Bailar al son de un sismo atípico

EL SISMO del 19 de septiembre que arrancó la vida a más de dos cientos de personas y cimbró la existencia de millones poco tiene que ver con el que tuvo lugar un mismo día de hace 32 años. El del martes pasado arribó de Puebla con una condición “muy atípica”, con respecto a la gran cantidad de seísmos que han sacudido a la Ciudad de México provenientes de las costas. Incluido el de 1985.

El arquitecto Ramón Abud Ramírez, precisa en entrevista exclusiva con Newsweek en Español que “los sismos medidos por escalas de Richter pueden ser de una escala engañosa”. De ahí que, hoy en día, se midan por la aceleración que producen en el suelo.

En la capital de México, además, un mismo sismo puede producir diferentes aceleraciones en distintos puntos. Y “cuando esa aceleración es muy parecida a la manera como se mueven —técnicamente se llama modo de vibrar— entran en una sincronía”.

Conversamos vía celular con el profesor de la Facultad de Arquitectura de la UNAM y Director Responsable de Obra de la CDMX. Desde que aconteció el sismo 19S ha hecho, en promedio, ocho visitas por día en diversos puntos de la ciudad. Ello como parte de las brigadas auxiliares que revisan todas las construcciones definidas como vulnerables por autoridades como la CENAPRED. Esas jornadas extenuantes las realiza con alumnos graduados y pasantes de su alma máter.

Como buen catedrático, el arquitecto Abud Ramírez se esmera en explicar de la forma más simple cómo un terremoto que está en la boca de millones de mexicanos provocó la devastación que se tiene a la vista. Hay decenas de mitos, creencias y versiones que se están difundiendo por las redes sociales. Sin pedírselo, acude a las metáforas, una y otra vez. Hace pausas recurrentes para inquirir a su interlocutor si se comprende a cabalidad lo que trata de explicar.

Y es que somos una sociedad que, en materia de comprensión de sismos de esta magnitud, apenas cursamos la educación preescolar, acaso la básica. Aunque incluso los propios expertos doctorados en el tema —en teoría y práctica—no dejan nunca de aprender algo más con cada atroz sacudida que por fortuna se han presentado, hasta ahora, con décadas de distancia. Los sismos no son predecibles y comprenderlos no es cosa definitiva.

“Entendamos —acota Abud Ramírez— que el mismo temblor se representa de distinta forma según el suelo donde uno esté parado. Aquí podemos hablar de tres tipos de suelo: el blando, el intermedio y el duro. El duro estamos hablando de roca, el blando estamos hablando de fondo del lago”.

Y prosigue: “El suelo del centro de la Ciudad de México fue alguna vez un lago. Es a lo que le llamamos fondo del lago. El más débil, por así decirlo. El más blando es el centro. Si lo ubicamos como si fueran anillos, el anillo circundante al centro de la ciudad es un anillo que ya es un poco más duro. El anillo que circunda a ese segundo anillo ya es hasta rocoso, como en los pedregales del sur de la ciudad. Esa es una cosa, cómo reacciona el suelo ante el mismo temblor. Ahora, si yo estoy en una construcción en donde el temblor que está llegando está marcándome una aceleración muy parecida a la aceleración que tiene de manera natural mi construcción: voy a tener problemas”.

El académico de la UNAM ejemplifica lo anterior con números:

La aceleración que hubo en el temblor del pasado 7 de septiembre fue de 32 a 37 centímetros por segundo al cuadrado. El sismo de 1985 tuvo una aceleración de más o menos 167 centímetros por segundo al cuadrado. “La escala de Richter nos marca que el del [pasado] día 7 fue mayor que el del 85. La escala de Richter mide otro tipo de cosas. La respuesta que Karl Richter nos da es la magnitud: el tamaño del rompimiento del temblor. Lo que quiero decirle es que las construcciones que están en las distintas zonas tienen una relación directa con el movimiento que genera el temblor en específico”.

En este punto ilustra con otro ejemplo: el temblor del día de 19 ha movido, de manera muy general, construcciones de entre tres y cinco niveles. Esto indica que los periodos de las construcciones de este tipo, y en el suelo donde estaban, debieron haber sido estudiadas para un temblor de este tipo de aceleración. “Es muy fácil poder determinar —sostiene— tanto el movimiento del suelo, como el movimiento de la edificación. Cuando uno determina esos dos valores puede establecer una desigualdad en esos valores. Si nosotros nos damos cuenta de que hay una igualdad en esos valores, el edificio puede tener graves daños, es a lo que llamamos que entra en resonancia. Si el suelo se mueve a un ritmo y el edifico se mueve al mismo ritmo, entonces los dos van a bailar bien bonito”.

