Suicidio social

LOS ALBANESES utilizan una tarjeta de identidad digital a
prueba de piratas informáticos, llamada Letërnjoftimi. Es una
identificación nacional que tiene un holograma genial y un chip biométrico que
se lee de manera inalámbrica.

Al fondo de alguna gaveta de mi apartamento, en Nueva York,
hay un rectángulo de cartón blanco, casi podrido, que muestra los nueve dígitos
que componen mi número del Seguro Social, escritos en una fuente que parece
salida de una máquina de escribir Smith-Corona. Se supone que debe ser el
identificador para el resto de mi vida. Así que, es verdad: tratándose de una
identificación que sirve de compuerta a la actividad económica moderna, Estados
Unidos tiene 80 años de retraso respecto de un país donde casi la mitad de la
población trabaja cultivando olivas e higos.

Desde hace décadas, el gobierno federal y casi toda la
industria saben que el número del Seguro Social (NSS) tiene que jubilarse. Hay
informes de los años 70 que documentan inquietudes sobre usar el NSS como
identificación. En la última década, conforme los móviles, los medios sociales
y las nubes de cómputo han expuesto cada aspecto de nuestras vidas a una invasión
potencial de nuestra privacidad, expertos y activistas se han vuelto mucho más
beligerantes en este tema. Y para colmo, durante el verano, la violación de
datos Equifax vulneró 143 millones de NSS, soltándolos al aire como esporas de
hongos flotando desde una colina.

Tras la metida de pata de Equifax, cualquiera con medio
cerebro se dio cuenta de que el NSS es tan secreto como la vida sexual de Kim
Kardashian. Y todos sabemos que Equifax no será el último desastre de este
tipo, porque no hemos controlado el pirateo informático como hemos hecho con la
viruela.

Imagina lo absurdo que es nuestro vetusto sistema de
identificación cuando tenemos robots que hacen cirugías de cerebro y software
de inteligencia artificial (IA) que administra fondos de compensación mejor que
los administradores de fondos de compensación. Te asignan nueve números que,
presuntamente, demuestran que eres tú durante los 78.8 años en que está
calculada la vida del estadounidense promedio. ¡Lástima si te roban o abusan de
tus números! Es menos lío cambiarte el sexo que cambiar tu NSS.

El Seguro Social fue creado en 1935 —y la primera tarjeta se
emitió un año después—, cuando las computadoras electrónicas parecían casi tan
factibles como que la mayoría pudiéramos viajar en el tiempo a través de un
agujero espacio-tiempo. En aquellos días, la tecnología de vanguardia era la
máquina tabuladora de IBM, la cual almacenaba datos en tarjetas perforadas. A
fin de rastrear los sueldos y los beneficios de los ciudadanos, el sistema del
Seguro Social tenía que identificar a cada individuo utilizando la menor
cantidad posible de datos. Y resultó que los nueve dígitos fueron justo la
cantidad necesaria: tres para indicar la ubicación geográfica de la persona, un
“número grupal” de dos dígitos que permitía ordenar la información, y un número
de serie de cuatro dígitos (después, todo esto cambió por nueve dígitos
aleatorios).

Dicho número nunca tuvo más propósito que rastrear los
beneficios del Seguro Social. Sin embargo, el gobierno no emitió legislaciones
para restringir el uso de NSS. En la década de 1940, según la Administración de
Seguridad Social (SSA), el gobierno comenzó la expansión de NSS alentando a
otras dependencias federales para que lo usaran para identificar a las
personas. En 1962, Hacienda lo adoptó como número de identidad para los
impuestos. Una legislación de 1970 ordenó que bancos y operadoras de valores
obtuvieran el NSS de sus clientes, para que Hacienda pudiera rastrear las
transacciones. Para entonces, toda suerte de negocios comenzó a pedir el número
porque era el método establecido para identificar individuos. Y ahora, parece
que tienes que entregar tu NSS para todo, excepto para comprar pan dulce en la
tienda de la esquina.

