El solitario oficio del cine: Alan Jonsson

En México tienes que producir tu propio contenido para poder dirigir. Por eso, aunque parezca egocéntrico, siempre ves en pósteres o créditos de una película: escrita, dirigida, producida, actuada y editada por la misma persona. Aquí no hay quien te acoja y crea en ti. Tienes que hacerlo tú solo, básicamente. Es un oficio muy solitario el de hacer películas. Así trabajé hasta La carga, de reciente estreno en cines nacionales. Yo escribí, yo produje, yo dirigí. Siempre he sido apasionado de la historia de México, esa era una necesidad, y aunque al principio no sabía lo que quería contar, sí tenía una vaga idea. Estaba entre la intriga política, la aventura y una historia real de México. Quería ponerle tantos ingredientes y al principio era demasiado, pero al final concluí en la historia ubicada en la Nueva España, una persecución de un indio tameme con una mujer noble española.

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Pero no fue sencillo llegar hasta ahí. Antes era fotógrafo en Estados Unidos y fue mi vida en Los Ángeles y mi amor por el cine lo que me hicieron cambiar de profesión. En esa ciudad recibí un bombardeo incesante de cine, ahí te topas con un mesero que es actor o con un bartenderque tiene aspiraciones de ser director y tiene un superguión. Uno de mis primeros trabajos ahí fue leer guiones. Yo no sabía ni qué era un guion, no sabía que de un guion nacía una película, tenía 16, 17 años. Posteriormente entré en la fotografía periodística. Me fui a San Diego y empecé a trabajar en un diario, donde me di a la tarea de solo fotografiar box y lucha libre. A la par de ese oficio tomé mis fotos artísticas, donde pude explorar un poco más la narrativa. Entonces dije: “Yo voy a escribir mi propio guion y voy a dirigir mi propio cortometraje y luego mi propia película”, y de ahí nació todo. Sin haber tomado clases de cine nunca, todo fue por instinto, por mero olfato y, ahora, en retrospectiva, me doy cuenta de que fue una gran osadía.

El primer cortometraje que yo quise hacer era un poco una comedia negra y me acuerdo de que la pésima planeación hizo que el primer día de filmación se fuera todo por el caño. Le hablé a un amigo y casi llorando le dije: “Es que esto no es para mí”. La cuestión de la realización la tenía ahí y lo único que faltaba era darle forma a la planeación. Siempre he sido terco en la vida, creo que necesitas cierta terquedad para seguir adelante en este oficio, si no, olvídate, puedes tener el talento, las ganas, la suerte, pero si no tienes ese sentido, no te va a ayudar. Yo siempre supe que tenía algo especial y que podía hacerlo realidad. Sí me desmoralicé muchísimo cuando pasó lo de ese corto, pero sabía que no era el fin de mi carrera.


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La crisis financiera de 2008 y mi amor por contar historias mexicanas hicieron que me fuera de Estados Unidos para dedicarme de lleno al cine. Vine a México e hice Morenita (2008), mi primer largometraje. Eso fue un proceso muy rápido, y ya estando aquí ya me quedé, porque las siguientes historias que yo traía en mente también eran muy mexicanas.

Actualmente trabajó en un guion muy fuerte, muy denso, porque trata de la culpa, del remordimiento. Ese es un simple sentimiento que es muy difícil mostrar en cámara. Quiero hacerlo más visceral, lo más real posible, y quiero que sea una película muy emotiva. Porque todos tenemos algo de culpa dentro de nosotros. Estoy en esa misma etapa que tenía yo en La carga, donde sabía lo que quería, pero no podía sacarlo dentro de mí. Un proceso que se soluciona sobre la marcha, escribiendo. De repente, ya cuando salió, la satisfacción me dijo: “Esto es lo que quería”.