AHORA SABEMOS por qué los tecnólogos compiten por desarrollar la realidad virtual: para que puedan vivir allí si Donald Trump es elegido presidente.
Pero he aquí una mejor idea: la industria de la tecnología debería asumir la responsabilidad por el papel que tuvo en crear el trumpismo. Si la industria hiciera un mejor trabajo en ayudar a la sociedad a lidiar con todas las alteraciones que la tecnología le lanza, Trump quizá tendría menos fans que los Titanes de Tennessee.
A los líderes en tecnología tienden a gustarles los políticos casi tanto como a los gatos les gustan los baños. Pero este año se unieron a la melé presidencial. Una carta firmada por casi 150 líderes en tecnología proclamó: “Nos oponemos a la candidatura divisiva de Donald Trump y queremos un candidato que adopte los ideales que construyeron a la industria de la tecnología de Estados Unidos”. Ello podrá sonar como coraje civil, pero también huele a culpa.
La tecnología siempre ha estado enfocada en la eficiencia y la automatización, pero por al menos dos décadas su gran precio ha sido la alteración. No solo haz que algo funcione mejor; más bien, acaba con la vieja manera y reemplázala con algo completamente diferente y digital. El software se come al mundo, como lo dice Marc Andreessen. Pero el software también se come los empleos de gente que no puede adaptarse. Vimos muchas de esas personas en TV en los mítines de Trump.
Casi nunca he oído a líderes en tecnología considerar seriamente la imagen social completa cuando se lanzan a arrasar con sus alteraciones. No hay algo en el credo de Google o Amazon con respecto a crear tantos empleos como los que destruye, a la manera en que una compañía maderera tiene que plantar tantos árboles como los que corta. La visión de Uber es operar flotillas de autos y camiones que se manejen solos, potencialmente poniendo de cabeza las vidas de millones de trabajadores. No he escuchado algún indicio de un programa para ayudar a esta gente. Las compañías de tecnología tienden a hacer lo suyo y piensan que la sociedad se encargara de sí misma, y si la sociedad no puede lidiar con las pérdidas de empleos esta vez, bueno, dicen los tecnólogos, instalemos un ingreso básico y paguémosle a la gente para que no se queje de que no trabaja.
Por supuesto, la innovación tecnológica nos ha beneficiado de incontables maneras. Puedes apostar a que ningún votante de Trump contra la inmigración, el comercio y el progreso quiere ceder su iPhone o su cuenta de Facebook, o regresar a tomar fotos con una Instamatic de Kodak solo para conservar miles de empleos en fábricas de película en Rochester, Nueva York. La historia muestra que la innovación y la automatización siempre llevan a mejores estándares de vida. Pero el progreso también puede lastimar, y algunas personas nunca se ponen al día. La gente en la tecnología por lo general piensa que los efectos colaterales no son su problema, pero Trump lo convirtió en problema de ellos.
La tecnología también conlleva responsabilidad por lo divisivo de esta elección. En los últimos 20 años, la tecnología ha alterado —o con más probabilidad obliterado— la manera en que por mucho tiempo hablamos entre nosotros de la política nacional. Cuando la mayoría de la gente sintonizaba o leía los medios de comunicación de mercado masivo, esos medios sentían una responsabilidad de ser justo, una responsabilidad tanto cívica como comercial, ya que fastidiar a la mitad de tu público es malo para el negocio. Así, el grueso de la población era expuesta a todos los lados de una historia, les gustara o no.
Pero la tecnología alteró a los medios de comunicación y la dividió en facciones estrechas. Los canales de nicho tienen más incentivos de atraer solo a sus públicos; hoy, eso es un buen negocio. Así, ahora todos descascaran silos de información, exacerbando las divisiones en la nación. Facebook lo empeora al guiarnos en manada a cámaras de eco individuales. Su algoritmo está optimizado para enganchar a páginas vistas (o sea, hacer dinero), no para el trato justo o el tiempo equitativo o la civilidad. Cuanto más elija el algoritmo de Facebook qué noticias vemos, más veremos noticias que encajen en nuestros gustos.
¿El resultado? Por primera vez en sus sondeos desde 1992, el Centro de Investigación Pew halló que las mayorías en ambos partidos políticos “expresan visiones no solo desfavorables sino muy desfavorables del otro partido”. De hecho, 81 por ciento en un sondeo reciente de Pew dijo que los partidarios de Trump y Hillary Clinton no solo discrepaban sobre planes y políticas, discrepaban sobre “hechos básicos”. La tecnología ha llevado a un discurso tan contaminado que, por primera vez en la historia, los hechos demostrables han sido degradados a creencias partidistas.
Incluso si la industria de la tecnología trabajara para derrotar a Trump, los sentimientos subyacentes que él atizó no van a desaparecer. Y si la tecnología no aborda estas preocupaciones, la situación solo va a ensuciarse más conforme nos hagamos más digitales y hagamos más cosas en línea y nos rindamos a todavía más software. Los trabajadores están mirando los faros delanteros de la inteligencia artificial, preguntándose cuándo los atropellarán. Otro sondeo de Pew halló que una de cada cinco personas con un diploma de preparatoria o menos cree que está en peligro de ser remplazado por el software. Eso no es solo inseguridad, es miedo.
Hay señales de que la tecnología empieza a entenderlo. IBM, Microsoft, Google, Amazon y Facebook recientemente formaron una organización llamada Sociedad en IA, prometiendo mostrar algún sentido del deber. “Reconocemos que debemos hacer avanzar el campo de una manera reflexiva y positiva e implícitamente ética”, dijo Mustafa Suleyman, copresidente del grupo y cofundador de Google DeepMind. Con suerte, estas compañías lo llevarán a buen término.
Algunos en la tecnología dicen que Facebook y otros necesitan hacerse responsables de la dinámica que han puesto en movimiento. “Para lo que no están optimizados los algoritmos es para hacer lo correcto o para demostrar cualquier cantidad de transparencia”, escribe Hemant Taneja de General Catalyst Partners, una firma de capital de riesgo. (Divulgación total: trabajo en un libro con Taneja.) “Esto tiene que cambiar, y estas compañías en sí deben llevar la batuta en la creación de responsabilidad algorítmica en sus servicios”.
A mediados de octubre, el presidente Barack Obama abordó este tema en una Conferencia de Fronteras de la Casa Blanca. Él dijo al público de tecnología y ciencia que necesitan involucrarse en los problemas que la tecnología hace surgir, sugiriendo qué sería bueno para el negocio. “No quiero que este público, el cual está acostumbrad a que las cosas sucedan más rápido y más tranquilas en sus campos estrechos, en cierta forma se desanimen y digan: ‘Ya no voy a negociar con el gobierno’,” dijo Obama. “Porque, al final del día, si no están dispuestos a… simplemente entrar en la arena y luchar con esta cosa, y discuten con gente que pudiera no estar de acuerdo con ustedes, y tolerar a veces resultados no perfectos sino resultados mejores, entonces el espacio para continuar el progreso científico no estará allí”.
En otras palabras, si la tecnología no puede o no quiere abordar los problemas que crea, terminará junto con el Trump contra la tecnología, o alguna Segunda Venida de Trump contra la tecnología después. Por ello, la industria necesita dar un paso adelante.
Es eso o duplicar la apuesta por la realidad virtual.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek