Escaneos de iris y fraudes

A principios de 2015 comenzaron los ominosos cambios en el
lugar de trabajo de Ryan Sequeira. Primero fueron las máquinas biométricas, dos
en cada piso de la oficina de Nueva Delhi donde trabajaba como arquitecto de un
comité gubernamental de expertos. Como un mes después, eliminaron las hojas
para firmar la constancia de ingreso, de modo que los empleados debían
registrar sus entradas y salidas en unas máquinas nuevas que escaneaban sus
huellas dactilares, e ingresar sus números de Aadhaar.

Todo era parte de un ambicioso programa comenzado en 2010,
año en que el gobierno indio decidió inscribir a su millón 300,000 residentes
en una base de datos central, y emitir un número de identificación único para
cada habitante. El Aadhaar, término hindi que significa “fundación”, habría de
ser la columna vertebral de los programas de bienestar y aseguraría que los
beneficiarios fueran debidamente identificados, lo que a su vez reduciría las
reivindicaciones fraudulentas.

Así que implementaron el número de Aadhaar, y los indios de
todo el país fueron a los centros de inscripción para que tomaran sus datos
biométricos —una fotografía, diez huellas dactilares y dos escaneos de iris—,
para luego recibir por correo sus tarjetas de identificación gratuitas. La
inscripción aún continúa, y la base de datos biométrica más grande del mundo ya
está casi completa, con más de 99 por ciento de los adultos indios —cerca de 1
millón 160,000 personas— registradas hasta el mes de julio pasado.

Transcurridos siete años, el número de Aadhaar de 12 dígitos
es obligatorio para programas de bienestar social, pero su uso se ha extendido
a otros ámbitos de la vida india, desde la banca hasta gratificaciones para
bebés, hipotecas y licencias matrimoniales. Para empleados gubernamentales como
Sequeira, el Aadhaar significa que ahora tienen que registrar sus horas de
trabajo en máquinas biométricas. Y si bien un número de identificación único
puede reportar numerosos beneficios, también supone igual cantidad de riesgos.

Cuando las máquinas nuevas llegaron a la oficina, “la gente
no conocía sus números”, recuerda Sequeira. “Así que la compañía puso una gran
hoja de papel junto a las máquinas, con los nombres y números de Aadhaar de
todos, para ‘ayudarlos’”.

Y agrega: “Fue una estupidez. Me molestó muchísimo la
insensibilidad con que trataron nuestros datos”.

FRAUDE Y FUGA

La idea del Aadhaar surgió a principios de los años 2000,
bajo la premisa de que los sistemas de bienestar social serían más eficaces (y
ahorrarían dinero) si los residentes tuvieran un identificador personal único.
En aquellos días, el gobierno tenía dificultades para identificar a los
beneficiarios legítimos de raciones de alimento, fertilizantes, gas para
cocinar y otros productos básicos. Mucha gente desviaba las raciones —más de un
cuarto del total distribuido— haciendo reivindicaciones fraudulentas. El
gobierno declaró que la raíz del problema era la falta de identificación
adecuada, pues menos de la mitad de la población tiene certificado de
nacimiento, pocos pagan impuestos y aún menos tienen licencia para conducir o
pasaporte.

“Hubo dos impulsores principales para el Aadhaar”, explica
Nandan Nilekani quien, en 2009, ayudó a establecer la junta estatutaria, la
Autoridad de Identificación Única de India (UIDAI, por sus siglas en inglés),
encargada de implementar el número de Aadhaar. “Un impulsor fue la inclusión,
porque muchos indios no tenían medio alguno para identificarse, sobre todo los
más pobres. El segundo fue que, en los últimos 15 años, el gobierno ha gastado
miles de millones de dólares en subsidios y beneficios –al menos de 60,000 a 80,000
millones de dólares anuales-, pero hubo muchos fraudes y fugas. Por
consiguiente, necesitábamos un sistema de identificación único y sólido para
asegurar que los beneficios llegaran a la persona correcta”.

