Catalina Aguilar Mastretta tardó diez años en escribir Todos los días son nuestros, su primera novela. Publicada bajo el sello editorial Océano, la obra narra la controvertida historia de amor de María, quien no solamente ama, padece y pierde a Emiliano, sino que mantiene relaciones muy intensas y agudas con su madre, sus amigos y, en general, con todo su entorno.
“Digamos que el libro es una reflexión de lo que María va aprendiendo con esta pérdida, de sí misma, del tiempo que pasó con Emiliano”, dice en entrevista con Newsweek en Español la hija de los reconocidos escritores mexicanos Héctor Aguilar Camín y Ángeles Mastretta. “Y, al final —añade la joven escritora—, la reflexión es que todos los días que pasas con la gente a la que quieres son tuyos, siempre, la pierdas o no la pierdas. El tiempo importa, y va a ser tuyo para siempre, nadie te lo puede quitar”.
Aguilar Mastretta es, además de escritora, cineasta. En la Ciudad de México egresó de la carrera de comunicación de la Universidad Iberoamericana y, en Estados Unidos, estudió cine en la New York University y una maestría en el American Film Institute. Las horas contigo fue su primera película como escritora y directora. Hoy, a sus 32 años, está por estrenar su segundo filme, Everybody Loves Somebody (Todos queremos a alguien).
“Todos los días son nuestros es una historia que llevo muchos años escribiendo, la empecé cuando tenía 23 años. En realidad, mi trabajo es escribir, ser guionista y directora de cine y televisión, y mucho de lo que cayó en este libro eran notas sobre las cosas que yo iba viendo en el mundo y me parecían simpáticas, o si una amiga decía una cosa interesante o si yo tenía una reflexión que no era cinematográfica. Construí un archivo larguísimo, completamente desordenado, que al final acabó armando un mundo rico y una narrativa interesante”.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
—Una de las virtudes de tu libro, Catalina, es que es divertido y para relajarse, no para filosofar. ¿Estás de acuerdo?
—Sí y no. Es un libro divertido porque el tema, si no te acercas a él con ironía, es de flojera. Pero es importante que el personaje da muestras de su inteligencia, se mira con objetividad, se burla de sí mismo, y eso lo vuelve divertido. Dicho eso creo que hay ahí reflexiones interesantes y que me parecen importantes en términos de lo que significa el compromiso para la gente de nuestra generación y lo que significará para las siguientes generaciones; lo que significa querer a alguien y las reglas sociales que están alrededor. Siempre he dicho que es una costumbre muy salvaje esa de tener una relación muy íntima y luego dejar de hablarse por el resto de los días.
—¿Consideras que en nuestros tiempos aún vale la pena escribir sobre el amor?
—Este libro es una exploración del tema del amor. Es muy fácil sentir que este tipo de historias importan menos que otras. Eso lo veo muchísimo en el cine, me encantan las comedias románticas y es lo que hago, pero ha habido tantas malas que es muy fácil decir: ah, es una comedia romántica, lo cual equivale a que sea lela, banal, con poca importancia, con lo que apagas tu cerebro. Pero para mí es absolutamente todo lo contrario. Las historias de amor específicas, contemporáneas, de pareja, de familia, de amigos, tienen que ver con nosotros todos los días y es importantes reflexionar sobre ellas, sobre cómo han cambiado y cómo han sido las normas sociales que nos permiten tenerlas.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
—¿En la concreción de esta novela tiene mucho o poco que ver que en familia tienes a una excelente maestra en temas del amor?
—No sé, supongo que tiene mucho que ver. Uno saca la visión del mundo de sus papás, o en oposición a ellos, y yo creo mucho en la visión del mundo que tienen mis papás. Quizá de mi mamá viene mi convicción de que en el mundo el amor es más que el odio y los buenos son más que los malos, aunque no parezca. En términos de lo que ha escrito, me enseña lo mismo que le enseña a muchos otros escritores a los que admiro, que es una honestidad base y una especificidad en lo que está contando. A pesar de que mi mamá escribe muchas cosas de época, estas se sienten suficientemente específicas para ser muy universales, pues describe situaciones que no tienen nada que ver con las tuyas. Por ejemplo, ¿qué tendrá que ver una niña que nació en medio de la Revolución Mexicana conmigo? Muchísimo, todo, porque es suficientemente específica para que me recuerde cosas que a mí me han pasado y que he sentido. Eso lo hace ella y lo hacen todos los buenos escritores, y eso es un poco lo que yo querría poner —ojalá que lo haya yo logrado— en este libro.
—En un ejercicio severamente autocrítico, ¿qué te gusta y qué no de tu primera novela?
—Esta novela siempre fue un gozo para mí porque no era trabajo, la escribía cuando trataba de no trabajar, cada vez que tenía que escribir un guion y tenía un deadline y me quería hacer lela y procrastinar, me ponía a escribir la novela. Siempre tuvo para mí una hora de diversión y libertad porque no la estaba escribiendo para nadie. No era un guion, que es una promesa, se escribe para que le guste a un productor, a un actor, y este libro lo escribí con un aire de libertad en términos de las cosas en las que creo. Es ficción, no es autobiográfico, pero hay una parte mía en todos los personajes. Y en términos de lo que no me gusta, siempre relees y dices: ah, está palabra debería estar dos palabras para atrás, o aquí debí de haberme fijado más y encontrar otro sinónimo. Pero pasa siempre, yo creo que eso les pasa absolutamente a todos los escritores, vas leyendo y siempre hallas una frase que pudiste haber perfeccionado un poco más.
Foto: Especial.