“El cine para evadir la realidad es absurdo”: Michel Franco

Sentado en un sillón rojo de su oficina en Polanco, en la Ciudad de México, mientras bebe una taza de café, Michel Franco ya piensa en su siguiente película. Su más reciente trabajo, Las hijas de Abril, estuvo en Cannes, ganó el Premio del Jurado de la sección Un Certain Regard, ya se estrenó en cines comerciales y su proceso está por finalizar. Pero antes incluso de viajar a uno de los más importantes festivales de cine, donde es un rostro constante, el mexicano ya tenía en la cabeza su siguiente proyecto.

Cannes es casi su segunda casa. Ahí obtuvo otros premios importantes: el Un Certain Regard por Después de Lucía (2012) y Mejor Guion por Chronic (2015), protagonizada por Tim Roth, quien precisamente se enamoró de su trabajo al formar parte del jurado que premió a la primera. Desde entonces produce las cintas del mexicano, quien escribe todos sus guiones. En su cabeza primero —confiesa—, siempre uno tras otro, sin descanso.

Antes de sentarse en el sillón rojo a platicar con Newsweek en Español, discutía en una junta. En las paredes de la casa donde está su oficina hay pósteres de las películas que ha dirigido y otras en las que fue productor, así como los certificados de participación de Cannes. En su oficina, la silla de director de Daniel y Ana (2009), su primer largometraje. En su cabeza, ideas dando vueltas todo el tiempo.

—Muchas de tus películas abordan alguna problemática social, sobre todo Daniel y Ana y Después de Lucía. ¿Ello es intencional o cómo decides qué historia contar?

—La parte que tiene que ver con la conciencia social es algo que pasa en mí de manera automática, porque tratando de entender quién soy y cómo es nuestra sociedad, que esa es la razón por la que hago películas, es inevitable tocar temas actuales y emitir una opinión, tener un punto de vista sobre temas sociales. Lo que nunca hago es tratar de pasar mensajes o de educar, eso me parecería absurdo y poco productivo. Mensajes nunca hay, por más que la gente quiera buscarlos, es un análisis muy personal de qué es lo que estamos viviendo.

—¿Cómo fue la primera vez que fuiste a Cannes?

—La primera vez que fui fue muy difícil. A pesar de que estaba muy contento y muy emocionado, no lo disfruté mucho, fue una experiencia dura. Primero que nada, no entendía cómo funcionaba el Festival, ni sabía qué expectativas tener. Y Cannes es un lugar que puede ser muy agresivo, donde pasan demasiadas cosas. Yo veía cómo a otros les iba mal. A mí me acabó yendo muy bien, pero vi cómo simplemente a otros les iba mal. Yo jamás me imaginé que Cannes podía ser una experiencia negativa, y para la mitad de las películas que pasan ahí es negativo, porque salen peor de lo que llegaron. Es una exposición muy grande. Te encuentras en el punto más vulnerable que puedes estar, y más con una ópera prima.

—¿Te sigue intimidando Cannes?

—Sí, mucho. Cada que voy al festival voy muy nervioso. Para mi sorpresa, ahora con Las hijas de Abril yo pensaba que iba a ser más fácil porque volví a Un Certain Regard, que ya había ganado y acababa de ganar el permio de Mejor Guion. Pensé que iba a ser más fácil y no. Me costó mucho mantener la calma. Lo que pasa es que las películas para mí son algo sumamente personal y me lastimaría mucho que a la película le vaya mal, porque es algo a lo que le tengo mucho aprecio. Es una conexión muy directa. Curiosamente cuando alguien me dice que no le gusta una película mía o sale una crítica mala, eso lo sé aceptar muy bien. Mi miedo es que sea una catástrofe. Porque a veces pasa, a veces hay fracasos redondos en los festivales y las películas son aplastadas.

—Muchos de tus personajes son mujeres. ¿Es distinto escribir mujeres a hombres?

—Para mí es más interesante y más difícil escribir personajes femeninos, porque desde el punto de vista masculino, es lo desconocido. Por eso me atrae más, pero hay también un riesgo mayor. Yo creo que las películas son mejores en proporción a los riesgos que uno decide tomar, y para mí escribir personajes femeninos siempre es un riesgo mayor.

—Tus personajes mujeres son muy distintos a lo que estamos acostumbrados a ver en el cine mexicano.

—No sé, las etiquetas son peligrosas. Decir ‘cine mexicano’ no sé exactamente qué quiere decir.

—Es decir, personajes estereotipo de comedias románticas.

—Pero si hablamos de Maribel Verdú en Y tu mamá también, no es así. O si hablamos de las mujeres de Luz silenciosa no es así. Todo depende de qué ejemplos queremos tomar. Muchas de esas comedias románticas, o todas, ni las he visto.

—¿Cómo elijes una película mexicana cuando vas al cine?

—A mí me gustan todos los géneros. Yo lo que busco es que la película esté hecha por un director, por un autor, no por una fórmula o por una empresa que busca hacer un negocio.