Según Nilekani, el Aadhaar ha permitido que el gobierno
ahorre, hasta el momento, cerca de 7,000 millones de dólares. Casi 2 millones 500,000
de esa cantidad son producto de haber contenido la fuga en beneficios de gas
para cocinar. Para India –un país que, este año, se convirtió en uno de los
principales importadores mundiales de gas licuado de petróleo (a resultas de
que, en 2016, el gobierno comenzó a ofrecer conexiones gratuitas a las familias
pobres para que abandonaran combustibles de biomasa más contaminantes, como
leña y estiércol de vaca)- la noticia es estupenda, y también para el planeta.

No obstante, algunos afirman que Nilekani exagera mucho el
ahorro. “Es mentira. La mayor parte de la desduplicación que argumenta el
gobierno se ha resuelto sin recurrir al Aadhaar”, asegura el economista
agrícola R. Ramakumar, del Instituto de Ciencias Sociales Tata, en Bombay. A
decir de Ramakumar, la desduplicación utilizando listados —hacer que los
funcionarios “se sienten a revisar datos locales para identificar quién tiene
la misma dirección”— es 15 a 20 veces más eficaz que la desduplicación usando el
Aadhaar y, como prueba, cita un estudio de 2016 realizado por el Instituto
Internacional para el Desarrollo Sostenible, organización investigadora
canadiense.

Sin embargo, a quienes realizan el trabajo no parece
preocuparles mucho que las cifras mientan o no. Por el contrario, los indios
promedio están más interesados en la manera como el Aadhaar ha cambiado sus
vidas. “Me parece una buena idea porque, antes, mis dos hijos y yo no teníamos
identificación o pasaporte. Solo una tarjeta de racionamiento”, dice Anita
Pereira, una ayudante doméstica de la ciudad de Pune. “La tarjeta de Aadhaar
sirve para muchas cosas, como sacar mi pasaporte, ir al banco, o reservar un
boleto de tren”.

La tarjeta de Aadhaar ha permitido que millones de personas
al fin queden incluidas en la economía formal. Ahora pueden abrir una cuenta
bancaria, pedir un préstamo en el Banco de la Reserva de India (el mayor
prestamista del país), enviar y recibir remesas, y comprar tarjetas SIM.
También ha habilitado los pagos móviles y otras transacciones sin dinero, algo
crucial tras la desastrosa campaña de desmonetización del año pasado, cuando el
gobierno, repentinamente, retiró de circulación los billetes de 500 y 1,000
rupias (el equivalente a 86 por ciento de su moneda), dejando a muchos en el
limbo. En los pocos años de existencia del Aadhaar, la inclusión financiera de
las mujeres indias aumentó 24 por ciento; se abrieron más de 270 millones de
cuentas bancarias vinculadas con el Aadhaar; y la penetración de la telefonía
móvil se duplicó a 79 por ciento de la población.

El Aadhaar tiene un “potencial tremendo para fomentar la
inclusión, dando una identidad oficial a todas las personas, incluidos los más
pobres y los más marginados”, declaró un informe de Naciones Unidas, emitido el
año pasado. Esto incluye a las mujeres, las minorías étnicas, los analfabetos y
las castas inferiores, sectores poblacionales que suelen vivir a las márgenes
de la sociedad en muchas partes de la India.


TENGO TU NÚMERO: Ghewar Ram, de 55 años y su esposa, Champa
Devi, de 54, muestran sus tarjetas de identificación única frente a su choza en
Rajastán, India, en febrero de 2013. FOTO: MANSI THAPLIYAL/REUTERS

Tener un documento de identidad reconocido en todo el país
es también un gran beneficio, dados los millones que cruzan anualmente el vasto
subcontinente para casarse o buscar empleo, sobre todo hacia bulliciosas
metrópolis como Calcuta, Bombay y Delhi. Según un censo de 2016, uno de cada
tres indios vive fuera de su ciudad natal.

