Los peligros de la vigilancia en la era del populismo

Las
leyes de vigilancia siempre deberían ser escritas como si el gobierno que más
tememos estuviera en el poder. Es uno de los controles más arteros que las
autoridades pueden ejercer y, si se desenfrena, puede corroer las instituciones
democráticas y darles a los gobiernos un grado siniestro de poder sobre sus
ciudadanos.

Pero
lo exactamente opuesto ha sucedido en Europa desde que Edward Snowden reveló
los abusos en la vigilancia masiva hechos por Estados Unidos. A pesar de la
indignación que provocó, los gobiernos a lo largo y ancho de Europa han
adoptado continuamente el enfoque estadounidense de “recabarlo todo”. Con un
apoyo creciente a partidos populistas extremistas, ahora no es momento para
abandonar las protecciones a la privacidad. Hacerlo es correr el riesgo de
permitir una vigilancia abusiva para futuros gobiernos intolerantes.

El
ascenso del presidente Donald Trump ha envalentonado a la extrema derecha europea
y los partidos nacionalistas que han conseguido éxitos electorales en años
recientes y buscan aumentarlos en varias elecciones próximas. Imagine si un
demagogo llega al poder en las elecciones próximas en un país europeo con
poderes de vigilancia de amplio alcance, montado en una ola de llamados
populistas al nativismo, la xenofobia y la dislocación económica.

¿Qué
detendría a este líder de usar la vigilancia para atacar a oponentes políticos,
periodistas y críticos? ¿O de escarbar en bases de datos enormes de información
personal para negar derechos básicos con base en la raza, la etnia o la
religión? ¿Qué detendría a un demagogo de fijar el ojo que todo lo vigila en el
electorado para mantenerse en el poder?

En
EE. UU., la Agencia de Seguridad Nacional continúa su red de espionaje informativo
sobre millones de personas todos los días, a pesar de las reformas modestas en
2015. Ahora, las llaves del aparato de vigilancia más sofisticado del mundo le
han sido entregadas al Presidente Donald Trump, quien cuando era candidato
amenazó con encarcelar a su oponente política, registrar y proscribir a
musulmanes, deportar a millones de inmigrantes, y amenazó la libertad de
prensa.

Desde
que asumió el cargo, él se ha negado a distanciarse de sus negocios, aun cuando
los poderes de vigilancia a su disposición podrían ser utilizados en contra de
competidores así como contra terroristas. Él ha cumplido con su promesa de
campaña de “escrutinio extremo” a los inmigrantes quienes provienen de países
predominantemente musulmanes, suscitando miedos de que la vigilancia pudiera
usarse para discriminación racial y religiosa. Las salvaguardas existentes
contra el abuso de la vigilancia ya son del todo insuficientes.

Europa
ya batalla para responder a los gobiernos en Hungría y Polonia que han minado
los controles y contrapesos y socavado el imperio de la ley. Si extremistas
populistas llegaran al poder en Europa Occidental, la gente podría ver amenazados
su privacidad y derechos humanos más amplios con una gravedad similar.

El
Reino Unido aprobó la Ley de Poderes Investigadores en diciembre, la cual
Snowden describió como legalizar “la vigilancia más extrema en la historia de
la democracia occidental”. Permite la vigilancia masiva y el hackeo, y exige
que las compañías de internet guarden un registro de todo sitio web que visiten
sus usuarios. Casi 50 departamentos gubernamentales pueden acceder a dichos
historiales de navegación sin supervisión judicial.

En
los últimos tres años, Francia también ha aprobado leyes que permiten una
vigilancia de gran alcance con el mínimo de salvaguardas. Las autoridades
pueden recabar datos en tiempo real y forzarán a los proveedores de servicios a
instalar “cajas negras” en sus redes para buscar indiscriminadamente patrones
“sospechosos”. El gobierno también está a punto de crear una base de datos
nacional sin precedentes con la información de identidad de 60 millones de
personas en Francia, lo cual lleva a preocupaciones serias sobre su uso
potencial para propósitos de identificación biométrica.

En
septiembre, Suiza aprobó ampliar los poderes de fisgoneo por un margen amplio.
Aun cuando la nueva ley exige supervisión judicial, les permitirá a las
agencias de inteligencia revisar el tráfico troncal de internet en busca de
palabras claves y hackear computadoras en el extranjero. Alemania también ha
retirado los límites a la capacidad de las agencias de inteligencia para espiar
masivamente a la gente fuera del país. Aun cuando las leyes alemana y suiza señalan
a extranjeros, ambos programas fisgonearán inevitablemente las comunicaciones
de sus ciudadanos. Finalmente, Austria y Polonia también han ampliado los
poderes de sus agencias de seguridad, y Holanda está considerando una
legislación de red de fisgoneo.

La
vigilancia digital puede exponer nuestros pensamientos y deseos más íntimos:
nuestras búsquedas nocturnas en la web, las identidades de nuestros conocidos,
los secretos que compartimos en un chat, nuestras creencias políticas y
religiosas, nuestra orientación sexual, el historial de nuestros movimientos en
nuestros celulares. Armados con esta información, los gobiernos pueden alterar
nuestro comportamiento y debilitar la disensión. Por ejemplo, esto puede tomar
la forma manifiesta de un chantaje o, como nos lo recuerdan titulares
recientes, acciones de “kompromat”. La policía puede monitorear a periodistas y
grupos de la sociedad civil y tomar represalias contra fuentes y activistas,
silenciando a los críticos mediante la intimidación y dañando la libertad de
prensa. Pero la vigilancia generalizada también puede llevar a un daño más
sutil, desde el efecto espeluznante de saber que toda búsqueda en la red podría
ser registrada, hasta evaluaciones discriminatorias de perfiles con base en la
recopilación masiva de datos.

Quienes
vivieron bajo la vigilancia constante del Stasi o la KGB entienden estos
riesgos. Pero si los gobiernos europeos no cambian su curso, los ciudadanos
podrían verse a una elección de distancia de tener un demagogo populista capaz
de monitorearles cada movimiento.

La
necesidad de una vigilancia desenfrenada para contrarrestar el terrorismo puede
parecer convincente, mientras que el daño parece hipotético. Pero la historia
muestra la velocidad con la que el daño puede volverse demasiado real. Por ello
es que debemos contener los poderes de vigilancia hoy mismo.

Cynthia Wong es la alta investigadora
de internet de Human Rights Watch.

Publicado en colaboración con Newsweek / Published in colaboration with Newsweek