Paz es madre de dos niños, promotora de salud en la alcaldía de Mixquiahuala y desde hace 15 años vive con VIH. Durante este tiempo la lucha por su vida ha sido complicada, pero lo más doloroso es la discriminación y el aislamiento que ejercieron sus familiares y amigos por desconocimiento del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida).
“Las personas no querían acercarse. Me quedé sin trabajo. Escuchaba los murmullos: ¡Mira la sidosa! Mi familia comenzó a decir que quién se quedaría con mi hijo y mi hija”, recordó.
Incluso en su trabajo aún hay quien le dice a sus amistades: “¿Sabes que la señora tiene Sida?”.
“Soy una orgullosa persona con VIH. Me gustan los abrazos, yo quiero amar, quiero abrazar, pero cuando vives con VIH parece que no tenemos derechos. Tengo los mismos derechos que tú y tú: pago impuestos, sonrío, camino y busco hacer el bien a mi comunidad”, expresó en entrevista.
Vestida de negro, con una mascada y un pequeño moño rojo, el símbolo de la lucha del Sida, narró cuando, en 2000, su esposo regresó de Estados Unidos. Al pedirle que utilizara condón para sostener relaciones sexuales, él la llamó prostituta porque “seguramente”, reclamó, tenía intimidad con otras personas.
“Creí lo que me decía, me sentía una mala persona y accedí. Recuerdo ese episodio… (guarda silencio) Me da coraje y tristeza”, expresó en su charla ante trabajadores del Congreso del estado.
Recordó que era una mujer con temores y tabúes en torno a la sexualidad, además del machismo de su pareja. Estas condiciones propician que el contagio aumente entre las esposas de migrantes, advirtió. “Son un foco rojo y se debe proporcionales información”.
Cuando se enteró de que ella y su esposo eran seropositivos, una sensación de angustia y desolación la invadió. El médico que la atendió le dijo: “Uy, mija, esto no tiene cura; regala a tus hijos”.
Su esposo murió. Durante el novenario (rito católico para despedir a quien fallece), la comunidad le mostró solidaridad, pero al término del período, sus familiares y amistades se alejaron. “Era la sidosa, por lo tanto no debían acercarse”.
Paz, lamentó, intentó dos veces suicidarse.
En una de ellas dejó abierto el gas; su hija, quien tenía cuatro años, le dijo que ella no quería morir. “Ella y una amiga de la infancia me ayudaron, mi amiga me proporcionó datos de organizaciones y lugares para acudir a tratamiento”.
Actualmente da pláticas a jóvenes sobre la importancia del uso del condón masculino y femenino. Su mayor preocupación es que alguien muera de este padecimiento, pues por ignorancia no acuden a los Centros Nacionales para la Prevención y Control del VIH/Sida, sitios que proporcionan tratamiento y retrovirales.
De 1986 a la fecha, en Hidalgo se han presentado 2 mil 907 casos de VIH. Sólo en lo que va de 2016 se reportan 195 contagios. Para Paz, las cifras son engañosas porque existen casos que atienden médicos particulares y no se registran en el Sector Salud.
El miedo a la discriminación aún hace que se mantenga oculto el padecimiento, añadió.