 piezas de escombros presuntamente derivados del tsunami y, luego, cuantificaron los animales incluidos en cada pieza, apoyados por 80 científicos de todo el mundo. La cuenta final: ejemplares vivos de 289 especies, incluidos el camarón esqueleto japonés (Caprella mutica),la estrella de mar del Pacífico (Asterias amurensis), y la perca loro japonesa rayada (Oplegnathus fasciatus).

Es posible que algunos de esos animales no hicieran todo el viaje —bien pudieron haber tenido descendencia durante el trayecto—, pero todos tienen ahora la oportunidad de vivir en un hábitat nuevo. Y los investigadores consideran que muchos otros organismos vivos han recibido la misma oportunidad, dada la gran cantidad de despojos oceánicos que no han sido estudiados. La mayoría de esos “polizones de escombros” no sobrevivirá, porque no serán depositados en un hábitat adecuado; sin embargo, los que tengan la suerte de convertirse en especies invasoras prosperarán tan bien que harán sufrir a las especies nativas.


La mayoría de estos “polizones de escombros” no sobrevivirá,
pero los afortunados se convertirán en especies invasoras. FOTO: RUSS LEWIS

No hay manera de saber cuáles especies podrían causar ese tipo de daño. Carlton compara el proceso con una “ruleta ecológica”, porque es imposible predecir cuáles recién llegados no encontrarán depredadores naturales en su nueva localidad. Con todo, el pasado es informativo: los mejillones mediterráneos (Mytilus galloprovincialis), una de las 289 especies halladas en los restos, han invadido otros lugares, de manera que los científicos están monitoreando hábitats costeros de Hawái y América del Norte en busca de indicios tempranos de invasión.

Transcurridos seis años del tsunami japonés, los escombros siguen llegando a las costas en una cantidad y variedad pasmosas. Desechos naturales, como la madera, se agotaron después de los primeros años, pues a menudo se descomponen en el trayecto. Pero el plástico sigue circulando. “En esencia, lo que tenemos es una armada enorme de plásticos, y esos [restos] son los que están haciendo este larguísimo viaje”, señala Thiel.

Los escombros del tsunami son una fracción de todo el plástico que flota en los océanos de la Tierra, así que la odisea que documenta el estudio podría ser mucho más común de lo que suponemos. “Sabemos que el plástico oceánico representa un problema por muchas razones, y esta es una de ellas”, agrega Thiel. Se refiere a las sorpresas desagradables como anémona japonesa con manchas anaranjadas, que llegó a las costas estadounidenses, desde el sur de Oregón hasta el centro de California, durante la primavera de 2016: primera vez que la anémona fue detectada en algún escombro de tsunami.

“Por supuesto, el tsunami fue una tragedia humana”, dice Cathryn Clarke Murray, ecóloga marina de la Organización de Ciencias Marinas del Pacífico Norte, en Columbia Británica, la cual ha estado apoyando la investigación de Carlton y otros proyectos que estudian el impacto de los escombros de tsunamis. No obstante, añade que el estudio ha proporcionado nueva información sobre la manera como las especies se desplazan por el mundo. “Ha cambiado mucho nuestra percepción de la ecología costera”.

Carlton y Thiel apuntan que la investigación es oportuna, dados los trayectos de los huracanes Irma y María a través de Florida y el Caribe, que han arrastrado plásticos y otros desechos hacia el océano. Muchas especies podrían viajar, fácilmente, en la Corriente del Golfo y, a la larga, llegar hasta las costas de Europa. Y si esa tendencia persiste, más y más de esos desechos terminarían como plásticos que flotan largas distancias. Esto es una buena noticia para los aventureros accidentales, ya que nadie quiere quedar varado en medio del océano. Sin embargo, no se sabe cómo serán recibidos estos náufragos cuando toquen tierra firme.