A Margaret Hawkins Boemer, la mujer embarazada de 16
semanas, se le detectó en un control rutinario que su hija Lynlee tenía un
tumor en la columna vertebral; la masa estaba desviando la sangre del feto, lo
que aumentaba las posibilidades de un fallo cardíaco.
Se trataba de un teratoma sacrococcígeo, un tumor
raro, cuya causa se desconoce, que afecta cuatro veces más a las niñas que a
los niños.
La recomendación de todos los médicos era que
abortara. De todos menos de uno, que respaldó la decisión de los padres de
salvar al feto. La mujer ya había perdido en ese mismo embarazo, porque inició
como gemelar, a la hermana de Lynlee.
Los especialistas descubrieron a la hora de la cirugía
que el tamaño del quiste era casi el mismo que el de la pequeña Lynlee; las
posibilidades de sobrevivir se situaban en apenas 50 por ciento.
Margaret estuvo en reposo absoluto las siguientes 12
semanas y la bebé completó su gestación de forma natural, hasta que volvió a
nacer por cesárea.
A los ocho días de su segundo nacimiento, una segunda
operación eliminó los restos del nódulo.