La mentira del Caballo de Troya

Los hombres contra los que Donald Trump nos ha estado advirtiendo se sientan en un aula en Baltimore. “Cuando vemos a esos migrantes, vemos a muchos hombres jóvenes y fuertes,” señaló el candidato presidencial republicano en un mitin de campaña realizado en abril, lamentándose por la ola de refugiados que inundaba a Europa. “No vemos muchas mujeres y niños.”

Hay 16 hombres aquí, casi todos ellos recién llegados de Siria. Se sientan en hileras de mesas de formica en una oficina sin ventanas en Highlandtown, una zona aburguesada de la ciudad. Estos hombres no lucen como las personas desesperadas que llegan a las costas de Grecia e Italia; ellos visten principalmente vaqueros y camisas recién planchadas, y miran atentamente a una joven con un rubio corte de cabello como de hada que escribe despacio en una pizarra.

“Existen dos tipos diferentes de cuentas bancarias,” explica Danielle Corcoran, instructora del grupo sin fines de lucro Comité Internacional de Rescate (IRC, por sus siglas en inglés). Hace una pausa mientras un intérprete traduce sus palabras al árabe. “Uno de ellos es la cuenta de ahorros y el otro es la cuenta de cheques. ¿Alguno de ustedes sabe cuál es la diferencia?” Varios de los hombres ofrecen respuestas.

Esto es “Welcome to America 101” (Bienvenidos a Estados Unidos, curso introductorio). Se trata de un curso rápido de una semana y 30 horas de duración para refugiados recién llegados en el que se les enseñan las bases de la vida en Estados Unidos. Además de las finanzas personales, las lecciones abordan el transporte público, la compra de víveres, el pago de la renta y las visitas al médico. A la clase de esta semana sólo asisten hombres porque sus esposas recibieron la misma orientación la semana pasada. “Hemos descubierto que las mujeres responden mejor si sus maridos no están cerca,” explica Kevin Meadowcroft, director de alto nivel del programa.

Bajo los auspicios del Departamento de Estado, contratistas como el IRC conducen a los refugiados a través de una serie de programas durante ocho meses. Para cuando su estancia en Estados Unidos ha llegado a un año, se espera que hablen inglés básico, que tengan un empleo y que cubran prácticamente todos sus gastos. Es un programa de trabajo ridículamente apretado, apoyado con recursos limitados. Sin embargo, con la ayuda de grupos sin fines de lucro, líderes comunitarios y organizaciones religiosas, el IRC ha facilitado la transición a más de tres millones de refugiados que han llegado a Estados Unidos desde 1980, cuando el Congreso autorizó el programa. Meadowcroft afirma que aproximadamente 95 por ciento de los refugiados en Baltimore son autosuficientes en el momento en que ellos terminan de prestarles sus servicios. Otros programas en todo el país informan un éxito similar.

Aunque los musulmanes son una clase relativamente nueva de inmigrantes en Estados Unidos, en una encuesta realizada en 2007 por el Pew Research Center se encontró que son “decididamente estadounidenses en su imagen, sus valores y actitudes”. Sin embargo, Trump y otros críticos afirman que la integración no funcionará con la oleada más reciente de refugiados sirios, 8,000 de los cuales han llegado a Estados Unidos en los últimos meses. La condición de refugiados, advierte Trump, es un posible “Caballo de Troya” para los jihadistas. Y aún si no son infiltrados terroristas, afirma, los inmigrantes musulmanes no logran asimilarse en Estados Unidos. Implícitamente, Trump sugiere que un sistema que, con el paso de los siglos, ha incorporado en la vida estadounidense muchas oleadas de inmigrantes de distintos antecedentes y religiones, ha llegado a su límite.

¿Pero es así? La prueba surgiría en sitios como Baltimore, donde cientos de sirios han llegado este verano para iniciar su nueva vida, y para demostrar que Trump se equivoca.

10,000 SIRIOS

“Ahora mismo, las cosas están mal allá,” me dice Khaldoun Alhalabi con la ayuda de un intérprete. Alhalabi es un hombre calvo y fornido de 36 años de Homs, Siria, pero tiene la mirada brillante y animada de alguien más joven. Mientras describe la atmósfera de su ciudad natal, que ha sido diezmada por un cerco establecido por el gobierno, silba para imitar los sonidos del fuego de artillería y hace ademanes para reproducir las explosiones de las bombas. Alhalabi y los seis miembros de su familia acabaron huyendo a la vecina Jordania. “Ahí”, dice, “somos seres humanos sin identidad.”

