La compasión genera ondas cerebrales de alta frecuencia

Suena paradójico –o de
libro de autoayuda– pero es un hecho: la mejor manera de asegurar la felicidad
propia es pensar en la felicidad de los demás. Así reza el fundamento del
budismo mahayana, que se basa en la compasión y el altruismo como método para
alcanzar la iluminación, y que recientemente también está siendo comprobado por
la ciencia (no la iluminación, el bienestar del cuerpo-mente).

Hace algunos años el
neurocientífico Richard Davidson visitó al Dalái Lama en Nepal. En una de sus
conversaciones el Dalái Lama le sugirió que, si bien la neurociencia había
dedicado mucho tiempo a estudiar la depresión y la ansiedad, no sabía suficiente
de la compasión y la felicidad, y lo invitó a intentar medir sus efectos en el
cerebro.

A Davidson le pareció
pertinente la sugerencia, y echó andar un estudio en su laboratorio en la Universidad
de Wisconsin-Madison para medir las ondas cerebrales y las diferentes
activaciones que se producen en el cerebro cuando personas meditan. Para este
trabajo, volaron a ocho monjes budistas de Asia, a los que se les conectaron
128 sensores de un electroencefalograma.

A partir de estos
experimentos, Matthieu Ricard, uno de los participantes, obtuvo el apodo del “hombre
más feliz del mundo”, por la gran cantidad de ondas gamma que producía su
cerebro cuando hacía una meditación de compasión (una técnica muy común en el
budismo tibetano).

Aunque Ricard dijo en
una entrevista reciente que el apodo es erróneo: “Hubo un monje que sacamos de
una cueva en Nepal; él fue el que más fuertes ondas registró, fue algo nunca
visto”, contó del monje budista que además tiene formación científica.

En su trabajo, Davidson
notó que la respuesta más notable en las imágenes neurales ocurría cuando se
meditaba sobre la compasión. Picos de ondas gamma de alta simetría se producían
en estos casos (son las de más alta frecuencia); “se puede conjeturar que
realmente el amor o la compasión son realmente los estados de más alta
conciencia o vibración a los que accede el cerebro humano”.

Richard Davidson señaló
que las imágenes de resonancia magnética mostraron actividad notable en la
ínsula anterior (la región que coordina mucho de la relación cerebro-cuerpo): “Los
sistemas en el cerebro que dan soporte a nuestro bienestar están íntimamente
conectados con diferentes órganos y con el sistema endócrino e inmune”.

Las resonancias
revelaron que “la compasión es un estado que involucra al cuerpo de manera
integral”. Un estado benéfico por donde se mire.

En otro estudio Davidson descubrió que la
meditación mejora la respuesta inmune a la vacuna de la influenza (inclusive
cuando los meditadores no eran monjes budistas o meditadores
“profesionales”).

Davidson y su equipo
notaron también que el grupo de monjes registró una menor reactividad que el
grupo de control de meditadores. Esto fue medido disparando el sonido de una
explosión por unos audífonos y midiendo la reacción en su cerebro. Se les dijo
a los participantes que debían de neutralizar su reacción. En inglés se llama a
esto startle response (respuesta de sobresalto) y está asociada con
emociones negativas, ya que si se exagera la respuesta o la mente merodea en
ella, puede producir estrés y emociones negativas. En el caso de los monjes se
presentó una repuesta mínima, que mostró su capacidad de desapego –esto
sugiere que los meditadores tienen una mayor tolerancia y una menor tendencia a
frustrarse por eventos. No era que los monjes no reaccionaran, sino que
liberaban su respuesta rápidamente.