El número de Aadhaar para verificar la identidad asegura
también que los migrantes no pierdan los beneficios gubernamentales que puedan
haber requerido de tarjetas de racionamiento condicionadas a una dirección
local, o el acceso a servicios de salud “mediados por parientes y contactos
familiares, una forma de biometría anticuada” escriben Jacqueline Bhabha,
experta en derechos humanos de Harvard, y su estudiante doctoral, Amiya Bhatia,
en un artículo de la revista Oxford, Development Studies, publicado en 2017.

Hasta los residentes que no son ciudadanos (según cifras de
2015, 5.2 millones de personas, en su mayoría de los vecinos Bangladés y
Pakistán) pueden solicitar un número de Aadhaar. Incluir a los inmigrantes es
una medida inusual, la cual no han adoptado muchos otros esquemas de identidad
nacionales. “Esto es tremendo, en cuanto se refiere a la inclusión, la mano de
obra migrante, y el derecho básico y fundamental a la identificación y la
identidad jurídica”, afirma Bhatia.

¿Quieres una ambulancia? Un número de Aadhaar puede romper
barreras, aunque también las levanta. Sin un número de 12 dígitos, los
escolares no pueden reclamar su almuerzo gratuito, las mujeres que acaban de
tener un bebé no reciben sus gratificaciones en efectivo, los agricultores no
pueden solicitar beneficios de seguro para cosechas, y los discapacitados no
pueden obtener descuentos cuando compran boletos de tren.

Y el Aadhaar ya no es solo sinónimo de indios pobres que
buscan beneficios. En abril, Hindustan Times, un importante periódico indio,
informó que el Aadhaar es obligatorio en 61 servicios, y no solo para los diez programas
de bienestar. Desde ahora, los indios deben usar el número de identificación
para presentar impuestos, abrir una cuenta en los principales bancos y obtener
conexiones de telefonía móvil. En julio pasado, la ciudad suroriental de
Tirupati, renombrada por sus templos, decretó el uso obligatorio del Aadhaar
para que los devotos puedan reservar alguno de los 750 boletos emitidos,
diariamente, para participar en el angapradakshinam: antiguo ritual en que los
fieles ruedan sobre telas mojadas y extendidas en el suelo del templo, a fin de
manifestar su gratitud y pedir las bendiciones de la deidad que lo preside, el
señor Venkateswara. Los guardianes del templo tomaron la decisión para
controlar las multitudes y para “asegurarse de que la misma persona no esté
usando la instalación varias veces”.

En el norte de India, el gobierno de Uttar Pradesh decretó,
en junio, que quienes detengan una ambulancia deberán mostrar la tarjeta de Aadhaar
antes de abordarla. Si los pacientes no están en condiciones de hacerlo, un
familiar tendrá que presentar la documentación correcta.

“Obtener el número es voluntario”, dice Nilekani, quien se
separó de UIDAI en 2014 para ingresar en el Congreso. “Pero a la vez que más
programas exigen que lo tengas, es necesario que consigas el número”.

No obstante, en 2015 la Suprema Corte de India declaró que
“no es obligatorio que un ciudadano obtenga una tarjeta de Aadhaar”, y a la
fecha, muchos ciudadanos siguen presentando peticiones ante la corte,
quejándose de que el Aadhaar viola su derecho a la privacidad.

Otros opinan que algo más siniestro subyace a la creciente ubicuidad
del número: la vigilancia del Estado. “Los están engañando”, comenta Sunil
Abraham, director ejecutivo del Centro para Internet y Sociedad, comité de
expertos de Bangalore. “Al principio, los hacen creer que es para los pobres…
Luego, poco a poco, se infiltra y cada vez más personas de clase media y
contribuyentes tienen que obtener la tarjeta. Así que fingen que están
mejorando la gobernación, pero, por otro lado, siguen aumentando la vigilancia.
Sirve a las dos agendas”. Abraham se resistió a obtener el número de Aadhaar,
pero tuvo que ceder cuando la legislación cambió en 2017, exigiendo que todos
los contribuyentes tuvieran el suyo.

Otra gran inquietud de Abraham es la seguridad de todos esos
datos. “La biométrica es irrevocable”, afirma. “Una vez que se ve comprometida,
no pueden volver a asegurarla. Una vez que alguien ha robado tu biométrica, se
acabó”.

India no tiene una ley de privacidad, y tampoco tiene una
legislación que proteja todos los datos biométricos recogidos. Aunque Nilekani
está a favor de crear leyes en ese sentido, insiste en que el Aadhaar es
seguro. Con todos los datos biométricos encriptados y almacenados fuera de
línea con numerosos firewalls, dice que “el Aadhaar está bien diseñado para la
privacidad”. Las dependencias y los comercios que pretendan utilizar el número
como identificación y herramienta de autorización, bien para distribuir
beneficios o para habilitar pagos sin dinero, tienen que obtener una licencia.
“No es algo que cualquiera pueda obtener gratuitamente en internet”, asegura
Nilekani. “Está basado en un ecosistema muy reglamentado y gestionado”.

Al respecto, Abraham replica: ¿Y eso qué? “Es cuestión de
tiempo para que alguien viole la base de datos. A menos de que estés afirmando
que los expertos en seguridad de mi gobierno son mejores que los de Facebook”.

Hasta el momento, ya se han filtrado y publicado en línea
los nombres, los detalles de cuenta bancaria y los números de Aadhaar de más de
130 millones de personas albergados en cuatro sitios web gubernamentales. En
mayo, el Centro para Internet y Sociedad publicó un informe responsabilizando a
UIDAI de las filtraciones, porque no implementó regulaciones estrictas para
usuarios terceros sobre el uso de los datos del Aadhaar (por ejemplo, prohibir
la publicación en línea de detalles privados). Abraham advierte que, cuando
tienes una base de datos centralizada como el Aadhaar, “terminas con un tarro
de miel que todos los terroristas, estados extranjeros y criminales querrán
robar”.

INSUFICIENTE ANCHO DE BANDA

La seguridad no es la única queja de Abraham contra el Aadhaar.
“En India, el ancho de banda es insuficiente, la tecnología es inadecuada”,
acusa. Las máquinas para escaneo de huellas dactilares que verifican la
identidad de una persona requieren de electricidad y de una conexión a internet
para hacer comprobaciones cruzadas con la base de datos. Sin embargo, la
infraestructura de India entorpece la digitalización: se calcula que 240
millones de indios carecen por completo de electricidad; los cortes de eléctricos
son frecuentes, sobre todo en los meses más calurosos; y la velocidad de internet
promedio es la más baja de Asia, alrededor de 4.1 megabits por segundo, más o
menos un tercio de la disponible al estadounidense promedio.

Luego, viene el problema de si la tecnología realmente
funciona. En promedio, la autenticación de huellas dactilares falla en 5 por
ciento de los casos, pero diversos informes sugieren que la cifra podría ser de
36 por ciento en algunas partes del país. Y muchas veces, los obreros manuales
pobres tienen problemas porque su trabajo, implacablemente riguroso, puede
desgastar las huellas dactilares.

A pesar de eso, el Aadhaar sigue creciendo. Se espera que la
monstruosa base de datos englobe a todos los residentes de India para fines de
año, y que el alcance de sus tentáculos se extienda hasta abarcar más
programas, esquemas y aplicaciones. ¿Acaso la descomunal bestia se mantendrá
dócil, llevando beneficios a millones o se saldrá de control?

“En cuanto se refiere al Aadhaar, dudo que todos confíen en
que el gobierno hará solo lo correcto”, responde Sequeira. “Como dice la máxima
latina, ‘Quis custodiet ipsos custodes?’ ¿Quién vigilará a los vigilantes?”.

Publicado en cooperación con Newsweek / Published in
cooperation with Newsweek