Desde que estalló la Guerra civil en Siria en 2011, Jordania ha recibido a 650,000 refugiados sirios, mientras que Turquía y Líbano han recibido a muchos más. En 2014, la crisis comenzó a extenderse a Europa, donde más de un millón de inmigrantes buscaron refugio en 2015. Sin embargo, la desgastante guerra no es el único conflicto que ha producido un cambio sísmico en las poblaciones humanas. La violencia y el caos en Irak, Yemen, Afganistán y Libia, combinadas con prolongados conflictos en otras partes del mundo, alimentan la mayor migración en masa desde la Segunda Guerra Mundial.

Estados Unidos ha evitado lo peor de la crisis, en gran medida debido a sus condiciones geográficas, pero el presidente Barack Obama pidió al país “dar un paso adelante” el año pasado. Aumentó los límites máximos de refugiados que pueden ser recibidos y estableció el objetivo de reubicar a 10,000 de ellos provenientes de Siria, en contraste con los menos de 2,000 recibidos el año pasado. EE UU deberá alcanzar esa meta antes del 30 de septiembre y, contrario a lo que Trump ha dicho, alrededor de 65 por ciento de esos sirios son niños.

El razonamiento de la Casa Blanca tiene dos vertientes. Hacer que millones de personas desplazadas sean recibidas en países que ya sufren para proveer a sus propios ciudadanos está provocando una crisis humanitaria, pero también más conflictos y extremismo, afirma Avril Haines, subasesora de seguridad nacional de Obama. El simbolismo también es importante. EE UU está reubicando a 85,000 refugiados este año, tan solo una fracción de los más de 65 millones de personas que, según cálculos de NU, han sido desplazadas, pero envía el mensaje de que Estados Unidos está dispuesto a ayudar con la carga. Aceptar refugiados sirios musulmanes en particular “contradice el mensaje transmitido por Al-Qaeda e ISIL” de que Estados Unidos está en guerra con el Islam, señala Haines usando un acrónimo diferente para referirse al grupo Estado Islámico.

El problema con el argumento del gobierno es que es abstracto en gran medida, mientras que el de Trump es visceral. Tomemos como ejemplo sus declaraciones en un discurso pronunciado a mediados de agosto: “El hilo común que enlaza a los principales ataques islámicos que han ocurrido recientemente en nuestro territorio es que en ellos han participado inmigrantes.” Es verdad que el Estado Islámico ha tratado de reclutar a estadounidenses de origen somalí en Minnesota, muchos de los cuales llegaron como refugiados. (Tres de ellos fueron encontrados culpables en junio de planear unirse al grupo militarista en Siria, y se piensa que unos cuantos más han realizado el viaje). En enero, dos refugiados palestinos-iraquíes fueron arrestados por mentir a los funcionarios de inmigración sobre sus relaciones con grupos militaristas. Y en 2009, dos refugiados iraquíes fueron arrestados en Bowling Green, Kentucky, después de que el FBI averiguó que habían luchado como insurgentes antiestadounidenses antes de ser reubicados.

En un testimonio ante el Senado presentado en octubre pasado, el director del FBI James Comey reconoció la existencia de algunas fallas en las investigaciones realizadas a los refugiados iraquíes. “Así que tuvimos que regresar y hacerlas de nuevo”, dijo. “Hemos aprendido mucho de esto”. Los defensores del programa añaden que los ejemplos de Trump no son más que una parte muy pequeña de los 3 millones de refugiados que han llegado a Estados Unidos desde 1980.

Sin embargo, lo único que se requiere es que un tipo realmente malo logre atravesar el sistema para desatar el caos. Y los funcionarios de inteligencia han planteado sus preocupaciones sobre las fallas en la información disponible acerca de los refugiados sirios. En la mente de Trump, estas interrogantes se han transformado en un mensaje ominoso: “No sabemos quiénes son”.

Leon Rodríguez, director de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración del Departamento de Seguridad Nacional, defiende el proceso de investigación, y señala que las insinuaciones de que Estados Unidos carece de una información adecuada sobre los sirios no son más que “tonterías”. La oficina de Rodríguez supervisa un sistema de múltiples niveles que comprende investigaciones de antecedentes realizadas por Naciones Unidas y el Departamento de Estado de Estados Unidos, bases de datos de aplicación de la ley y de inteligencia, así como investigaciones de campo, entrevistas personales y escaneos biométricos. Algunas de las personas en Baltimore pasaron a través del proceso de selección en un poco más de medio año. Para Alhalabi y su familia, el proceso duró 18 meses.

Muchos estadounidenses siguen siendo escépticos. Muchas encuestas muestran que la mayoría se opone a aceptar refugiados sirios. En una encuesta realizada en junio por el Consejo de Chicago sobre Asuntos Mundiales se encontró que sólo 36 por ciento de los estadounidenses estaban a favor de la política de Obama. Sin embargo, conforme los estadounidenses se encuentran con refugiados sirios reales y no con caricaturas, la reacción parece ser diferente, al menos en Baltimore.