Según el experto, en este sismo los dos valores, movimiento del suelo y movimiento de los inmuebles, pueden o no coincidir. Los que no coincidieron siguen de pie, sin que nada les haya pasado. Pero los que sí coincidieron, colapsaron. “Si viene un temblor de cualquier origen, nos va a causar un movimiento; la respuesta a ese temblor es un acelerograma en el sitio o en los diferentes tipos de suelo en donde estemos parados. Vamos a pensar en tres tipos básicos: el duro, el intermedio y el blando: ya tenemos tres respuestas del suelo diferentes, con el mismo temblor. Esa respuesta me propone salir a bailar, si yo me pongo a bailar al mismo ritmo, me voy a caer”.


“El suelo del centro
de la Ciudad de México fue alguna vez un lago. Es a lo que le llamamos fondo
del lago. El más débil, por así decirlo”. FOTO: ANTONIO CRUZ/NW NOTICIAS

—¿Eso aconteció en el caso de los inmuebles que se desplomaron?

—Creo que en la gran mayoría, pero no se lo puedo asegurar, porque desgraciadamente no he visto todos. También en esta ensalada hay que meter otro componente, que es el tipo de edificación. La edificación puede ser tipo de fábrica, puede ser una casa habitación, oficinas o una bodega. Todas las edificaciones tienen que ser estudiadas para soportar el peso que se les va a poner en un futuro. Si yo uso una casa como fábrica en donde luego meto maquinaria para hacer ropa y meto a muchas costureras, estoy cambiando el uso para el que fue destinado este edifico. Eso puede provocar unas fuerzas generadas por la aceleración que nos proporciona el temblor, que pueden degollar los elementos resistentes y entonces se nos puede venir abajo la construcción.

Y agrega: “En esta cantidad de variables, la primera es el tipo de suelo, la segunda el tamaño de la edificación, otra es el uso que tiene la edificación —porque dependiendo del uso es el peso—; pero una más y muy importante es la construcción o la manufactura con que fue ejecutada esa obra. Imagínese usted que hace el proyecto de su casa y esa casa está muy bien diseñada, pero muy mal construida. Vamos a pensar que usted diseña, va a meter un refuerzo en una parte de su casa y el refuerzo se pone, pero a lo mejor en ese momento no le pusieron la calidad necesaria y queda con menor resistencia. Esa es otra de las partes. La construcción es parte del asunto, pero el diseño de la obra, la conceptualización de la estructura, es algo que probablemente sea lo más importante de todo esto.

—¿A qué se refiere con la conceptualización?

—Cuando se enfrenta un papel en blanco: tiene uno qué decidir en qué puntos van los apoyos, de qué tamaño tienen que ir, cuánto tienen que soportar y qué geometría van a tener. Es muy importante saber colocar los elementos resistentes en el sitio adecuado para que trabajen a favor de la estabilidad y no en contra. Es trabajo de todos nosotros el poder ejecutar, conceptualizar primero una estructura para poderla llevar a cabo conforme se ha teorizado, conforme se ha intelectualizado.

—Tomando en cuenta todas esas variables que son nodales para construir un inmueble, si esto no se hizo adecuadamente, es probable que se gesten problemas.

—Sí, pero hay una frontera que tenemos que establecer: antes y después de la construcción. Antes de la construcción es la conceptualización donde uno tiene que ver primero en qué suelo estoy parado, qué cosa voy a cargar, qué uso va a tener el edificio, cuántos elementos resistentes voy a colocar, en qué posición los voy a colocar y qué geometría van a llevar; y una vez que está eso perfectamente estudiado y sabemos que el suelo se mueve a una velocidad y que la edificación la estamos diseñando para que se mueva a una diferente velocidad, entonces ya podemos pasar a lo que es la construcción. Una vez que iniciamos la construcción, ¿qué tenemos que cuidar?, que todo lo que se pensó teóricamente se lleve a cabo en la práctica tal cual se especifica: si usted especifica una calidad de acero y una calidad de concreto, así mismo debe de llevarse a cabo. Si especifica que un elemento horizontal se va a unir con otro elemento vertical, tiene que estar perfectamente unido. Eso es supervisión de obra. Luego viene otra raya que tenemos que pintar, que es la del mantenimiento y que nadie le hace caso. El mantenimiento de una edificación que estuvo muy bien pensada y muy bien elaborada puede venir abajo porque no le dieron el mantenimiento adecuado.

—Más si están expuestos a sismos recurrentes…

—Claro, nosotros estamos expuestos no nada más al sismo. México es un país sísmico y eólico. En el norte de la república y en el sureste pega durísimo el viento. Es más, saliendo de la ciudad, hacia Hidalgo, hacia otros lugares, el viento verdaderamente es muy fuerte. En alguna ocasión me tocó revisar una estructura allá en Cancún: el viento le había hecho una barbaridad cuando hubo unos huracanes muy fuertes. Entonces, recapitulando todas las variables: las construcciones tienen tres tiempos, el primero es cuando no están construidas, que uno habla en futuro, el segundo es el presente, cuando uno está construyendo, pero luego termina la construcción y se empieza a habitar el inmueble y uno empieza a hablar en pasado. Uno dice, ¿esto cómo se hizo? Eso es cuando entra el mantenimiento. Una parte es el proyecto, otra parte es la obra y otra parte es el mantenimiento. Las tres cosas influyen en una edificación. Yo por lo que he visto hasta ahora, créame, también viví el 85 y considero que estamos mucho más preparados que en aquella ocasión para soportar una contingencia como la que nos está aconteciendo.

—¿Se puede asegurar que se tomaron acciones correctas tras el terremoto del 85?

—Efectivamente. La primera acción fue sacar las famosas normas de emergencia. Que después se convirtieron en las normas técnicas complementarias que nos rigen hoy. Un acierto también ha sido la Secretaría de Protección Civil, que no la teníamos en aquel entonces.

—La cifra de muertos es muy distinta, aun con lo que hasta el momento se reporta.

—Nada que ver con las del 85. Nada más lo que hubo en el Parque Delta, entonces, creo que fue muchísimo más que lo que hasta ahora llevan. Se hablaba de 10,000 muertos en aquel entonces. Fue un drama extremo eso. Nosotros ahorita estamos entre 200 y 300 muertos, que en paz descansen y mis respetos, pero sí son muchísimos menos. La ciudad está más preparada. Cada temblor nos pone a prueba, tenemos que seguir estudiando este fenómeno y tenemos que seguir aplicándolo en las normas técnicas complementarias que rigen todas las construcciones.


“La ciudad está más
preparada. Cada temblor nos pone a prueba, tenemos que seguir estudiando este
fenómeno”. FOTO: ESPECIAL

—Háblenos de la revisión de los inmuebles para dar comprensión de por qué se derrumban en puntos muy diversos, siendo de edificación pre y post 1985.

—Inicio por lo primero. La zona Centro no es la única zona blanda, eso también es un mito que hay que desmitificar. Todo Calzada de Tlalpan era un canal, donde llegaban los xochimilcas y se aposentaban un ratito en Tasqueña, ahí agarraban toda la Calzada de Tlalpan para llevar sus cosas al mercado, hasta el Centro. La zona blanda es del Centro, todo Calzada de Tlalpan, todo Tasqueña, todo Canal de Miramontes. Era un canal, era la comunicación entre el gran lago de Xochimilco y de Texcoco, todo eso es zona blanda. La zona Centro no es la única, por eso es que todas estas zonas también se vieron afectadas. Ahora, la segunda: el sismo que nos atacó traía un movimiento muy, muy rápido. Mucho más rápido que el sismo del 85, que fue un tanto más lento. No hay mejor sismógrafo que la sensibilidad humana, un sismógrafo y un acelerógrafo, porque estamos sintiendo cómo nos sube, nos baja, nos hace para la izquierda y otra vez nos vuelve a hacer bailar. Al ser un sismo muy rápido, le va a pegar a las construcciones que se mueven muy rápido, ¿cuáles se mueven muy rápido? Las construcciones que son de entre tres y cinco pisos. Hay bardas que deben de tener no un largo infinito, tienen que estar seccionadas en partes —como si fuese la analogía con el ferrocarril, un ferrocarril no es un vagón gigantesco, está seccionado en partes, en vagones—. Por eso es que también se cayeron algunas bardas; se movieron muy parecido al andar del sismo y, segundo, estaban mal construidas. Eso también hay que tomarlo en cuenta. Hay que ver si se les dio el seguimiento, quién lo hizo y es muy probable que se quedaran sin esa revisión.

—¿Quiénes son responsables de que no se hayan hecho revisiones oportunas?

—Con todo respeto yo le puedo decir que mucha de la responsabilidad es de los mismos propietarios. Porque se les invitaba a que se hicieran análisis un poco más a profundidad y decían: “Bueno, si no le pasó nada en el 85 no le va a pasar nada más adelante”. ¡Mentira! Eso no es así, yo hago una analogía también con un boxeador. ¿Usted cree que un boxeador con 60 peleas es lo mismo que un boxeador con dos peleas? El de 60 ya está medio loco, quiero decir, está muy golpeado. Entonces, hay un estudio japonés que nos demuestra la degradación de rigidez por lo que sucede en un sismo. Cuando usted sufre un sismo o, vamos a pensar, se cae y se lastima el tobillo, por más que le diga el médico “es que ya quedaste bien”, mentira, no vuelves a ser el mismo. Y si se rompe un hueso y le ponen una placa de titanio, puede que siga funcionando, pero créame que ya no es igual. Lo mismo pasa con las construcciones, se comportan igualito.

—Hay una corresponsabilidad entre autoridad y propietarios.

—De autoridad hasta cierto límite, y no por defenderlos. Yo soy una extensión de la autoridad, un auxiliar. El mismo reglamento determina que todos los DRO [director responsable de obra, y corresponsable en seguridad estructural, y corresponsable en instalaciones, y corresponsable en diseño urbano y arquitectónico] y corresponsables somos un brazo auxiliar en donde tratamos de que se lleven a cabo las normas técnicas complementarias y su reglamento de construcción, en donde está especificado que, después de todo sismo grande, los edificios de mayor importancia, o que pueden poner en riesgo gran cantidad de vidas humanas, como una clínica o un hospital, deben de ser revisados minuciosamente. Cada cinco años o cada después de un sismo fuerte, está en las normas técnicas complementarias.

—¿Participa ahora en labores de revisión bajo ese rol o como profesor de la UNAM?

—Yo estoy ayudando a todo el que me lo pide. La UNAM me ha pedido apoyo. Yo revisé la Facultad de Arquitectura, la Facultad de Psicología. He revisado otras construcciones que colegas de Protección Civil me pidieron para dar mi opinión. Me tocó Iztapalapa, la zona de Polanco, Tlalnepantla, la delegación Cuauhtémoc, edificios del gobierno donde no han permitido acceso hasta que no vaya un experto a decirles que sí está o no está en buenas condiciones.

—¿Qué más se podría reportar a este balance general?

—La verdad es que con mucha pena le digo que cada sismo nos hace un examen y nos reprueba en algunas partes. Nos exhibe lo mal que construimos o lo mal que construyeron algunos, pero a su vez nos enseña lo que no debemos hacer, desgraciadamente.


“El sismo que nos
atacó traía un movimiento muy, muy rápido. Mucho más rápido que el sismo del
85, que fue un tanto más lento”. GALO CAÑAS/CUARTOSCURO

—¿Qué ocurre cuando no queda determinado quién fue el constructor responsable o quién tuvo que dar mantenimiento?

—Le voy a decir una cosa con respecto a esto de las culpas. Todas las construcciones del 85 para acá tienen a un director responsable de obra que tiene una responsabilidad moral y civil de hasta diez años. En un principio eran cinco años, luego diez, pero resulta que ahí está el caso de Kobe, en Japón. El sismo derribó como lo que nosotros hoy tenemos de segundo piso. Ellos se pusieron a estudiar qué era lo que había pasado y encontraron que el sismo había rebasado los factores que se utilizan para calcular las fuerzas sísmicas y que no había culpables, que la naturaleza los había rebasado. ¿Cómo explica usted esto y a quién le echaría la culpa?

—El aprendizaje sería que hay que seguir actualizándose.

—Es tan sencillo como que cada construcción, después de un sismo fuerte, se revise por un experto. Los hay y hay enorme talento en México, al respecto de la ingeniería sísmica… ¿Qué dijeron los japoneses en aquel entonces? Pues vamos a subir nuestro factor para que ya no nos vuelva a pasar esto. Se dieron cuenta de que el factor que usaban era muy bajito. Ahora, después de ese fenómeno lo subieron, en esperanza de que no fuera a pasar algo mayor todavía. Eso sucedió en México después del 85, los factores cambiaron y no se podía culpar a alguien porque la naturaleza nos mandara un golpe más duro. Pero, en todo caso, si se quiere un responsable, ahí están los directores responsables de obra, los primeros diez años de la construcción. Al onceavo año ya no puede ser responsable, porque si cambian las reglas, ya el edificio debió de haber sido reestudiado para adaptarlo. Y eso le toca al propietario.

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