MUY A LA MANERA de su predilecto periodismo gonzo, el reportero británico Andy Robinson se ha lanzado a realizar lo que él mismo llama sus “viajes por la dolarocracia”, una aventura que lo llevó a recorrer ciudades estadounidenses como Nueva York, Vermont, Detroit, Selma, Miami, Ferguson, Aspen, Albuquerque, Las Vegas, Phoenix, Nogales y San Francisco y descubrir, tanto de un lado como del otro de la carretera, campos de golf, universidades de élite y jóvenes multimillonarios en prósperas empresas, así como olas de violencia racista, una población reclusa en aumento, inmigrantes sin papeles y, sobre todo, una clase media blanca y trabajadora que ve con desprecio cómo la desigualdad se ensancha cada vez más.
En Nueva York, Detroit, Las Vegas y San Francisco descubrió que estas son las ciudades emblema de la desigualdad más descarnada. En Vermont confirmó el gran movimiento independentista que caracteriza a ese estado. En Albuquerque atestiguó cómo francotiradores policiales matan impunemente a drogadictos e indigentes. Y en Nogales y Tucson, por ejemplo, investigó las complejas industrias de la seguridad fronteriza y las cárceles privadas cuyo negocio se atraganta de la oferta inagotable que suponen los inmigrantes deportados.
El resultado de esas correrías de Robinson está plasmado en un libro de reciente aparición, Off the Road: miedo, asco y esperanza en EE. UU., publicado en México por la editorial Ariel.
“El libro es una serie de crónicas descriptivas de una sociedad que está buscando desesperadamente una solución y una salida a un modelo económico que constantemente ha reducido el poder adquisitivo de la mayoría de los estadounidenses”, manifiesta el autor inglés en entrevista con Newsweek en Español. “Esta gente está buscando una salida para expresar su protesta y cambiar un sistema que ha generado extrema desigualdad tal y como existía hace 100 años”.

Foto: Antonio Cruz/NW Noticias
—¿Cuáles consideras que son los puntos culminantes de esa búsqueda, Andy?
—Estamos en un momento de cambios profundos en el paisaje político y social de Estados Unidos como consecuencia de dos factores principales. Uno fue la debacle de la guerra en Irak y un cambio de ambiciones respecto al papel de Estados Unidos en Oriente Medio y del mundo en general. Y dos, la gran crisis financiera y la recesión económica posterior en la cual muchos estadounidenses de clase media y trabajadora vieron de repente la realidad de un sistema corrupto del cual ellos mismos fueron responsables; atestiguaron el colapso financiero y las consecuencias económicas de esa crisis y cómo quienes resultaron beneficiados fueron los bancos, Wall Street y las grandes empresas trasnacionales.
—¿Qué consecuencias trajo para el sistema estadounidense el descubrimiento de esos dos factores?
—Sobre todo se generó el reconocimiento, incluso en los medios de comunicación, de la extrema desigualdad de Estados Unidos, la cual ha ido aumentando a lo largo de los últimos 25 años y ahora está alcanzando niveles comparables con los de la época del “crack del 29” [un año antes de la Gran Depresión de 1930]. Y ahora mismo también estamos viendo la siguiente fase, el colapso y una reconfiguración del modelo político con la irrupción de Donald Trump, que representa una nueva clase de política que no se había visto en Estados Unidos quizá desde los años 30.
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Robinson es periodista desde hace 35 años. Nació en Liverpool, estudió en la London School of Economics e inició su carrera reporteril en España. Posteriormente se mudó a Estados Unidos y fue corresponsal de varios medios internacionales, como el legendario diario español La Vanguardia y el londinense The Guardian. También es autor del libro Un reportero en la montaña mágica, el cual describe cómo la élite económica de Davos ha hundido al mundo.
Off the Road: miedo, asco y esperanza en EE. UU. representa un género de periodismo muy subjetivo, explica el autor: “Por eso le he puesto un título que son dos referencias a obras de literatura contracultural de periodismo gonzo. Es un género que emergió en los años 70 con Hunter S. Thompson, Gay Talese y otros, reconociendo que nosotros como periodistas somos parte de la historia y, también, utilizando mucha ironía y humor”.
—¿Qué concluyes después de involucrarte de esa manera, no solo observando, con la sociedad estadounidense?
—Fue una buena forma de acercarme a una realidad en Estados Unidos que parecía ya de por sí gonzo. Su realidad es tan desquiciada, con una sociedad que lleva tanto tiempo viéndose forzada a consumir, que a veces es consumidora de su propia realidad: buscan la realidad que quieren comprar. Las redes sociales e internet intensifican esa tendencia, ya tienen una comodidad en Facebook, acceden y crean su propio mundo, pero esas son realidades paralelas. En Estados Unidos también existe tal grado de desconexión de la realidad que se está generando una cultura de conspiración y de ideas delirantes, las cuales está enarbolando Donald Trump. Afecta también el aislamiento de la gente, el hecho de que no hay un ámbito social en el cual la población pueda estar con su comunidad como sí existe en México, donde hay vida en la calle y la gente forma esferas públicas que le permiten tener los pies en el suelo. En Estados Unidos existe un aislamiento que está siendo intensificado por su modelo de mercado.
—¿Por qué el colapso del modelo político estadounidense lo representa Trump?
—Porque la visceralidad en los discursos de Trump conecta con determinados segmentos de la sociedad estadounidense cuando hace 30 años él jamás hubiera podido utilizar ese lenguaje tan extremo. Decir públicamente que los inmigrantes mexicanos pueden ser violadores y ladrones o expresar su misoginia no se habría considerado tolerable en el discurso público. Creo que ese miedo y asco conecta con el discurso de Trump, y supongo que tiene que ver con una sociedad que ha perdido la idea de lo que es un discurso responsable. Pero hay que explicarlo en el contexto de la rabia que se siente como consecuencia de la resolución que se percibe como injusta sobre la crisis, por ejemplo, que se ha rescatado a la banca y que los beneficios a corporativos son más altos que antes.
“Hay una sensación de ‘somos tontos, nos están tomando el pelo, somos los perdedores de un modelo de globalización neoliberal que solo beneficia a la élite’. Eso genera una rabia que se manifiesta en mil formas. Son formas de pensar de la clase trabajadora, la clase media blanca, que es un caldo tóxico de resentimiento por lo que han perdido. Ellos tenían su estatus en la sociedad, pero desde hace 30 años han ido cayendo o están estancados”.

Foto: Especial