La especie, que ha estado protegida por la Ley de Especies en Peligro de Extinción durante cinco décadas, es la única cotorra que puede hallarse en suelo estadounidense. Y en su isla nativa, a la cotorra se le considera “un icono”, de acuerdo con Muñiz, supervisor de campo de la Oficina de Servicios Ecológicos del Caribe, que depende del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos (FWS, por sus siglas en inglés). Los nativos llamaban iguaca a esta ave de casi un metro de alto y de frente roja, debido a su carismático parloteo.
Sin embargo, a finales de la década de 1960, la cotorra estaba en problemas, debido principalmente a la pérdida de su hábitat por labores de agricultura y la construcción de caminos, por lo que el FWS comenzó a ocuparse de esas aves, de las que existen actualmente tres poblaciones silvestres y dos en cautiverio, entre las que se encuentran los cotorros a las que Muñiz y White ayudaron a enfrentar la furia del huracán Irma en el aviario del Bosque Nacional El Yunque, en el noreste de la isla.
Las poblaciones cautivas son una importante herramienta de conservación, ya que producen aves que pueden ser liberadas en la naturaleza, y sus índices de reproducción exitosa son más altos que los de las poblaciones silvestres.
La atención a las poblaciones cautivas no es la única forma en que se ayuda a los cotorros puertorriqueños. Estas aves no construyen nidos, sino que ponen sus huevos en los huecos de los árboles. Para fomentar la reproducción, los conservacionistas colocan cavidades artificiales en los bosques para dar a los cotorros más opciones de alojamiento. También recogen aves silvestres enfermas o huérfanas para criarlas.
Los huracanes siempre han sido una amenaza para Puerto Rico, y los cotorros no son inmunes a ellos. De hecho, en 1989, el huracán Hugo acabó con casi la mitad de la población silvestre, pues mató a 25 de los tan solo 47 ejemplares. No hay mucho que los científicos puedan hacer para proteger a los cotorros silvestres, pero las poblaciones en cautiverio son otra historia.
No todos los huracanes ameritan una reacción de protección de cotorros, señala Muñiz, ya que el proceso puede provocar estrés a estas aves. Su equipo vigila constantemente los pronósticos del Centro Nacional de Huracanes y decide cuál es el riesgo que plantea cada tormenta. Si parece que una tormenta será una verdadera amenaza, ellos están listos para responder. “Siempre nos preparamos. Tenemos varios protocolos que hemos establecido”, dice Muñiz. Existe un procedimiento similar en un aviario, dirigido por el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales de Puerto Rico, el cual aloja a 175 ejemplares más.
En el caso del huracán Irma, resultaba claro que los cotorros necesitarían estar protegidas. Eso implicó sacar las 230 de sus jaulas normales y transportarlas al refugio, un proceso que toma, por lo menos, varias horas y, en ocasiones, hasta medio día. “Nuestro personal está entrenado, hemos hecho esto muchas veces”, dice Muñiz.
Las aves se trasladan al denominado cuarto de huracanes, un espacio de concreto lo suficientemente grande como para alojar a todas los cotorros en jaulas colgantes y, posteriormente, se cierran las persianas contra huracanes.
Todo el aviario, que fue construido en 2007, está diseñado para soportar vientos con la fuerza de un huracán y está equipado con un generador de respaldo que funciona con diésel. Pero los cotorros no pueden quedarse ahí solas; aun si el clima está en calma, siempre hay alguien en el aviario que vigila a las aves y detecta si tienen lesiones. Por ello, White, biólogo especialista en aves del FWS que ha trabajado durante 18 años en la isla, se mudó al aviario con ellas, junto con su esposa, que también trabaja para el FWS.
Los cotorros no son muy buenas vecinas de los biólogos, que se alojan en el cuarto de al lado. “No necesitamos un despertador cuando 230 cotorros comienzan a graznar tan pronto como sale el sol”, dice White. “Tienes que despertarte. No se puede dormir en esas circunstancias”.
Las tareas matutinas relacionadas con los cotorros incluyen cambiarles los tazones de comida y agua, y lavar el piso del cuarto de huracanes con una manguera para eliminar el excremento de las aves. También es importante vigilar a las aves durante el día. “A veces, cuando están en un espacio confinado, algunas de ellas se estresan. Algunas pueden comenzar a pelear”, dice White, y añade que, dado que las aves pueden percibir la presión barométrica, “estoy seguro de que los cotorros saben instintivamente que se acerca una tormenta”.
Los científicos llegaron al aviario la mañana del miércoles; Irma tocó tierra entre la tarde y la noche. Sus colegas no pudieron llegar a ellos sino hasta el mediodía del lunes debido a que había árboles caídos que bloqueaban los caminos. Pero la pareja se mantuvo en contacto con sus colegas durante toda la tormenta, y resultó claro que los científicos y las aves no habían sufrido ningún daño.
Tomará algún tiempo determinar cómo sobrevivieron las aves en el Bosque Nacional El Yunque, fuera del aviario, pero en el mismo vecindario (una población silvestre más grande localizada en Río Abajo, en el lado occidental de la isla, también está siendo vigilada tras el paso de Irma). En los estudios realizados antes del paso de la tormenta se encontraron alrededor de 50 aves en el área, la cual es bastante montañosa, por lo que está bien protegida contra la tormenta y sufrió pocos daños. Aunque los cotorros se desbandaron inicialmente debido a la tormenta, señala White, “ahora esas aves han comenzado a reagruparse y regresan todas juntas, por lo que somos optimistas de que la población silvestre saldrá bastante bien librada”. Y pronto, algún día, los cotorros protegidos contra Irma serán liberadas para unirse a ellas y atravesar peligros por su cuenta.