KISS llegó a Tijuana. El sábado 19 de noviembre, la ciudad recibió a una banda que durante mucho tiempo vio a lo lejos, a 3 mil kilómetros al sur, o a un puñado de metros después de la línea fronteriza.
El estadio Gasmart fue el anfitrión del último concierto del año para la banda norteamericana. Desde las seis de la tarde, cientos de fanáticos atendieron la invitación.
En punto de las siete, P.O.D inició con un estilo de crossover thrash, popularizado en la década de los noventa. Destacó la calidad del sonido y la entrega de la agrupación.
A las ocho en punto, P.O.D se retiró, dando paso a decenas de técnicos que prepararon el escenario en donde Gene Simmons, Paul Stanley, Ace Frehley y Eric Singer se presentarían. Fue una de las estructuras más grandes que se han armado para conciertos en Baja California: 50 toneladas de producción, 26 camiones y 80 técnicos detrás.
Una manta negra cubría el escenario. Faltando veinte minutos para las nueve de la noche, se escucharon los primeros acordes de una guitarra agresiva. Cayó la lona y comenzó la función. Los vendedores de cerveza y piñas coladas buscaron un buen lugar para ver el show. Corrieron a la primera fila y se olvidaron del trabajo. Sus rostros estaban pintados igual que KISS.
Shout It Out Loud fue la primera canción.
El juego de luces, las llamaradas de fuego, la pirotecnia. Todo era un circo de una pista. Y todo estaba puesto sobre la mesa.
Paul Stanley le habló a su ejército de 12 mil soldados.
“Esta noche es la noche. No hablo el español muy bien, pero entiendo tus sentimientos, y mi corazón es tuyo”, dijo.
Siguió Deuce y comenzó a caer un poco de agua. La lluvia se confundió con el espectáculo ensayado. Al final de Do You Love Me?, el frío llegó a Tijuana.
Gene Simmons, y el maquillaje característico de su rostro, cubría los de cientos en el público que vitoreaba cada movimiento y cada canción.
40 minutos después de iniciar el concierto, The Demon se quedó solo. El escenario era suyo y la boca se le llenó de sangre. Un arnés lo elevó, mientras él tocaba el bajo, mostraba la lengua y movía los ojos en todas direcciones. God of Thunder, era la canción que acompañó el momento.
El vocalista no se quedó atrás. Durante el concierto, Paul Stanley se trasladó por medio de una tirolesa del centro del estadio a la plataforma en donde estaban instaladas las cámaras que proyectaban hacia las tres pantallas del escenario.
Desde ahí, The Starchild cantó Love Gun, y después jugó con los primeros acordes de La Bamba. Comenzó Black Diamond, una de las canciones más coreadas por el público. Y a media canción, volvió al escenario principal, de la misma forma cómo llegó ahí.
Eran las diez de la noche y restaban los dos mayores éxitos. Llegó el encore. La banda se fue y regresó al cabo de cinco minutos. Sonó I Was Made For Lovin’you. Y el estadio se volvió una locura.
Después, I Wanna Rock ‘N Roll All Night.
Gene Simmons y Ace Frehley ascendieron sobre grúas en cada esquina del escenario, mientras que la batería se suspendía en el aire. Paul Stanley le daba vueltas a una guitarra sin cables, para estrellarla minutos después contra el piso. La perfecta postal de un concierto de rock.
Al final, los fuegos artificiales despidieron la hora y media de algo nunca antes visto en esta ciudad. “KISS loves you”, se leyó en la pantalla principal a la par de la pirotecnia.
Y Tijuana agradeció. 100 millones de discos vendidos despertaron a una ciudad.