PAGANDO LAS DEUDAS: La trabajadora social Rebecca Noto enseña a Alhalabi cómo pagar sus cuentas de gas y electricidad como parte de un programa de varios meses que ayuda a los refugiados a adaptarse a su vida en Estados Unidos. FOTO: GABRIELLA DEMCZUK PARA NEWSWEEK

‘UNA OLEADA DE SIMPATÍA’

Yara Cheikh ha recibido muchos mensajes de correo electrónico este verano acerca de los refugiados sirios. El otro día, Cheikh recibió una nota de un catedrático local acerca de una familia asentada recientemente en el condado de Baltimore, preguntándole si ella podía recolectar fondos para comprar algunos libros infantiles traducidos del árabe al inglés para entregárselos a sus niños. Una maestra de primaria de Owings Mills le pidió ideas sobre cómo ayudar a sus nuevos alumnos sirios a adaptarse al grupo.

Cheikh, de hablar rápido y madre de cuatro hijos, trabaja como presidente del Club Árabe Estadounidense de Baltimore. Su padre es originario de Siria y su madre es católica irlandesa, y Cheikh asistía a St. Ignatius, una parroquia jesuita en el centro de Baltimore. Durante el verano, la Iglesia organizó un panel de discusión sobre la crisis en Siria, y los fieles compraron mochilas y útiles escolares para donarlos a los niños refugiados. “La manera en que los medios hablan acerca de los refugiados y la forma en que las personas comunes se sienten acerca de éstos son dos cosas muy distintas,” insiste.

Los líderes musulmanes de Maryland trabajan para crear una organización de beneficencia formal para coordinar las donaciones de los habitantes. “Hubo una oleada de simpatía”, señaló el doctor Yassine Daoud, catedrático de oftalmología en la Universidad Johns Hopkins, en una reciente sesión de planificación. “El problema es que una familia satisface 10 veces sus necesidades mientras que otra no obtiene nada.”

El dinero escasea. Entre departamentos, el gobierno Federal asignó más de mil millones de dólares para servicios para nuevos refugiados este año, sólo una pequeña porción de lo que las personas necesitan mientras reconstruyen su vida, por lo que Estados Unidos se apoya en grupos privados y donadores para subsanar las diferencias. Por ejemplo, el IRC encuentra apartamentos para nuevos refugiados, pero solicita donativos para adquirir muebles y utensilios. Las subvenciones del Departamento de Salud y Servicios Humanos financian parcialmente un programa de capacitación para el trabajo, mientras que grupos locales reúnen dinero adicional para ayudar a capacitar a los refugiados y poneros en contacto con vacantes, principalmente con bajos sueldos en hoteles y en servicios de alimentos y almacenes. Under Armour, la marca de ropa deportiva con sede en Baltimore, es uno de los lugares que periódicamente contrata a refugiados de IRC. Sin embargo, aún tras obtener un empleo, muchos de ellos tienen dificultades para salir adelante.

A esto se debe que resulte crucial hallar comunidades que den la bienvenida a los refugiados. Idealmente, los refugiados son enviados a lugares donde tienen familiares o amigos. En caso contrario, grupos como el IRC buscan comunidades de inmigrantes provenientes del mismo país o región. Saben que los inmigrantes más establecidos pueden ayudar a los recién llegados.

En Baltimore, por ejemplo, no hay muchos estadounidenses de origen sirio, pero el IRC ha ayudado a reubicar a cerca de 700 iraquíes en años recientes, de acuerdo con Meadowcroft, y existe una comunidad estadounidense de origen árabe bastante adinerada en el área. Khalid Balajem, uno de los coordinadores de un grupo de beneficencia musulmán conocido como BRIDGE America, comenzó a ayudar a los refugiados sirios ofreciéndose como voluntario para acompañarlos en su primera salida de compras. “Esto se debe realmente mi experiencia cuando vine a Estados Unidos”, recordó el inmigrante yemení en la sesión de planificación del grupo. “Estaba comiendo atún sin saber que era comida para mascotas.”

A pesar de los ataques contra ellos que se han presentado en la ruta de campaña, ninguno de los sirios reubicados por el IRC en Maryland ha enfrentado ningún acoso real, señala Ruben Chandrasekar, director ejecutivo de las ramas del grupo en Baltimore y Silver Spring. Sin embargo, esta primera oleada de refugiados sirios sabe que es controvertida. Alhalabi, originario de Homs y padre de cuatro hijos, lanza una risita cuando se le pregunta si ha escuchado acerca de la retórica antinmigrante de Trump y otros políticos. Está consciente de ella, dice, pero no constituye una preocupación importante. Tiene desafíos más grandes, como aprender inglés y ayudar a sus hijos a recuperarse del trauma de la guerra. “Vine aquí para que mis hijos tuvieran educación”, dice. “No quiero que vean lo que yo vi… en Siria”.

Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek