Lo único que detiene a Jordan de comprarse el reloj que siempre quiso o pagarse un viaje a Six Flags con sus amigos, es no saber si esta semana podrá vender su plasma en San Diego, California por unos 110 dólares.
El plasma es el líquido de la sangre que ayuda a la coagulación, nutrición e hidratación del cuerpo y en Estados Unidos existen más de 600 centros que lo compran porque sirve para tratar a personas con quemaduras, inmunodeficiencia y traumas.
Lo comercian porque la necesidad es alta y las donaciones altruistas han sido insuficientes alrededor del mundo. En países de escasos recursos se calculan solo cinco donaciones por cada 1,000 habitantes, según la Organización Mundial de la Salud.
Y a lo largo de la frontera México-Estados Unidos, miles de mexicanos aportan al sector salud, pero además se benefician de esto. Todos los donadores entrevistados pidieron reservar su identidad.
Jordan es un estudiante universitario de 20 años que viaja a Estados Unidos dos veces por semana para vender su plasma.
“Llevo un año y un mes ‘vendiéndome’. Tengo unos 10 amigos que lo hacen, y gracias a ello, se han visto en mejor situación económica que antes. Es muy común entre estudiantes”, dice Jordan.
El estudiante de Ingeniería en Sistemas Computacionales en el Instituto Tecnológico de Tijuana gana unos 60 dólares por donación y los gasta en diversión y comodidades.
Cada vez que va, invierte entre dos y cuatro horas de su tiempo.
Los centros de donación pagan más la primera vez que se dona porque el vendedor dedica casi todo su día a una serie de entrevistas y exámenes para comprobar que tiene una salud adecuada, según los criterios del centro de recolección.
Al intercambio de plasma-dinero, le llama donación.
Los centros recolectores se anuncian como centros de donación porque solo están compensando el tiempo invertido de sus donadores.

El plasma es la
parte líquida de la
sangre y existen
más de 600
centros en Estados
Unidos que la
compran.
“Sin un modelo de compensaciones, los fabricantes de productos de plasma no podrían asegurar un volumen de producción suficiente para permitir el tratamiento de personas con enfermedades de vida o muerte”, explica CLS Pharma, un centro de recolección, a través de un comunicado.
La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) no prohíbe la venta de sangre y sus derivados, como el plasma, en Estados Unidos.
En la práctica es distinto. Ningún banco de sangre paga por ella para evitar que personas con padecimientos como el SIDA o hepatitis, acudan y mientan solo para obtener el beneficio económico.
“La sangre más segura viene de donadores voluntarios”, dice el Banco de Sangre de San Diego, en su sitio web.
Además, el estado de California, en sus leyes, sí prohíbe el pago a donadores cuya sangre será utilizada para transfusiones.
El plasma no se utiliza así.
Se procesa y transforma en productos como la albumina, globulina o factores de coagulación.
Por eso donar plasma es distinto a donar sangre, y su proceso también.
Jordan dona en Scantibodies Biologics, un centro que tiene tanta demanda de tijuanenses, que los recoge gratuitamente al ingresar a Estados Unidos por la garita internacional de San Ysidro.
En Scantibodies, una máquina extrae la sangre de Jordan, la separa y después le regresa los glóbulos rojos y las plaquetas.
En otra máquina que tiene lector de huellas digitales, Jordan cobra y otro auto lo devuelve gratuitamente a la garita internacional, para que ingrese a México.
Nelly es otra universitaria que se beneficia de la venta de plasma.
La estudiante de economía en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) dice que donar le ha permitido prescindir de un empleo esclavizante y malpagado.
Ahí descubrió que donando podría ganar más dinero que trabajando medio tiempo casi toda una semana.
Así ahorró lo suficiente para ir a un concierto a la Ciudad de México.
En ciudades fronterizas, como San Diego, los centros de donación de plasma se apoyan en gran medida en México para lograr sus metas de recolección.
Aunque pagarle a extranjeros para ello, va contra la ley.
“¿Es ilegal? Sí, porque el Acta de Inmigración y Nacionalidad de los Estados Unidos prohíbe que se obtengan ganancias económicas de una visa de turista”, dice Shalene Thomas, Supervisora en la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP por sus siglas en inglés).
No cuenta con estadísticas para decir cuántos mexicanos cruzan la frontera con este fin, o cuántos han perdido su visa por ello, pero asegura que si un oficial los descubre, sí amerita la revocación del documento.
En ciudades
fronterizas,
como San Diego,
California, los
centros de
donación de
plasma se apoyan
en donadores
mexicanos para
lograr sus metas de
recolección. En la
gráfica, donantes
en el Banco de
Sangre de Tijuana.
Jordan sabe que donar y recibir dinero por ello es ilegal, pero tampoco le importa.
“La verdad no me da miedo perder la visa. No la uso mucho. Al contrario, en estos momentos le estoy sacando provecho”, dice.
Y para Jordan no es problema porque nunca ha dependido de este ingreso para vivir, pero no es el caso de otros donadores.
En Reynosa, Tamaulipas, Eduardo invierte recursos para que otras personas acudan a centros de recolección en Hidalgo, Texas.
Lo hace por dos motivos: porque él recibe una comisión por cada persona que recomienda, y porque conoce la necesidad de otras personas. Piensa que llevándolos, se ayudan mutuamente.
En Facebook anuncia el sistema de donaciones, también compra publicidad en periódicos y en un futuro quiere promoverlo en radio o televisión.
Gana hasta 1,000 dólares por semana con su sistema de referencias. De ese dinero, paga bonos adicionales a las personas que van recomendados por él.
Dona en Grifols, una empresa española con 150 centros de donación de plasma en todo Estados Unidos y 16 en ciudades que hacen frontera con México.
Eduardo cuenta que las personas que más lo buscan para ir a donar, tienen entre 18 y 35 años, están desempleados o necesitan un ingreso adicional constante.
“Con ese ingreso podemos tener un nivel de vida digna a falta de oportunidades, ya que en unas horas obtienes lo de toda una semana a ocho horas diarias en México”.
Y para Domingo Ramos, Presidente del Colegio Estatal de Economistas de Baja California, hace sentido.
Opina que los salarios mexicanos son un factor, y que el fenómeno se impulsa por la facilidad geográfica, la paridad del dólar y la poca inversión que implica.
La primera semana, al donar dos veces, recibes 110 dólares. En las siguientes, obtienes 60. Al tipo de cambio actual, los pagos equivalen a 1,886 pesos y 1,029.
Pero también están aquellos que donan para ayudar a quienes reciben ese plasma.
Martín es un caso.
Tiene 20 años de edad y también vive en Reynosa.
Empezó a donar en 2015 y su primera paga la usó para ayudar a su familia con los gastos del hogar. Esa semana él compró la despensa.
“Me enteré porque un amigo me dijo que donáramos plasma […] Me interesó para ayudar a que, con nuestra plasma, pudieran hacer medicamentos e investigaciones. Por una parte sí fue el dinero, y por otra, la intención de ayudar”, dice Martín.
Por eso ha intentado hacer donaciones altruistas en México, donde las donaciones pagadas están prohibidas desde 1987.
Pero dice que en su ciudad lo han rechazado por tener tatuajes, aunque no eran recientes, y prefirió desistir.
La FDA no prohíbe
la venta de plasma
en Estados Unidos y
miles de tijuanenses
se benefician de
ello. Fotografía de
archivo del CBP.
Yolanda Ibarra Hernández, jefa del Banco de Sangre del Hospital General de Tijuana, dice que en México la donación altruista es menor al 3%.
Aunque las donaciones de sangre y de plasma son distintas, es importante saberlo porque en México, la sangre se utiliza para transfusiones, pero también para producir los hemoderivados que se obtienen del plasma.
En el Hospital General de Tijuana reciben cada mes alrededor de 928 personas interesadas en donar, de las cuales, solo 679 donan y 32, lo hacen de forma altruista.
Los demás acuden porque es un requisito del hospital que los pacientes de cirugías consigan donantes.
“Es un problema social porque la gente no quiere donar y la donación altruista es algo que no puede ser forzado”, dice Ibarra.
Leopoldo Jiménez Sánchez es director de Protección Contra Riesgos Sanitarios y dice que los bancos de sangre son los únicos autorizados para producir hemoderivados en México. En Baja California hay 30 bancos.
“Todos tienen una licencia para eso. En ellos, si se solicita un hemoderivado, se le va a entregar al paciente” dice Leopoldo.
Yolanda dice que no son necesarios los incentivos en México, aunque miles de mexicanos viajan diariamente a Estados Unidos para donar plasma. Cree que el reto es de confianza.
Los centros de donación de plasma son un negocio y por eso pagan, dice Yolanda.
“A lo mejor tenemos desconfianza. No nos gustan los Bancos de México, no tenemos comodidades, no damos estacionamiento”, dice.
Hace más de veinte años atrás, en México también se permitía el pago por sangre y plasma, hasta que un brote de SIDA fue atribuido a las donaciones pagadas.
Patricia Volkow, Jefa del departamento de Enfermedades Infecciosas del Instituto Nacional de Cancerología trabajó entre 1987 y 1990 como médica en un hospital de la Ciudad de México, donde el 60% de los casos de SIDA habían sido contagiados por transfusión sanguínea.
Ahí comenzó a estudiar el impacto del comercio del plasma y la sangre en la epidemia de VIH/SIDA.
En 2009 publicó el paper “Donaciones transfronterizas de plasma pagadas entre usuarios de drogas inyectadas en dos ciudades fronterizas de México y Estados Unidos”.
En este reportó el caso de 3 usuarios de drogas inyectadas —uno de Tijuana y dos de Ciudad Juárez— que consiguieron burlar los filtros de centros de recolección para donar plasma.
“El plasma humano puede contener hepatitis B, C, VIH. En el pasado, hace bastante años, se ha transmitido malaria, hepatitis A y parvovirus B19 así”, dice Volkow.
—¿Este tipo de prácticas son riesgosas para el donador, o para el paciente que recibe el producto final?, se le pregunta.
—Para los dos.
En los 90, un brote de hepatitis C y VIH se reportó entre campesinos que tenían en común el haber asistido a centros de plasma para conseguir un ingreso extra.
Volkow, en su estudio señala que una de las críticas más frecuentes a la donación de plasma ha sido que “sus donadores suelen estar sobrerrepresentados por personas en desventaja económica” y que los centros de recolección se han concentrado precisamente en ciudades y vecindarios accesibles para esa población.
Tal es el caso de la frontera con México, donde el pago por acudir 4 horas a un centro y donar plasma, es 11 veces el salario mínimo.
Para este reportaje se solicitaron entrevistas con los corporativos de Scantibodies, Octapharma y Grifols. Esta última tiene a su cargo centros de donación como CSL Plasma, Biomat, Plasmacare y Talecris Plasma Resources.
Ninguno accedió a dar información sobre los centros que están ubicados en ciudades cercanas a México. Y aunque existe una asociación para la industria del plasma, esta tampoco contestó a la solicitud de una entrevista.
Las instituciones de salud, tanto en Estados Unidos como en México, desconocen en qué medida se da este movimiento transfronterizo.
De acuerdo a Volkow, es un tema que no se estudia.
En países de
escasos recursos
se calculan solo
5 donaciones
por cada mil
habitantes, según
la Organización
Mundial de la Salud.
Opina que esto sucede porque hay intereses comerciales.
“Los que venden estos productos no quieren que se ponga en duda la seguridad de sus productos porque el mercado es de millones de dólares”, dice Volkow.
A nivel global, esta industria generó 16 mil 800 millones de dólares en 2016, según Global Markets for Blood Plasma Products.
El negocio consiste en que los centros pagan entre 25 y 50 dólares por cada unidad de plasma. Luego la fraccionan y venden en 300 o más.
Es costosa porque no se puede producir sintéticamente.
Al año, se necesitan más de mil 200 donaciones para tratar a un solo paciente con hemofilia, 900 donaciones para tratar a quien padece enfermedad renal crónica, y más de 130 para alguien con inmunodeficiencia primaria, según la Asociación Terapéutica Global de Proteínas del Plasma.

37-2014-00004716-
CU-WT-CTL: la
Corte Superior de
San Diego ordena
el pago de 375 mil
dólares a Janette
Nolasco, una de
las ex empleadas
que denunció
las prácticas de
Scantibodies.
La hematóloga Adriana Ríos dice que donar es un proceso seguro y que estudios han demostrado que no existen complicaciones a largo plazo en el sistema inmunológico.
Tanto Jordan, como Nelly, Eduardo y Martín, han visto que en sus centros de donación, se utiliza material estéril para cada donador, tal como lo exige la FDA.
Pero Volkow es enfática en la necesidad de estudios que den seguimiento al tema.
Ocho años atrás, la Asociación Terapéutica Global de Proteínas del Plasma, refutó su investigación.
Aunque los hechos apuntan distinto.
En 2016 Scantibodies Biologics perdió una demanda millonaria tras ser acusada, por ex empleadas, de etiquetar plasma de donadores enfermos, como plasma de donadores sanos, de acuerdo a documentos públicos de la Corte de California.
La demanda les costó 1.6 millones de dólares, apenas una fracción de lo que ganan los centros recolectores al mes.
La noticia no se divulgó más allá de un portal especializado en temas jurídicos y las ex empleadas obtuvieron su compensación, mientras que el centro continuó operando.
Por lo pronto, las autoridades no saben responder a qué tanto se expone la salud fronteriza, en casos de este tipo.