—¿No te parece difícil esta decisión? A veces en el cine no hay muchas opciones.

—Bueno, yo voy cada fin de semana a la Cineteca y ahí pasan varias películas mexicanas.


DE ESTRENO: Su más reciente trabajo, Las hijas de Abril,
estuvo en Cannes, ganó el Premio del Jurado de la sección Un Certain Regard y
ya se estrenó en cines comerciales. FOTO: RICARDO TRABULSI

—Pero no en otro tipo de cadenas de cines.

—Ojalá hubiera más oferta de cine mexicano, definitivamente hace falta más. Es simpático, por ejemplo, se habla mucho de personajes masculinos y femeninos y se habla poco del cine gay, que está Julián Hernández. Que inmediatamente se convierte en un nicho simplemente por ser gay. Pero cuando hablamos de Almodóvar ahí no hay problema que sea gay. No sé. A mí las etiquetas no me gustan, yo busco buen cine y me da igual si es mexicano o no. Quiero ver una buena película. Ahora, si es mexicana, mejor todavía.

—¿Qué opinas de las redes sociales y cómo ayudan a los artistas jóvenes?

—Creo que es algo que depende mucho de la personalidad de cada quien. Si eres muy extrovertido, creo que te van mejor las redes sociales. No es que yo sea introvertido en mi personalidad, pero mi proceso creativo sí es muy de introspección. Entonces las redes sociales me estorban mucho, me distraen. Platicar contigo aquí un rato me parece muy buena idea y el intercambio de ideas me interesa. Pero tener una puerta permanentemente abierta de diálogo estorba mucho en mi proceso creativo. No creo que como guionista o director me haga bien estar escuchando lo que la gente dice todo el tiempo. Muchos me dicen: “¿Por qué no tienes Twitter? No le tienes que contestar a la gente”. Y digo: “No, pues ¿para qué lo tienes?”. Se trata de dialogar. Prefiero no tenerlo.

—Tus películas salen con poco tiempo entre una y otra. ¿Cuándo descansas?

—Lo que pasa con el cine es que la parte formal de sentarse a escribir sí es muy cansada, pero la parte de las ideas es un ejercicio permanente que, aunque quisiera, no puedo detener. Más que un trabajo es un desahogo, es tener un trabajo a través del cual puedo expresar mis ideas y explorar mis obsesiones. Sobre todo, desahogar emociones y mi punto de vista sobre el mundo. Más que algo pesado es una ventaja. La gente que no tiene un canal de expresión, pues es algo duro.

—De las problemáticas sociales que te inquietan, ¿cuál consideras que es la más grave de México?

—La desigualdad social. El enorme contraste entre gente que no tiene casi nada y una clase alta muy bien acomodada. Y bueno, hay una clase media, es la base del país, de la economía, pero una clase media que batalla mucho.

—¿Cómo te afecta este problema?

—Nos afecta a todos los que vivimos en México. Atentan contra la calidad de vida. Habría que ser muy egoísta para no sentir empatía por todos los mexicanos que están marginados. Ya hice una película al respecto, A los ojos, sucede en las calles de la Ciudad de México.

—Tú corto Entre dos también aborda esto un poco.

—Sí, también. Hay mucha gente que me dice: “¿Por qué todas tus películas son de personajes de clase alta?”. Y no es cierto. Son las que han recibido más atención. Más bien la pregunta es: ¿por qué cuando haces algo que tiene que ver con la gente que está olvidada es ignorado el trabajo?

—¿Es algo que la gente no quiere ver?

—Sí, por supuesto. Por eso mi película se llama A los ojos, justamente. Es una realidad que la gente prefiere olvidar. Además, cuando dices: “¿Pero qué harías para cambiarlo?”, todos contestamos: “No pues es que yo qué podría hacer, no es culpa mía”.

—¿Crees que el cine sirva para generar conciencia o aportar algo?

—No, no creo. Porque para que eso suceda la película tiene que volverse muy popular, tiene que ser masiva, y eso es muy difícil. Lo que pasó con Después de Lucía, en ese sentido, es muy especial. La gente volteó a ver el tema del acoso escolar a través de la película. Pero creo que fue porque se sentían aludidos. Decían: “No vaya a ser que a mi hijo lo molesten”, o porque ellos mismos habían sufrido una historia similar. El tema con la pobreza en México es que la gente la ve como lejos, como algo lejano y ajeno. Y no es cierto, no es así.

—¿El cine distrae de esa realidad?

—Yo creo en el entretenimiento completamente, por eso me siento a ver el futbol. Pero no creo en evadir la realidad, eso me parece lo más peligroso y lo más absurdo. Yo por más que esté viendo un programa de futbol, no descontextualizo. No olvido el país en el que estoy. Creo que esa manera de querer generar entretenimiento para evadir la realidad es absurda. O que justamente trata de dar a la realidad una interpretación que ayude a librar de culpa al que la está viendo, me parece terrible. Y existe, claro que existe.