Cómo se adapta el cerebro para afrontar el estrés extremo

Muchas circunstancias de
nuestras vidas conducen al estrés, desde inquietudes financieras hasta sobresaltos de
salud, y nos dejan sintiéndonos irritables y malhumorados. Con el tiempo, los
niveles elevados de cortisol (la hormona del estrés) pueden impactar en nuestra
salud física, emocional e incluso, mental. No obstante, es en periodos de
estrés cuando desarrollamos una actitud de resiliencia, pero ¿cómo,
exactamente, responde el cerebro para ayudarnos a superar esos periodos? Unos
investigadores han descubierto que nuestras estrategias adaptativas ante
situaciones estresantes se originan de cambios estructurales en el cerebro.

El estudio, publicado en Journal of Neuroscience, halló que las
ratas adultas que sufrían alteraciones en su jerarquía social desarrollaban
muchas menos neuronas en el hipocampo –región cerebral encargada de ciertos
tipos de memoria y de regular el estrés-, mas respondían a dichas alteraciones
buscando la compañía de ratas conocidas. Esto demuestra que la menor formación
de nuevas células cerebrales, un proceso llamado “neurogénesis”, determina
activamente la conducta y adaptación social en las ratas; y posiblemente,
también en los humanos.

“Incluso ante lo que parecía
una situación muy perturbadora, no hubo una respuesta patológica negativa, sino
un cambio que podría interpretarse como adaptativo y benéfico”, dijo en su
declaración Elizabeth Gould, autora principal del estudio, y profesora Dorman
T. Warren y presidenta del departamento de psicología en la Universidad de
Princeton.

El estrés puede estimular las
células cerebrales al extremo de causarles la muerte. El cortisol liberado
durante el estrés viaja al cerebro y se une a los receptores en el citoplasma
de muchas neuronas. Mediante una serie de reacciones, esto ocasiona que las
neuronas permitan la entrada de más calcio a través de los canales de sus
membranas. En teoría, el cortisol ayuda a que el cerebro enfrente situaciones
que amenazan la vida, pero cuando estas neuronas están sobrecargadas de calcio,
tienden a dispararse con una frecuencia excesiva y mueren: mueren de
excitación, literalmente.

El estrés continuo también
interrumpe la formación de neuronas nuevas en el hipocampo, y tiene la
capacidad de afectar la velocidad de las conexiones entre las células del
hipocampo. Lo interesante es que un solo incidente de estrés es capaz de
destruir neuronas recién creadas en el hipocampo. De allí que la capacidad de
resiliencia sea imperativa para sobrevivir a condiciones estresantes.

Las ratas del estudio fueron
distribuidas en varios grupos compuestos de cuatro machos y dos hembras, y
colocadas dentro de un gran recinto llamado sistema de madriguera visible. Los
investigadores monitorearon a los grupos hasta que identificaron a la rata
dominante de cada uno. Luego de unos pocos días, intercambiaron a las ratas
alfa de dos comunidades, lo que provocó una competencia para establecer cuál
sería la siguiente rata alfa de cada grupo.

Las ratas de las jerarquías
alteradas mostraron su preferencia por ratas conocidas seis semanas después del
cambio, periodo en el cual la neurogénesis disminuyó 50 por ciento. Todas las
neuronas generadas durante el lapso de inestabilidad habrían demorado entre
cuatro y seis semanas en incorporarse a los circuitos del hipocampo, informa
Maya Opendak, primera autora del estudio, quien obtuvo un doctorado en
neurociencias de Princeton en 2015, y realizó la investigación siendo
estudiante de postgrado.

“De hecho, mantener la
cercanía con un compañero conocido en vez de aproximarse a un desconocido
podría ser beneficioso en ciertas circunstancias”, dijo Opendak.

Los investigadores
concluyeron que los organismos, incluidos los humanos, suelen ser resilientes
en respuesta a las alteraciones y la inestabilidad social.

“Estos resultados demuestran
que la menor formación de nuevas neuronas es causa
directa de la conducta social, algo que no se había demostrado con
anterioridad”, dijo Gould. No obstante, aún se desconoce el mecanismo exacto
por el cual la menor formación de neuronas conduce al cambio conductual.