La SSA nunca pretendió esto. Según su sitio web, en 1971 una
“fuerza de trabajo estudió los problemas causados por el uso fuera de programa
del NSS, y propuso que la SSA tomara una postura ‘cautelosa y conservadora’ y
no hiciera nada para promover su uso como identificador”. No obstante, nadie
detuvo la adopción generalizada del NSS como el identificador de Estados
Unidos.


TREMENDA TARJETA: La tarjeta de identidad nacional de Albania —plástica,
y como del tamaño de una tarjeta de crédito— es obligatoria para todos los
ciudadanos mayores de 16 años. Es impermeable, a diferencia de la tarjeta del
Seguro Social de Estados Unidos. FOTO: MIKE KEMP/GETTY

Por supuesto, el problema es que un número permanente de nueve
dígitos es fácil de robar o copiar, y no dice nada tangible sobre la persona al
que está vinculado. Esto significa que cualquier puede tomar tu número y
afirmar, impunemente, que es tú. La tarjeta albanesa combate esto con datos
como huellas digitales y una firma. Más datos sobre el individuo dificultan
mucho más el robo de identidad.

Pero aquí topamos con un tremendo argumento político que
entorpece que Estados Unidos cambie el NSS por algo que utilice datos más
sólidos: hasta la mención de semejante programa hace que el grupo de Alex Jones
proteste contra una identificación de emisión gubernamental, la cual, por
supuesto, sería el primer paso para el control mental masivo y, finalmente, la
esclavitud.

La tecnología ofrece algunas soluciones interesantes que
podrían evitar esos temores tipo Big Brother. La tecnología de la blockchain
—responsable de bitcoin y otras criptomonedas— podría almacenar tus datos de
identidad en una lockbox (caja de seguridad) digital que tú controles. Si un
banco quiere verificar quién eres, tú decides cuál información darás al banco
mediante una clave de software de acceso único, de modo
que el oficial bancario pueda dar un vistazo. Tu bitácora en el blockchain
rastrearía cada vez que alguien acceda a tu información, de suerte que siempre
sabrás si hay un problema. Estonia ha operado un sistema de identidad nacional
de base blockchain desde 2007, comentó Michael Mainelli, coautor de The
Price of Fish: A New Approach to Wicked Economics and Better Decisions.

“La estrategia es tan útil, que los residentes extranjeros la usan para sus
firmas digitales personales en otros países europeos”, escribió Mainelli en Harvard
Business Review.

Un poco más a futuro, el software de inteligencia artificial podría
imitar la manera como las personas se identificaron entre sí durante miles de
años antes de 1935: podíamos reconocer a alguien simplemente porque conocíamos
a esa persona. ¿Cómo reconoces a una excompañera de clases que perdió 45 kilos
desde que la viste por última vez? Todo se reduce a una combinación de
reconocimiento facial, reconocimiento de voz e información compartida; por
ejemplo, ambos conocen el nombre de un profesor aborrecido o saben que la
hamburguesa con queso de la cafetería tenía gusto a cartón. Por supuesto, el
nuevo iPhone ahora tiene reconocimiento facial, y en breve, tecnologías como
Alexa y Siri podrán distinguir tu voz de las demás.

La inteligencia artificial debería ser capaz de utilizar ese
último fragmento de información compartida. Hoy, mucho de nuestras vidas
transcurre en línea, donde no paramos de generar datos sobre acontecimientos
significativos. Posteamos en medios sociales, compramos cosas, llevamos
calendarios, hacemos planes de viaje. La inteligencia artificial de un tercero
podría observar todo eso y entender muchas cosas sobre ti. Si un banco quisiera
verificar tu identidad, podría pedir a la IA de terceros que converse contigo.
“¡Hola! ¿Recuerdas aquel paseo por el lago, el año pasado? ¿En dónde fue?
¿Estuviste con la Sra. López en primer grado?”. En un minuto, la IA sabrá si la
persona es un impostor.

Con todo, la solución real para NSS parece muy lejana. No hay
esfuerzos serios en puertas. Así que harán falta algunos otros Equifax antes de
que Estados Unidos al fin decida ponerse a la par de una nación que no tuvo un
sistema de telecomunicaciones moderno hasta 1990.

Publicado en
cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek