En 2012, Gregg Allman supo que tenía una recurrencia de cáncer de hígado. La noticia no era nada buena: se trataba de una enfermedad terminal. Le dijeron que le quedaban de 12 a 18 meses de vida. Chank Middleton, el mejor amigo de Allman por casi 50 años, se quedó perplejo con la reacción de este último. “Gregg no se quejó”, dice. “No se preocupó. Si me hubieran dicho eso a mí, habría quedado en shock de inmediato”.
En lugar, de ello, Allman, que fundó la Allman Brothers Band en 1969 con su hermano Duane, volvió a dedicarse a lo que más amaba. “La música era su vida”, dice Middleton. “El dinero nunca fue importante. Lo importante era la música”. Por eso, cuando se le presentó la opción de la radioterapia, Allman se negó. El tratamiento habría afectado sus cuerdas vocales, y no tenía mucho sentido alargar su vida si no podía cantar.
Allman, que falleció el 27 de mayo, superó por cinco años aquel pronóstico inicial, tiempo suficiente para grabar un último álbum. Southern Blood (Sangre sureña), publicado el 8 de septiembre, es brioso, frecuentemente conmovedor, y tiene sus raíces en el rock sureño, una fusión de rock, blues, jazz y country, del que él y Duane fueron pioneros, un sonido inmortalizado en sus álbumes Eat a Peach y Brothers and Sisters. El nuevo álbum fue grabado en los Estudios FAME, en Muscle Shoals, Alabama, un lugar que a Allman le recordaba a su hermano. A finales de la década de 1960, Duane era el principal guitarrista de sesión de ese estudio, y grabó, entre otros, con Aretha Franklin, King Curtis y Wilson Pickett. (Duane le enseñó “Hey Jude” a Pickett, y la grabaron juntos en 1968).
Southern Blood está compuesto casi únicamente por versiones, con excepción de una canción original escrita por Allman, con Don Was, de Was (Not Was), como productor. Las sesiones, que duraron solo un poco más de una semana, fueron un acontecimiento gozoso, dice Middleton, que constantemente se encontró al lado de Allman. Ambos se volvieron amigos muy cercanos en 1969, el año en que se formó la Allman Brothers Band. Para entonces, se habían establecido en Macon, Georgia, para estar cerca de Capricorn Records, y Middleton trabajaba en una barbería al lado del estudio. Al recordar a ambos hermanos, dice con su profundo acento de Georgia, “Cuando entraban al estudio, eran como perros moviendo la cola”. Middleton llegó a convertirse, según un perfil de 2013, en “musa, respondedor en momentos de crisis, ayudante de campo, valet, copiloto y confidente”.
Was se enteró de los problemas de salud de Allman mientras participaba en un concierto de homenaje en honor al roquero, realizado en 2014. Tras escuchar por accidente una conversación que no estaba dirigida a él, “me di cuenta de lo grave que era su enfermedad”, dice. “Cuando iniciamos la grabación, yo sabía que probablemente él no estaría aquí para hacer este tipo de entrevistas [promocionales]”.
Was recuerda el proceso de grabación. “Es extraño, amigo. Había una gran dualidad en ello. Evidentemente, estábamos haciendo algo importante que tenía un trasfondo de solemnidad y una especie de [ánimo] sombrío. Aún si él hubiera vivido otros 20 años, estaba muy enfocado en obtener ese sonido, y el grupo de canciones en las que nos concentramos era una declaración de que él deseaba hacerlo como un adiós. Pero al mismo tiempo”, añade Was, “nos divertimos mucho grabando el disco. Él estaba muy animado”.
Algunas de las mejores piezas son una hermosa versión de “Going, Going, Gone” de Bob Dylan y una catártica “My Only True Friend”, una oda a la vida en la carretera, coescrita por Allman y el guitarrista Scott Sharrard. “Tú y yo sabemos que este río seguramente fluirá hacia su fin/Llévame en tu corazón y haz que tu alma sea mejor cada vez”, canta Allman, un verso que recuerda la estrujante balada de despedida de Warren Zevon “Keep Me in Your Heart” (Llévame en tu corazón). Luego, mientras surgen los acordes acústicos, Allman canta, “Espero que la música de mi alma te persiga cuando me haya ido”.
La canción le recuerda a Middleton “(Sittin’ on) the Dock of the Bay”, de of Otis Redding, que también fue publicada en forma póstuma. “Es como si Gregg hubiera visto algo que nosotros no logramos ver en ese momento”, dice Middleton, con la voz cargada de emoción. Recuerda haberla escuchado en el estudio sin sentirse muy impresionado. “Esa canción no tuvo sentido sino hasta que él se fue”.
La última pista del álbum, una vulnerable interpretación de “Song for Adam” de Jackson Browne, fue la que tuvo el impacto más profundo en Was. Browne, quien canta a dueto con Allman en la grabación, escribió la canción en memoria de un amigo que había muerto. Pero Allman la cantó pensando en su hermano Duane.
Browne y Gregg eran casi compañeros de habitación a finales de la década de 1960, estrellándose en el piso de la misma casa de Los Ángeles. “Song for Adam” apareció en el álbum debut de Browne en 1971, publicado pocos meses después del fatal accidente de motocicleta en el que Duane perdió la vida, con apenas 25 años. “A Gregg siempre le gustó esa canción”, dice Was. “Cuando Duane murió, creo que realmente le recordaba a su hermano. Siempre quiso grabarla”. Durante las sesiones de Southern Blood, Allman tuvo muchas dificultades para cantarla completa. “Cuando llegábamos al tercer verso, parecía que dejaba de cantar a mitad de la canción. Puedes oírlo en el disco. Gregg tenía un nudo en la garganta. Fue algo muy duro”.
Ese silencio permanece en el álbum: la voz de Allman se vuelve cada vez más ronca y se apaga de repente. El productor pensó que finalmente cantaría esas dos líneas que faltaban. “Pero ese momento nunca llegó”, dice Was. “Su salud se deterioró poco después. Gregg dejó de cantar en medio de la canción literal y figurativamente. Nosotros simplemente dejamos esas dos líneas abiertas”.
Esa fue la última canción que se grabó. La enfermedad de Allman avanzó rápidamente y nunca volvió al estudio. Buddy Miller, cantante y compositor de música country y amigo de Allman, fue reclutado al final para cantar las armonías adicionales que Allman pretendía interpretar.
“Gregg no tuvo miedo a morir ni en el último momento de su vida”, dice Middleton. “Se sentaba en el sofá todos los días. Nunca estuvo postrado en cama. Nunca se quejó. Nunca buscó la compasión de nadie”.
Al hablar acerca del disco, Allman le dijo a Was, “Ya sabes qué hacer. Ya lo tienes. Confío en ti para terminar esto”. Le gustaron las mezclas finales que escuchó, algunas de ellas, el 26 de mayo, la noche anterior a su muerte. “Yo, él y [su esposa] nos sentábamos hasta las 3:30 o 4 de la madrugada escuchando algunos cortes”, dice Middleton. “Escuchamos ‘Song for Adam’ unas tres veces. Él estaba muy orgulloso de ella”. Allman tenía 69 años cuando murió; sobrevivió a su amigo Butch Trucks, el baterista original de The Allman Brothers, por cuatro meses.
Middleton extraña a su amigo y extraña su música. “Para mí, perder a Gregg es una cosa. Perder su música es el doble de doloroso”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek