Durante 240 años, los estadounidenses creyeron que cualquiera podía ser presidente. En noviembre pasado, la Internet finalmente hizo que esto sucediera.
Las personas votaron por Donald Trump por razones muy distintas, pero todos sus partidarios tuvieron que creer, al menos en cierta medida, que un hombre que ignora intencionadamente todo lo relacionado con la labor de un Presidente y que promovió su ignorancia como una característica y no como una limitante, es capaz de mover perfectamente bien las palancas de la Oficina Oval. Por primera vez en la historia, los votantes estadounidenses han dicho que la experiencia profesional no es necesaria para el que es, quizás, el trabajo más complicado del mundo.
Duplicando la apuesta, Trump ha nombrado al Dr. Ben Carson para que ocupe un puesto en el Gabinete para el que no está calificado. Carson logró este avance en el Partido Republicano al presentarse como un político despistado, en lugar de hacerlo como un neurocirujano educado en una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos. Carson tuiteó una vez, “Es importante recordar que fueron aficionados quienes construyeron el Arca, y que fueron profesionales quienes construyeron el Titanic”. Si esta tendencia antiprofesional funciona también a la inversa, los políticos podrían mirar unos cuantos videos en YouTube y realizar una operación cerebral.
Somos testigos de “el ascenso de la idea de que las personas en las que menos debemos confiar son las personas que saben mejor de qué están hablando”, escribió Charles Pierce en su libro titulado Idiot America(Estados Unidos idiota). Por supuesto, el sentimiento antiprofesional no es nuevo. A principios de la década de 1960, el historiador Richard Hofstadter se sintió impulsado a escribir Anti-Intellectualism in American Life (El antiintelectualismo en la vida estadounidense),que ganó el Premio Pulitzer. Sin embargo, parece que las observaciones de Hofstadter equivalían a sentir unas cuantas gotas de lluvia frente a un huracán y preguntarte si necesitabas un paraguas. No tenía ni idea de lo mal que se pondrían las cosas.
¿Por qué ocurre esta guerra contra los profesionales? Gran parte de la culpa se le achaca a la Internet y a lo mucho de lo que se ha construido a su alrededor: los Googles, Twitters, WebMD y Expedias. Miremos cómo la red ha influido en la medicina. Como dirían los fanáticos de la tecnología, la Internet democratiza la información: tiene la información que las empresas, gobiernos y profesionales solían ocultar y utilizar para obtener poder. Así, en muchas formas, la democratización de la información es algo positivo. Significa que un vendedor de autos ya no puede estafarnos porque ahora tenemos acceso a datos sobre los precios de los automóviles. Y nos ayuda a estar mejor informados sobre nuestra salud y nuestra atención médica.
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Sin embargo, el hecho de liberar información tiene consecuencias no intencionadas. Antiguamente, solíamos reverenciar a los médicos y, para bien y a veces para mal, confiábamos implícitamente en su juicio. Ahora, nos presentamos en el consultorio médico después de prediagnosticarnos a nosotros mismos en la Internet. En una encuesta realizada por el Pew Research Center se descubrió que 72 por ciento de los estadounidenses buscan información de salud en línea, y Google declaró a principios de este año que alrededor de 1 por ciento de sus búsquedas totales se relacionan con síntomas de salud. Los médicos han acuñado un término para las personas que los consultan después de buscar en Google información sobre sus síntomas: cibercondríacos. El resultado de todas estas búsquedas de salud en Google es una disminución en la apreciación que se tiene por los médicos. Ahora que podemos saber más de medicina de una manera muy fácil, nos impresionan menos lo que ellos saben.
En mi profesión, la Internet incorporó los blogs, los podcasts y otras formas de fácil acceso para llegar al público. Cualquiera podía convertirse en periodista, y casi todos lo hicieron. Con el paso del tiempo, la Internet contribuyó a devaluar la profesión periodística hasta el punto en que actualmente Gallup informa que la confianza del público en los medios masivos de comunicación “ha caído a su nivel más bajo en toda la historia de las encuestas realizadas por Gallup”.
Esta misma dinámica ha golpeado a todo tipo de profesiones. Si puedes encontrar cualquier cosa sobre viajes en Expedia o TripAdvisor, ¿por qué has de creer que un agente de viajes tiene alguna información valiosa? Si tienes algún problema con la tubería de tu cuarto de baño, puedes encontrar un video en línea que te mostrará cómo repararlo. Así que, ¿para qué llamar al plomero? La red es una vasta constelación de herramientas e información gratuita que te permite hacer tú mismo aquello por lo que solías pagarle a alguien. Hace que pienses dos veces antes de llamar a un costoso profesional.
Esto será cada vez más frecuente. La inteligencia artificial está haciendo que las herramientas basadas en la red sean más inteligentes, lo que significa que pronto no solo tendremos información sino también conocimientos especializados incorporados en servicios en línea gratuitos o de bajo costo. Tarde o temprano, alguna nueva empresa nos animará a utilizar a un abogado cibernético con inteligencia artificial para que redacte nuestro acuerdo de divorcio, de manera que no tengamos que pagarle 300 dólares la hora a un abogado humano. El movimiento Maker (ingeniería de “hágalo usted mismo”) se relaciona completamente con la democratización de los inventos y de la producción. Si Noé viviera en esta época, habría llegado a casa después de asistir a una Maker Faire, habría adquirido una impresora en 3-D, descargado algunos trucos de fuente abierta para la construcción de un barco y habría echado a gritos a los ingenieros náuticos.
Incluso la forma en la que trabajamos actualmente devalúa el profesionalismo. Supuestamente, estamos entrando en una economía de tareas impulsadas por la red, definida por la realización de muchos tipos diferentes de trabajos en pequeñas tandas. Puedes escribir códigos como trabajador autónomo durante unas cuantas horas al día, alquilar tu habitación en Airbnb y vender en Etsy irrigadores nasales hechos a mano para ganarte la vida. Si ese será el camino al éxito en las próximas décadas, significa que lo valioso es saber un poco de muchas cosas y mucho acerca de pocas. Lo mismo ocurre si trabajas para una gran empresa. Actualmente, a las empresas les encanta el desarrollo tipo Agile, que busca alternativas a la gestión de proyectos tradicional y en la cual se reúnen equipos para realizar trabajos de manera incremental a un ritmo rápido. En este entorno, el conocimiento profundo podría hacerte ver como un dinosaurio. El conocimiento rápido, que es básicamente un profesionalismo al estilo de la comida rápida, te hará ganarte un aumento de sueldo.
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Por supuesto, la cultura popular nunca ha celebrado lo suficiente el hecho de que la clase profesional obtenga su merecido. La película de 1939Mr. Smith Goes to Washington (El señor Smith va a Washington) trataba acerca de un pueblerino que consigue llegar al Senado y poner en vergüenza a los veteranos. (Hey, Hollywood: ¿cuándo sale la secuela tituladaMr. Trump Goes to Washington?) Actualmente, cuando escuchamos acerca de la posibilidad de que los camiones autónomos dirigidos mediante inteligencia artificial acaben con los empleos de los conductores de camiones, estos últimos obtienen nuestra simpatía, como debe de ser. Sin embargo, si hablamos de que la inteligencia artificial podría desbancar a los abogados, todo el mundo, excepto los abogados, soltarían una risita.
¿Hasta dónde llegará todo esto? He oído que algunos tecnólogos dicen que, al final, regresaremos a un modo de vida autosuficiente que recuerde la época preindustrial. En aquellos tiempos, las personas lo hacían todo en casa porque así tenía que ser; el profesional más cercano podía estar a una distancia de dos días a caballo. Así que uno mismo se hacía su propia ropa, construía sus propios muebles, analizaba sus propias finanzas y amputaba su propio dedo gangrenado.
En la versión futurista de esto, haremos todo en casa, no porque tengamos que hacerlo, sino porque podremos y porque pensamos que los profesionales apestan. Activaremos un servicio basado en la nube para que explore nuestro cuerpo y nos ayude a diseñar nuestra propia ropa de manera que nos quede perfectamente. Imprimiremos en 3-D las piezas de nuestros muebles y las armaremos, al estilo de Ikea. Alguna cuenta de inteligencia artificial de una empresa financiera manejará nuestro dinero. Y nuestro robot R2-D2 armado con un láser se conectará al software de la Clínica Mayo y se hará cargo de ese feo dedo gangrenado.
Quizás este resulte ser un mejor modo de vida, pero ten en cuenta esto: Kanye West Será Presidente de Estados Unidos.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek